De Geria a Covaresa con el mismo concepto

M.B
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Unay París nos abre las puertas de la cocina de Los Llanillos, un gastrobar que nació en la localidad vallisoletana pero que desde hace un año se encuentra en el barrio de la zona sur de la capital

Unay París, en la cocina de Los Llanillos. - Foto: Jonathan Tajes

Los Llanillos puede que suene a Geria. A la cercana localidad a la capital que tiene una carretera con ese nombre y que tenía un bar, o mejor dicho un gastrobar, con esa misma denominación. Allí desembarcó hace cinco años Unay París, con un concepto que fue modulando y que hace 14 meses, justo uno antes de que la covid paralizase nuestras vidas, trasladó a la capital, al barrio de Covaresa. Porque lo que hizo este restaurador vallisoletano es precisamente eso, trasladar el gastrobar, con nombre incluido, y ese concepto que ya había instalado en Geria hasta el paseo de Zorrilla, 221.

«Empezamos en 2016. Por entonces trabajaba de cocinero y quería ponerme por mi cuenta. Justo entonces, me buscó el propietario de ese local porque me conocía», recuerda Unay ahora desde su coqueto negocio en Covaresa. En este caso, sus primeros contactos con la hostelería habían sido con el ocio nocturno en Medina de Rioseco y Valladolid capital. Hasta que un día paró y pasó a los fogones, «casi de manera autodidacta», aprendiendo de sus propias experiencias y de cocinas de diferentes locales y hoteles.

Ese 2016, después de trabajar muy cerca de lo que luego fue Los Llanillos, empezó su aventura en solitario. «La idea fue montar algo mixto. No quería un restaurante. Buscaba mezclar cultura y algo de restauración. Hacer microteatro, conciertos...», apunta sobre esos siempre difíciles comienzos y cómo fueron los suyos, con un proyecto mucho más global: «Llegamos a hacer conciertos de jazz con menús degustación;pero el concepto era más de gastrobar». Hasta que las reservas y la demanda le hizo dar un giro y meter cocina. 

En febrero de 2020 llegó el siguiente cambio, en este caso traslado: «Tenía mucha clientela de Valladolid y me comentaban siempre esa posibilidad de venirme. Y así lo hice». Aprovechó un antiguo restaurante chino entre Parque Alameda y Covaresa para instalar su gastrobar, manteniendo el nombre con la idea de conservar las reseñas de algunas webs de referencia. Aunque reconoce que no le sirvió porque en el caso de la más conocida, al cambiarse de ‘distrito’ perdió las buenas críticas. 

Ahora cuenta con un local para 70 comensales en interior (en situación normal y sin restricciones) y una terraza para 60 más. Abre de ocho de la mañana a cierre (menos los lunes, que es el día de descanso), y asegura que su cocina es de «base tradicional con un toque moderno... y un emplatado siempre llamativo, chulo». 

Él mismo busca una vuelta de tuerca a experiencias propias: «Es decir si pruebo un plato en otro restaurante y me gusta trato de meterlo en mi cocina pero nunca copiándolo, dándole una vuelta, inventando algo».

Cuenta con un menú diario con un aperitivo, tres primeros y tres segundos a elegir, postre y bebida, por 15 euros; y tenía un menú degustación que, por ahora, ha bloqueado, aunque asegura que funcionaba muy bien, con cuatro platos, entre ellos siempre una carne y un pescado, por 25 euros. 

Su carta es corta y bastante fija, aunque siempre cuenta con sugerencias fuera de la misma, con pescados frescos y producto de temporada, como en breve los espárragos de Tudela o las alcachofas. Entre sus platos estrella no puede faltar el pulpo braseado con alioli de azafrán (casero), el guiso de carrillera de ternera o cualquiera de sus pescados. Aunque asegura que, con el cambio, ha notado la modificación de algunos gustos: «En Geria, por ejemplo, triunfaba la ensalada de escabeche de pollo o el bacalao con boletus, y aquí lo hace uno más simple, como son los chipirones fritos».

La mayoría de los clientes que iban a Geria repiten ahora en la capital, algo que le invita a pensar en el acierto con el cambio pese a encontrarse un cierre al mes de abrir y con numerosas restricciones desde marzo de 2020.