El pionero de la gastronomía italiana

M.B.
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Edgard San José nos abre las puertas de la Pizzería Tarantella, la primera que se abrió en Valladolid a principios de los años 80

Roberto, en la pizzería Tarantella. - Foto: Jonathan Tajes

Hace 40 años no había pizzerías en Valladolid. Apenas se conocía la gastronomía italiana más allá de lo que se podía ver en la televisión, de los viajes al país transalpino o de algunas buenas intenciones de arriesgados hosteleros. Uno de ellos fue Lupicinio San José. Después de trabajar en los años 70 en Londres en el sector, regresó a Valladolid dispuesto a dar a conocer las pizzas mediante un restaurante al que llamó 'Tarantella'. Junto a su hermano, José, comenzaron una andadura que tardó en calar en una sociedad reacia a lo nuevo y que no terminaba de entender ese nuevo producto alimenticio.  

«Los inicios fueron muy duros, pero trajo de Inglaterra las ideas y la disciplina de trabajo», señala su hijo, Edgard, hoy al frente del negocio, toda vez que 'Lupi' está en proceso de jubilación. 

La Tarantella, nombre que surgió de la cabeza de Lupi –«le gustó y así se quedó»–, comenzó apostando por la pizza que, como se señala en wikipedia, es un pan plano, habitualmente de forma circular, elaborado con harina de trigo, levadura, agua y sal que tradicionalmente se cubre con salsa de tomate y mozzarella y se hornea a alta temperatura en un horno de leña. 

Papardelle funghi en la Tarantella.Papardelle funghi en la Tarantella.Tras esos inicios, unos años más tarde, el local 'creció' con puntos de venta en centros comerciales de la propia capital, pero también en Palencia y Ponferrada, ofertando porciones de pizza al estilo Tarantella.

Y poco a poco fue añadiendo productos a una carta hoy extensa, con entrantes como la burrata, el carpaccio de ternera o el provolone, «tres clásicos que pide mucha gente para compartir»; una ensalada «con una salsa que viene de nuestro inicios y cuya fórmula nos han preguntado muchísimas veces»; con diferentes pastas, entre ellas una decena de platos de spaguetis y unos papardelle, una cinta de pasta más ancha, «que son muy solicitados»; con diferentes tipos de carnes, entre las que sobresalen el escalope tarantella, «un filete de ternera rebozado con una ligera sábana de ternera, jamón y salsas de tomate por encima», o el ossobuco; pero, sobre todo, por sus pizzas. Entre ellas hay dos icónicas, que acompañan a los San José (a la primera y segunda generación) desde su apertura, la Campesina, con mozarella, tomate, champiñón, panceta y huevo al horno; y la Especial Tarantella, con mozarella, tomate, jamón, champiñón, salami, pimiento y cebolla. Estas dos últimas por menos de 14 euros.

Sin menú del día, aunque es una de las ideas de futuro para implementar en el restaurante, la Tarantella funciona con esa carta en formato tabloide. Con un local similar al de sus inicios, hace ya 42 para 43 años, en la calle Recoletas, 6, hace poco amplió gracias a la posibilidad de colocar una terraza: «Al poco de hacerse la calle peatonal lo pensamos y, la verdad, es que tras la pandemia nos ha dado la vida».

«Estamos en un restaurante italiano, familiar, donde pasar un rato distendido y amable; con buena calidad y un servicio personal», señala Edgard sobre lo que se puede encontrar en su local una persona que quizá no les conozca. Luego está la gastronomía transalpina, con las pizzas como buque insignia. Unas pizzas cuya masa se hace en su propio obrador, algo poco habitual en la actualidad; y a cuyo mando está el jefe de cocina desde hace 36 años, Javi Hernández, ayudado por Roberto y Nelly.

Abierto de miércoles a domingos, tanto para comidas como para cenas, tiene una capacidad para unos 120 comensales si se cuenta la terraza. «Y en diez minutos, desde que nos piden y siempre en función de cómo esté el local, estaría la pizza lista». Pues eso.