El cara a cara de los vallisoletanos con el coronavirus

A.G.M.-M.B
-

Francisco, Adriana, Raúl y Óscar saben lo que es mirarle a los ojos al temido Covid-19. Los primeros, a través de decenas de pacientes; los últimos, como dos de los miles de infectados que acumula el virus

Cuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirus

«Nadie dejará de tener ahora un apretón en la mano, aunque sea con doble guante». La frase es del doctor Pérez González, uno de los muchos que estas semanas se está enfrentando al Covid-19 en primera línea, desde la UCI del Hospital Clínico Universitario. Él ejemplifica la lucha contra el coronavirus, como la enfermera Adriana, también al pie del cañón en la UVI del Clínico, o como muchos compañeros y compañeras que estos días doblan turnos para cuidarnos. Raúl y Óscar también luchan contra el coronavirus, pero de otra manera. Lo hacen desde su propio cuerpo. El primero, aún ingresado en el Río Hortega. El segundo, ya en su casa tras cinco días en el hospital. 

Ellos, Francisco, Adriana, Raúl y Óscar, son cuatro ejemplos de estas semanas de batalla diaria contra un virus que ha cambiado nuestra cotidianidad por el confinamiento como principal medida de prevención y de contención.

Francisco es el doctor Pérez González. Reconoce que jamás pensó que en su vida profesional pasaría por algo así, pero lo afronta con serenidad y dosis de compromiso: «Se nos paga para eso, pero es que eso también queremos hacerlo». Aunque fuerzan turnos y guardias, y reconocen estar desbordados, manda un mensaje de tranquilidad: «No hemos colapsado».

Cuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirusCuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirusLa moral es ahora uno de los principales aliados del sector sanitario. Así Adriana, enfermera en la UVI del Clínico, reconoce que esto es lo más duro, agotador y estresante que ha vivido en su puesto de trabajo, pero asegura que cada alta o mejoría «ayuda» y que los aplausos o los ingenios de los vallisoletanos por colaborar con medidas de protección son de enorme agradecimiento.

Aunque los turnos son eternos, con el equipo puesto todo el día, y aunque haya gente que no tiene tanta experiencia en los hospitales, asegura que «el trabajo sale adelante, todos ponemos ganas y energía para que los pacientes reciban los mejores cuidados».

En el otro lado dentro de los hospitales están los enfermos, los ingresados y los que ya han salido de los mismos. Entre los primeros está Raúl, que lleva desde el domingo 22 en el Río Hortega. «Los síntomas han sido fiebre muy alta todos los días, disnea (es falta de aire, como si no pudieras respirar bien ), tos seca y la pérdida completa del gusto y el olfato», señala este informático que poco a poco se está recuperando tras estar unos días con respirador mecánico y otros con las conocidas como gafas. Él no se olvida del trabajo de todos los sanitarios: «Creo que hacen su trabajo con buena predisposición y que seguramente están haciendo muchas más horas de las que les corresponden».

Cuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirusCuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirusEn su casa, desde el pasado lunes 23 está ya Óscar. En su caso, los primeros síntomas le llevaron primero a su médico de cabecera y después, tras notar falta de aire, al Río Hortega. Allí estuvo cinco días. Reconoce que le diagnosticaron pronto la neumonía y que eso le ha permitido salir antes: «Tuve la suerte de que todo me lo pillaron muy pronto». Su pareja también ha dado positivo y su familia política aunque, por suerte, todos se están recuperando ya en sus hogares.

Los cuatro son parte de los muchos vallisoletanos que miran día a día a la cara al coronavirus, desde el punto de vista sanitario o personal, con el virus en su cuerpo. 

Francisco Pérez González / Médico UCI del Hospital Clínico

«Están cayendo compañeros y amigos, y eso también mina la moral de los equipos»

El doctor Pérez González (Valladolid, 1975) es médico especialista en Medicina Intensiva y forma parte del equipo de la UCI del Hospital Clínico Universitario de Valladolid. Como tantos de sus compañeros, sabe lo que es forzar turnos y guardias para tratar de dar la mejor respuesta a una crisis sanitaria inimaginable y que tiene a las unidades de cuidados intensivos en la punta de lanza, multiplicando puestos UCI para dar respuesta a la imparable llegada de pacientes de coronavirus en estado crítico: «Jamás pensé que en mi vida profesional pudiera tener que pasar por esto», confiesa el también presidente de la Sociedad Castellano y Leonesa de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SCLMICYUC).

«Estamos desbordados, sí, aunque aún no hemos colapsado. En el Clínico, por ejemplo, se han duplicado las camas de UCI y asumirlo con el mismo personal hace que estemos forzados en turnos y guardias. Están haciéndose ingresos en las REA ya, y el paso siguiente será utilizar los respiradores de los quirófanos, algo que ya han tenido que hacer en otros hospitales de Castilla y León», describe. «Y están cayendo compañeros y amigos, y eso también va minando la moral de los equipos asistenciales», admite.

Cuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirusCuatro vallisoletanos, cara a cara con el coronavirusPérez (en el centro de la foto, con parte del equipo de la zona 2 de la UCIdel Clínico) reconoce que la situación que viven los enfermos y sus familias es muy complicada: «No hay mayor canallada que transformar un abrazo a un ser querido en un arma letal... y este virus ha logrado eso. Sí, las familias no pueden ver a sus allegados y les informamos telefónicamente en cuanto podemos, pero que sepan –esos familiares– que hacemos todo lo que podemos con lo que tenemos. Y que diremos a sus seres queridos ingresados, a pie de cama, lo mucho que les quieren. Nadie dejará de tener ahora un apretón en la mano, aunque sea con doble guante, nadie morirá con dolor ni le faltará ese guiño cómplice tras la mascarilla... es nuestro trabajo también ahora», reflexiona, unos minutos después de salir de su enésima guardia desde el estallido de esta crisis: «Se nos paga para eso, pero es que eso también queremos hacerlo. Necesitamos los abrazos tanto como ellos», añade este intensivista firme defensor de la humanización de las UCI.

Este doctor, en calidad de presidente de la sociedad de intensivos de Castilla y León, pero «también como médico y como ciudadano de a pie», agradece la labor que hacen todos los otros sectores que hacen posible que aún se pueda seguir luchando porque, según argumenta, «la labor de retaguardia en tiempos de guerra es tan crucial o más que la del soldado de trincheras», concluye.

Adriana Callejo González / Enfermera en la UCI del Clínico

«Muchos días nos vamos con lágrimas y ansiedad pero volvemos  al cien por cien»

Adriana Callejo González lleva desde 2005 trabajando como enfermera y reconoce que lo vivido estas semanas está siendo lo más duro de su etapa laboral: «Mucho más que cualquiera de los peores días de hace semanas. Estamos siempre a pie de cama, los turnos son agotadores, estamos con el equipo de protección el turno entero y son pacientes que requieren bastante atención». Asegura que, además del esfuerzo físico, el aspecto psicológico es «agotador. No podemos despistarnos ni un segundo para minimizar el riesgo de contagio y poder seguir ayudando».

En su caso trabaja en la UVI del Clínico Universitario, donde se ha pasado de las 11 camas a tener 20, «lo que también es un plus de trabajo». En sus turnos tratan de no quitarse el equipo de protección para nada, ya sea un turno corto o largo: «Se trata de no comer, no beber o no ir al baño, para que el equipo aguante todo el día y para minimizar riesgos, porque al quitártelo se amplían». Habla, sobre todo, de trabajo en equipo para poder seguir día a día prestando la mejor atención a todos los ingresados.

En el otro lado de la balanza está cada mínima recuperación, la placa en la que se ve mejoría, una salida de la UVI... «cualquier cosa nos ayuda». Y, por supuesto, la solidaridad de los vallisoletanos: «Gracias a todos los que están donando material y estrujándose la cabeza para crear nuevo. Son medidas desesperadas pero muy útiles. Y aunque lo ideal sería que llegara el material de uso hospitalario nos ayuda mucho». Adriana no se olvida de los apoyos, en forma de aplausos o de mensajes: «Estamos muy pero que muy agradecidos por las muestras de apoyo que recibimos todos los días, nos emocionan y nos dan fuerzas para seguir, esto va a ser largo y seguiremos dando el 200%».

Por eso, pese a la dureza del momento, pese a la fatiga o el estrés , «que conlleva la atención de pacientes de este tipo, estar pendientes de nuestra seguridad y de la del resto de compañeros y proporcionar la mejor atención», tiene claro su vocación y sus ganas de seguir ayudando desde su puesto. Por eso lanza un alegato en favor de todos sus compañeros sanitarios: «Aunque los materiales e infraestructura no son los ideales; y que, debido a la gran demanda de atención y las bajas, mucho del personal contratado no tiene experiencia en UVI, el trabajo sale adelante, todos ponemos ganas y energía para que los pacientes reciban los mejores cuidados».

«Muchos días nos vamos a casa con lágrimas y ansiedad pero al día siguiente volvemos al trabajo al 100%», relata desde su casa en uno de esos intervalos entre turno y turno.

Raúl González Romanos / Enfermo de Covid-19

«Estuve diez días a base de paracetamol en casa e iba a peor. Esto no es ninguna gripe»

Raúl tiene 38 años, está casado y tiene un hijo de seis meses, al que lleva casi dos semanas sin ver. El Covid-19 le postró en su cama durante diez días y terminó enviándole al Río Hortega con neumonía. Asegura que es «muy duro» y que «no es ninguna gripe», tal como se aseguraba hace no tanto. Ya se ha dejado catorce kilos y aún no ve el final del túnel. Recibió el alta hace unos días, pero aún tiene que pasar los catorce de aislamiento domiciliario que exige Sanidad para tratar de recuperar su vida.

Trabaja en una consultoría informática que opera con el laboratorio de ensayos de la factoría de Motores de Valladolid, justo donde saltó el primer caso en Renault Valladolid el  13 de marzo, justo el día en el que González Romanos empezó a sentirse mal: «Los síntomas han sido fiebre muy alta todos los días, disnea (es falta de aire, como si no pudieras respirar bien ), tos seca y la pérdida completa del gusto y el olfato», describe horas después de abandonar su cama del Río Hortega. Dice que estuvo diez días a base de paracetamol en su casa y que iba a peor, por lo que el domingo 22, al empeorar todos los síntomas –«la fiebre era muy alta, prácticamente no me podía mover de la cama y ya empezaba a sentir que me ahogaba más de lo habitual»,  detalla–, habló con su médico y le derivó ya a Urgencias del HURH; positivo, placa de tórax e ingreso. «Los primeros dos días los pase con respirador mecánico, luego me pusieron lo que ellos llaman gafas (el respirador de nariz), y a partir del quinto día pues me quitaron ya el oxígeno», recuerda. «A todos los que hemos desarrollado neumonía se nos hacen placas por cada dos o tres días para ir viendo la evolución», añade. «Ahora ya llevo varios días sin fiebre y aunque arrastraré la neumonía dos o tres semanas, me encuentro bien. Así, el único síntoma que me queda es la fatiga que, eso sí, aparece al hacer cualquier pequeño esfuerzo. Bueno y que todavía no he recuperado del todo el sabor de las comidas», explica este informático vallisoletano, que ha pasado una semana en el HURH.

Tiene palabras de elogio para los sanitarios que le atienden, aunque intuye que muchos están al límite: «Creo que hacen su trabajo con buena predisposición y que seguramente están haciendo muchas más horas de las que les corresponden. No lo sé, pero la sensación es que están un poco desbordados y las cosas se hacen despacio porque hay muy poquito personal», apunta González, que describe  a sanitarios «muy protegidos, con varias capas de seguridad, con gafas, con guantes...», unas medidas que afectan también al hospital: «Los pasillos están forrados con plástico, paredes y todo, desde el suelo hasta el techo».

Óscar Velasco Viejo / Enfermo de Covid-19 ya recuperado 

«Estuve 5 días ingresado. Tuve suerte, me pillaron la neumonía muy rápido»

Óscar Velasco lleva ya más de diez días en su casa y ve el coronavirus de otra manera. Estuvo casi cinco ingresado en el Río Hortega. Asegura que es duro pero que él tuvo suerte, «porque me pillaron la neumonía pronto». Su caso, además, coincidió con el de su pareja, sus suegros y su tío político, todos positivos.

«Todo comenzó el viernes 13 de marzo, cuando noté que tenía unas décimas de fiebre al llegar del trabajo. Me tomé un paracetamol y al día siguiente ya me encontraba mejor», recuerda. Dos días más tarde su pareja, Cynthia, comenzó a tener síntomas de fatiga. Tras ver que no mejoraba decidieron ir al médico y les aconsejaron ir al Río Hortega. Allí, al ver que él volvía a tener unas décimas de fiebre le hicieron una placa: «En principio parecía que estaba todo bien, así que me mandaron para casa, pero como si fuese positivo, en confinamiento y controlándome la fiebre y el tema respiratorio».

Hasta el martes 17 siguió teniendo décimas, aunque en las dos siguientes madrugadas empeoró hasta que el jueves, al levantarse, notó que no podía llenar los pulmones de aire: «Llamé a mi médica de cabecera y me dijo que me fuese al Río Hortega, me hicieron una placa y ya tenía un poco de neumonía. Me dejaron ingresado». Primero en la planta 0, pero tras confirmar con la prueba que tenía el Covid-19 ya en la del resto de ingresados.

«Estuve del jueves al lunes. Notaba, sobre todo la fiebre y la fatiga. Si me movía mucho, si no comía muy tranquilo, me ahogaba, me fatigaba. Tumbado estaba bien, pero al levantarme a ducharme tenía que hacerlo todo muy relajado», añade sobre esos días. Este vallisoletano de 36 años reconoce que tuvo mucha suerte: «No hizo falta entubación, nos tomaban la saturación de oxígeno varias veces al día y a mí me pillaron la neumonía muy rápido».

Los días ingresados fueron duros, pero en su caso, al estar un poco mejor, menos: «Además, tuve un compañero que también fue mejorando y al menos nos hacíamos compañía, ya que allí estás solo, sin poder salir de la habitación y sin que te vaya a ver nadie». Su ingreso acabó el lunes 23. «Nos habían hecho análisis y nos controlaban todos los días. Yo llevaba algún día sin fiebre y me preguntaron cómo me sentía. Me dijeron que para casa», recuerda. Como su novia también era positivo no había problemas de nuevos contagios.

«Poco a poco me muevo. No haga esfuerzos duros, pero se pueden ir haciendo tareas del hogar», reconoce tras varios días en su hogar en Las Delicias. «Tuve la suerte de que todo me lo pillaron muy pronto», señala. Su familia política también lo está superando. De hecho, su suegra, también ingresada ya ha recibido el alta.