Las voceras del siglo pasado

D.V.
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El toque manual de campana español ha sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco, aunque en los pueblos cada vez se usa menos por la mecanización del sistema. Algunos párrocos ya no permiten subir a los campanarios

Las campanas ya solo se voltean en las fiestas patronales. - Foto: Jonathan Tajes

El toque manual de campana español ha sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco. Una tradición que cada vez está más en desuso en la provincia de Valladolid debido a la mecanización que han implantado en muchos municipios y, por supuesto, en la capital. Son muchos los pueblos donde se ha perdido esta tradición que tan solo hace unas décadas marcaba el día a día de la vida cotidiana de los vecinos. Ni más ni menos que 30 formas diferentes de hacer sonar los badajos o voltear las campanas para notificar a los habitantes los diferentes sucesos ocurridos.

La concesión de esta categoría «supone el reconocimiento de que la práctica es representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, de que es importante para quienes la practican y que merece ser preservada para las generaciones futuras», según matizan desde la Unesco, aunque es cierto que en Valladolid la automatización de los toques está ocasionado que cada vez un menor número de personas conozca ya qué indican las campanas en cada momento. 

Pablo Ortega es un vecino de Valdenebro de los Valles, en la comarca de Medina de Rioseco. Es un perfecto conocedor de cada uno de los diferentes toques que históricamente han sonado en el pueblo. Es más, incluso ha llegado a escribir un libro sobre estos sonidos tan característicos. «El libro está siempre en la iglesia para todas las personas que quieran verlo. Las campanas incluso suenan diferente en el caso de que haya muerto un hombre o una mujer. Es parecido, pero el sonido si se conoce suena diferente». Es decir, los vecinos estaban informados en muchas ocasiones de lo que ocurría en el municipio dependiendo del toque de campanas. 

Ya no hay artesanos de campanas en la provincia de Valladolid y cuando algún municipio ha tenido que cambiarlas en los últimos años ha tenido que recurrir a talleres de fuera de Valladolid. Los sonidos ya no marcan la rutina diaria de los pueblos y aquellas personas que realmente conocen su sonido son ya mayores o ni siquiera viven en los municipios, sino que han emigrado a la ciudad. En Villarmentero de Esgueva se toca, como en otros muchos pueblos, a través de una cuerda desde el interior de los templos. Se toca únicamente para avisar de las misas y a difunto. Las eucaristías se anuncian mediante tres toques, primera, segunda y tercera, la última. Esta se caracteriza por tres toques seguidos. Al momento, comienza la ceremonia. 

El toque a muerto es triste en sí mismo. Doblan de forma pausada e intercalada. Aunque dependiendo de los pueblos se podría incluso saber el sexo del fallecido solo por el replicar de las campanas. Evidentemente, las diversas celebraciones religiosas que tenían lugar en los municipios durante el siglo pasado marcaban buena parte del sonar en los campanarios. El toque para el rezo del Ángelus o, simplemente, el replicar de las campanas en los momentos de procesión en las fiestas. 

Durante los meses de verano del siglo pasado, cuando eran los propios vecinos los encargados de echar una mano la mayoría de las ocasiones la señal de fuego era fundamental. Cuando un incendio se propagaba por las tierras del término municipal era fundamental que las campanas alertaran de la situación para que todos los vecinos acudieran lo antes posible para sofocarlo. Era típico ver las imágenes de los habitantes de un pueblo 'armados' con palas, azadones y picos para hacer cortafuegos y apagar las llamas. 

Hace más décadas, también era tradicional que las campanas incluso llamaran a los hombres y mujeres del pueblo cuando estaban en las labores del campo y había tormenta. Se debe tener en cuenta que la falta de contaminación acústica hacía que el sonido de los campanarios se extendiera incluso a varios kilómetros. El toque de tormenta alertaba a los vecinos que estaban en esos momento en los pagos del pueblo sobre la posibilidad de ser sorprendidos por la lluvia. 

Se pierde. Sin embargo, el efecto de la despoblación y la fuga de los jóvenes de muchos de los municipios ha hecho de muchos municipios hayan decidido automatizar el sonido de las campanas. «Nosotros lo tenemos ya informatizado desde hace varios años», comenta el regidor de Montealegre de Campos, Francisco Javier Frontela. «No, aquí tampoco suena. Como en la mayoría de los pueblos, ya lo tenemos automatizado», apunta la alcaldesa de Esguevillas de Esgueva, Rosa Ana Alba. Poco a poco, con el paso de los años son cada vez más pueblos los que están implantando sistemas de automatización para que las campañas funcionen por sí solas. «Nosotros hace algo más de dos años que decidimos poner el sistema», apunta el alcalde de Wamba.  

No obstante, algunos pueblos mantienen el toque a mano. En el día a día, normalmente se tocan a través de una cuerda atada a las campanas y no es necesario subir al campanario. Pero en algunas ocasiones especiales, como en las fiestas patronales, los vecinos jóvenes suben para voltear las campanas. «Aquí se hace a mano por parte de los mozos durante las fiestas, tocan desde el campanario volteando todo el recorrido», reconoce el alcalde de Villanueva de los Infantes, Jesús Palomo. 

A pesar de que es una costumbre que se va perdiendo poco a poco en la provincia, en algunos municipios no se resignan a que se pierda el tradicional toque de las campanas, aunque sea solo para marcar los oficios religiosos. Es el caso de Villarmentero, donde los más jóvenes continúan tocando todas las semanas a la llamada a misa. Lo hacen acompañados por el párroco desde el interior del templo. Pero mantienen cada semana la tradición.