Dos años, seis olas y casi 160.000 positivos

A. G. Mozo
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El coronavirus alcanza su segundo aniversario después de cobrarse casi 2.500 vidas en Valladolid y mandar al hospital a cerca de 10.000 infectados durante seis fases pandémicas que dejan una media de 200 nuevos contagios al día

Legada de un contagiado al Hospital Río Hortega en octubre de 2020. - Foto: Efe

Hace dos años, nadie podía imaginar que en marzo de 2022, el coronavirus iba a seguir capitalizando el día a día del planeta; ni el más agorero de los epidemiólogos, ni los más pesimistas... Solo la invasión rusa de Ucrania le ha robado el protagonismo en las últimas semanas, pero la relevancia de la pandemia sigue estando tan presente como para mantener a los españoles con mascarilla, y a los hospitales con zonas covid y más de medio centenar de positivos en sus camas. Lo primero se terminará «muy pronto», según dijo hace poco el presidente del Gobierno, mientras lo segundo también podría tener los días contados si la sexta ola sigue diluyéndose y no revive tras las vacaciones de Semana Santa, como se ha amagado con hacer durante varias jornadas tras el parón de Carnaval.

La foto fija epidemiológica actual en Valladolid muestra aún una tasa de incidencia de más de 500 casos por 100.000 habitantes, una novena parte de lo que había hace un par de meses –cuando la sexta ola y la pandemia del SARS-CoV-2 tocaron techo en aquellos 4.636 de IA 14 días del 11 de enero–, pero 25 veces más de lo que llegó a registrarse a principios del pasado octubre, cuando la tasa se redujo hasta los 19 puntos y parecía que el final estaba próximo.

Y esa no es la mejor cifra de incidencia acumulada que se guarda en los registros de la lucha contra este virus en la provincia vallisoletana. En el primer mes de julio de la fase covid, en el verano de 2020, la IA 14 días llegó a caer hasta 7 casos por 100.000 habitantes. Era un tiempo en el que aún se dudaba de si habría segunda ola, unas semanas en las que se enarboló la bandera de esa 'nueva normalidad' que hasta funcionaba sin mascarilla, que quería olvidar aquellas siete semanas de confinamiento domiciliario que se vivieron entre el 16 de marzo y el 2 de mayo, y las siete posteriores de desescalada –ahora este término acuñado en pandemia ya está recogido incluso por la RAE– que finalizaron el 21 de junio, cuando se accedió a la fase de 'nueva normalidad'. Atrás se dejaba un reguero de más de 600 muertes y cerca de 5.000 contagios; oficiales, ya que todavía no había test de antígenos y las pruebas PCR se reservaban para los casos más graves, los hospitalarios, por lo general.

Dos personas descansan en el balcón de su vivienda durante el estado de alarma en Valladolid por la pandemia.Dos personas descansan en el balcón de su vivienda durante el estado de alarma en Valladolid por la pandemia. - Foto: Leticia Pérez (Ical)CRISIS SANITARIA

La primera ola fue quizá la peor. No para los contagios, toda vez que el confinamiento logró frenar la expansión del virus, pero sí para los hospitales y para una población sanitaria que tuvo que aprender de esta nueva enfermedad sobre la marcha y, en muchos casos, sin los medios adecuados, y con una avalancha de ingresos nunca vista. Una crisis que hizo que el 27 de marzo de 2020, en el Clínico se ingresase a 43 covid en 24 horas y, al día siguiente, a diez de golpe en UCI; ese mismo 28 de marzo, en el Río Hortega se hospitalizaba a 56 contagiados en un solo día. La virulencia de la primera ola era evidente y los tres centros hospitalarios de la provincia tocaban techo el 31 de marzo: 498 covid en planta.

En UCI llegaron ser 103 unos días más tarde, en el arranque de abril. Y con muchos menos medios que en la tercera ola, cuando se anotó, en aquellos 107 del 1 de febrero de 2021,  el récord de pacientes críticos atendidos simultáneamente.

Entre las dos olas más duras para los hospitales, Valladolid vivió una segunda fase que fue excepcionalmente extensa en el tiempo y en la que no llegó a haber una eclosión evidente de infecciones.

TOQUE DE QUEDA

Empezó en agosto de 2020, fue poco a poco a más, tuvo algún altibajo y, entre la entrada del otoño y el puente del Pilar, se produjo la escalada de casos que obligó a una vuelta a las restricciones. Las mascarillas ya estaban en las caras, y las limitaciones en los bares subían y bajaban de la mano de la incidencia, pero entraban entonces en escena el toque de queda y los cierres perimetrales poblacionales para intentar frenar el avance de un virus que había llegado ya a superar los 1.000 puntos de IA a fecha 11 de noviembre, y para tratar de salvar la primera Navidad del coronavirus.

Puestos de vacunación masiva del Centro Cultural Miguel Delibes.Puestos de vacunación masiva del Centro Cultural Miguel Delibes. - Foto: Jose Carlos CastilloY se logró, pero aquello fue un tiro en el pie de esta lucha. La tercera ola se fraguó en unas celebraciones navideñas sin apenas limitaciones y solo con llamadas a una responsabilidad que, en líneas generales, nunca existió. En enero, el día 26, se marcaba un nuevo pico de la pandemia, al escalar hasta los 1.534 de IA y acumular esos 107 covid en las áreas UCIde Clínico y Río Hortega.

En los últimos días de 2020, la vacunación empezaba por las residencias y pronto mostraba su efecto frenando la mortalidad de los ancianos. Después se extendía entre los sanitarios y, poco a poco, lo hacía por toda la población, de los mayores a  los más jóvenes, hasta llegar, en enero de 2022, a los niños. En un año, hay 1,1 millones de dosis administradas en esta provincia, lo que tiene a casi el 92% de la población (de más de cinco años) con al menos una vacuna, al 88% con dos y al 54% con las tres.

Pero ni la teórica inmunidad de rebaño que se alcanzaría con la generalización del proceso de vacunación ha conseguido frenar al virus y sus diversas mutaciones, aunque sí que ha logrado limitar su capacidad para provocar la enfermedad grave y, sobre todo, para dejar de causar muertes.

Incluso con vacunas de por medio se han vivido otras tres olas. La cuarta ola se extendió en Valladolid durante algo menos de un mes, entre el 23 de marzo de 2021 y el 19 de abril, cuando la incidencia se frenó en 179. La quinta, pese a que llegó con la mitad de la población ya vacunada, fue peor: se produjo entre el 29 de junio y el 20 de julio, y su pico se marcó 818 de IA.

LA SEXTA OLA

Y la sexta, que se ha revelado como la peor, la que llevó la incidencia a un techo inimaginable de 4.636 puntos y que ha provocado 85.000 contagios, más de la mitad de los casi 160.000 que se acumulan durante estos dos años de batalla contra el SARS-CoV-2. Un virus que, a ritmo de 200 positivos diarios desde marzo de 2020, ya se ha llevado por delante a casi 2.500 vallisoletanos y que ha enviado al hospital a cerca de 10.000.