El fútbol de salón

D.V.
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Con la cuarentena por el Covid-19 se ha acabado el espacio semanal para la actividad física y en muchos casos para la normalización de cientos de niños y niñas. Así viven la situación, y así se entrenan, los jugadores de la escuela Fútbol para Todos

El fútbol de salón

Óscar Manuel tiene 6 años y quiere jugar al fútbol a todas horas. Pero por la mañana toca la actividad del colegio, y es por la tarde cuando se viste con su equipación azul y blanca de la Fundación Eusebio Sacristán y sigue las instrucciones de sus entrenadores. Juan Carlos Rodríguez, Oscar Ballesteros y Paco Marcos, los responsables del grupo al que pertenece, Parque Canterac, se cuelan en su casa vía whatsapp para proponer actividades de control, equilibrio, estiramientos... Como explica el director de la escuela, básicamente el calentamiento con el que empezaba cada entrenamiento antes del encierro. Pero es más que actividad física, es una forma de mantener el contacto, de hacerles sentir que no están solos. «A Óscar le hace mucha ilusión ver los vídeos, y hace todo lo que le proponen, además siente cerca a sus entrenadores, a los que admira», explica su padre, Juan Manuel Acosta. 

Escaleras con pinzas de la ropa, con cinta aislante o con cinturones de albornoces... cualquier invento es bueno para practicar la coordinación. O el reto de los toques con una pelota de papel fabricada por ellos, o las sillas-portería. Cualquier espacio de casa se convierte en un campo de entrenamiento. Por el whatsapp de los padres se han asomado además el responsable del grupo de Huerta del Rey, Diego de la Torre, o Carlos Pérez Ordás, incluso el propio Eusebio Sacristán, con una reflexión sobre cómo estamos trabajando en equipo todos, desde casa, para superar la situación. Y los pequeños también comparten en los grupos de whatsapp de la escuela sus sesiones como una forma de estar más cerca unos de otros.

Eso es lo que necesita Rodrigo Gil, el contacto con la gente, aunque sea virtual. Con una discapacidad del 68% y epilepsia, no habla, pero expresa a su manera la ilusión de ponerse el uniforme. Lo dice su madre, Rebeca Medina. «Se pone muy contento, hacemos la escalera, le pongo los vídeos... muy necesario ya que nos hemos quedado sin la rutina de fisioterapia imprescindible para él, y sin ninguna actividad en la calle». 

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Todos echan de menos la escuela, entrenadores y jugadores. Y todos sueñan con volver pronto. Incluso algunos, como Román Izquierdo, de Huerta del Rey, quieren animar a otros niños y niñas a que se apunten, y lo hace con todo un anuncio –fabricado estos días de confinamiento por él mismo–, de una escuela «en la que no hacemos faltas y pueden jugar todos».