Referente en marisco y brasas en Las Villas

M.B
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Paco Cantalapiedra nos enseña la cocina del Restaurante Mi Casa, con el besugo como santo y seña

Paco Cantalapiedra, en el Restaurante Mi Casa. - Foto: Jonathan Tajes

Es una responsabilidad mantener y seguir con la tradición y la trayectoria en Mi Casa. Y es importante que no se haya notado un cambio en su dirección». Francisco, o mejor dicho Paco, Cantalapiedra lo tiene claro. Hace unos años cogió el relevo de sus padres, José Luis y Conchi, al frente de un restaurante que ya va camino del medio siglo. Lo hizo con esa responsabilidad de la que él mismo habla; consciente de que Mi Casa era, y sigue siendo, un lugar de referencia. Del marisco, llegado en parte desde Galicia; del pescado, con el besugo como santo y seña; y de las carnes, con la vaca vieja como la gran demandada. Con la brasa como elemento protagonista.

El propio Paco no había nacido cuando sus padres decidieron hacerse con un bar en el barrio de las Villas, de donde son y viven. «Mi padre había trabajado en la Fasa y con animales de granja, pero vio esta oportunidad y se decidió», afirma Paco. Era 1975 y pronto comenzaron con raciones, como tortillas de patatas, chorizos... «como bar de tapas con comida casera». Por entonces lo que es ahora el barrio no se parecía en nada. Había muchos terrenos de siembras, fincas... «era casi un patatal».

A los pocos años, de un viaje a Orio, se trajeron la receta que les ha abierto las puertas del resto de la ciudad y de mucha gente de fuera, el besugo: «Por entonces era más asequible. Ahora es mucho más caro, pero es nuestra especialidad. Lo hacemos a la brasa aunque la clave es el producto, que sea fresco y que llegue directamente del puerto. Luego lo servimos sin espinas (al menos se intentan quitar todas) y con una salsa, siempre igual, fórmula de la 'jefa' –por su madre, Conchi Rico–, mezcla de ajo, perejil y aceite. Lo tenemos a 100 euros el kilo».

Con la llegada del besugo, el local fue evolucionando y creciendo, adquiriendo parcelas y casas colindantes, hasta ser lo que es hoy: «Hay mucha gente que se sorprende cuando ven la fachada y luego entran y ven lo grande que es el restaurante».

De hecho, al acceder a Mi Casa lo primero que se ve es un acuario de 500 litros, con agua de mar, «traída desde Galicia», y el producto que luego el comensal se va a comer.

Hace seis años que Paco, tras jubilarse sus padres, fue el hermano de los cuatro que se quedó con el negocio. A su lado está su mujer, Alina, ucraniana (de hecho, tras la invasión de Rusia, el restaurante fue un centro de recogida de productos de primera necesidad, enviando un trailer ya para Ucrania con ropa, comida, medicamentos, sacos de dormir...).

Paco está en la cocina y dirige un equipo de siete personas en total. Reconoce que todo lo ha aprendido de su madre: «Su mano no es la mía, pero mantenemos sus recetas».

Junto al besugo y el marisco (almejas, nécoras, bogavantes, camarones...), que se puede ver en el acuario, en Mi Casa trabajan las carnes a la brasa y los productos de temporada, como los espárragos, los cangrejos, «que aquí servimos con huevo de gallina de corral», o los caracoles, en función de la época del año. También tienen un menú de lunes a viernes por 25 euros (con un aperitivo y cuatro primeros y segundos a elegir). Mi Casa abre todos los días de la semana, aunque cierra domingos y lunes después de las comidas. Tiene varios comedores (uno de 25 comensales, otro de 40 y un tercero de 85), alguno de los cuales con las brasas a la vista; además de una terraza de calle para otras 24 personas.

«La ubicación, en calle Villafuerte, 1, es una de las cosas que le gusta a la gente; porque es particular y parece que estamos escondidos en el barrio», asegura un Paco orgulloso de sus vecinos y de Las Villas, su barrio.