Editorial

Más concienciación para frenar unos incendios cada vez más devastadores

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Las miles de hectáreas calcinadas en decenas de incendios por toda la Península e incluso Francia muestran la debilidad de los montes ante su falta de mantenimiento así como la evidencia cada vez más irrefutable del calentamiento global por las persistentes olas de calor. En nuestro país, los mayores fuegos se concentran en Las Hurdes, Mijas y Monfragüe y las temperaturas no dan tregua para frenar las llamas que avanzan imparables ante la desesperación de los equipos de extinción. Una primavera extremadamente calurosa, sumada al riesgo continuo durante semanas de peligro de incendio, permiten a los fuegos mantenerse más activos de la cuenta.

Lo que es evidente es la llegada del cambio climático. Pueden ser excepcional el récord de temperaturas en determinadas ciudades como consecuencia de los ciclos históricos. Sin embargo, durante varias décadas el termómetro ha subido más que nunca, como estos días, donde muchas capitales del norte de España han experimentado récords nunca vistos tanto en las medias de los meses, como en las máximas y mínimas. A la falta de agua en los embalses se suma el estrés hídrico de los bosques y montes lo que facilita la propagación y activación de los fuegos en un mapa pintado de color rojo por las altas temperaturas. En lo que va de año, España ha asistido a la quema de más de 70.000 hectáreas, prácticamente las mismas que en el ejercicio anterior, donde la España interior está sufriendo las peores consecuencias, con miles de vecinos desplazados de sus hogares.

Está claro que el calentamiento global empuja a países como España y Portugal a encarar este problema de una forma distinta a como se venía haciendo. No basta solo con incrementar los efectivos para la lucha contra unos incendios más devastadores y gigantes, como los que estamos asistiendo en los últimos meses. Es necesario insistir más en el mantenimiento y limpieza de los montes, en especial, en aquellos lugares donde el medio rural sufre un abandono notable donde la actividad agrícola no llega a hacer un mantenimiento efectivo, a modo de cortafuegos, para frenar las llamas en condiciones extremas como las actuales con el termómetro por encima de los 35 grados y los fuertes vientos.

Además, hay que tener en cuenta otro de los factores, no menos importante, que aumenta el riesgo: la mano intencionada del hombre. No pocos incendios, como el declarado estos días en otra de las joyas de Extremadura, el Valle del Jerte, son provocados, sabedores de que las características de estos días son propicias para hacer el mayor daño posible. En este sentido, es necesaria una triple concienciación: ante el cambio climático, por un nuevo cuidado de los bosques y una manera distinta de parar a los pirómanos.