La terapia de la esperanza

A. G. Mozo
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'Eirene' es un programa de prevención e intervención de la violencia filio-parental, con terapias individuales, familiares y de grupo, como la de 'resistencia no violenta' en la que los padres aprenden estrategias y comparten sus ilusiones y miedos

José Aldudo, responsable del programa Eirene de Proyecto Hombre, en una de las terapias de grupo de 'resistencia no violenta' para padres. - Foto: Jonathan Tajes

«Yo ya no grito tanto. Ella sí, pero yo no. Le echo mucha paciencia y hay momentos que ella también baja algo el tono, porque ve que yo no grito». Habla una madre aliviada. Habla una madre que empieza a atisbar una tenue luz al final del túnel en el que se ha convertido la relación con su hija; su vida, al fin y al cabo.

Habla una de las siete madres y padres que participan en una de las terapias de grupo que desarrolla en Valladolid la Fundación Aldaba-Proyecto Hombre. Este tratamiento pertenece al programa Eirene, que aborda la violencia filio-parental, y la terapia en cuestión se denomina de ‘resistencia no violenta’.

El grupo llega puntual hasta las dependencias que la organización tiene en la plaza de España. Son las cinco de la tarde y, por delante, hay dos horas a corazón abierto. Para confesar sus miedos, relatar sus avances y sonreír al compartir el más mínimo de sus avances. Es la terapia de la esperanza por lograr un cambio en sus vidas, en el vis a vis con unos hijos menores de edad poseídos desde hace unos años por la violencia, el egoísmo, el móvil, la videoconsola... Ellos, los chavales, no están presentes, pero todo gira en torno a ellos y cómo su madre o su padre siente que van mejorando (o no) las cosas en casa.

Todos se mueven en la franja de los 15 años y han sido capaces de insultar y faltar al respeto a sus progenitores, gritar hasta la afonía, dar golpes a muebles y puertas, y romper todo lo que se encontraban a su paso. Todo, por no perder su estatus, su posición de dominio en una familia en la que ellos son la autoridad gracias a su violencia.

«Una vez, durante una charla con la orientadora del instituto, se le quitó el móvil, pero fue llegar a casa y no paró hasta que logró que se lo devolviéramos. A ver qué iba a hacer, no paraba de empujarme y rompía todo lo que pillaba por la casa...», recuerda esta madre, que cree que «el problema grave es el móvil»: «Se pasa toda la noche con él enganchado. Hoy ha vuelto del instituto y se ha ido directamente a dormir porque estaba molido».

José Aldudo es el responsable del programa Eirene y el terapeuta de este grupo, y no duda en corregir a esta madre con su visión sobre el móvil: «No, el problema no es ese en sí, sino que surge cuando queréis establecer límites al uso del móvil». Aldudo explica que «la tecnología es una fuente de conflicto, igual que pueden ser los estudios, las salidas, el consumo de alcohol o sustancias. El reto es saber resolverlo porque en función de la relación que haya con los hijos, se va a afrontar de una u otra manera. El problema va a surgir cuando los hijos no admiten la autoridad de los padres y no aceptan las normas».

GOLPES, INSULTOS...

«El objetivo de ‘Eirene’ es la prevención y la intervención en casos de violencia filio-parental, la que ejercen hijos menores de edad hacia sus padres. Hablamos de violencia en todas sus vertientes: golpes, insultos, romper objetos, agresiones físicas graves...». El programa nace en 2018 cuando se empieza a detectar el fenómeno entre muchas familias que pasaban por allí por otras problemáticas. «En Proyecto Hombre trabajamos mucho con adolescentes y jóvenes que tienen consumo de sustancias y llevábamos ya tiempo viendo la existencia de esta problemática. Había mucha conflictividad entre hijos y padres», detalla el responsable del programa Eirene.

Pero las drogas no están dentro de la ecuación en la mayoría de los casos que están llegando a manos de Aldudo, sino que hay perfiles de todo tipo, aunque sí que aprecian que se da más en chicos que en chicas; más hacia madres que a pares; y más en familias monoparentales. Pero, tal como recuerda Ana Macías, la directora técnica de la fundación, la realidad es que esto «le puede pasar a cualquiera»: «No nos podemos dejar llevar por los estereotipos y victimizar a las familias con este problema, pensando que es porque son unos malos padres».

Ese es otro elemento más que va minando la moral de estos padres, la sensación de culpa. En la terapia de José no pueden ocultar sus gestos de desesperación cuando relatan momentos de encrucijada, de no saber cómo actuar ante sus hijos: «Yo paso. A la primera contestación mala que me da, me voy. Por eso las cosas están un pelín mejor en casa. Ella hace lo que quiere igualmente, ni está yendo al instituto, pero al menos ya no hay voces», confiesa otra madre, al borde del hastío.

«No tenemos que normalizar el que haya insultos, voces, gritos... que se pueda lanzar un objeto; eso es inadmisible siempre y no se puede justificar», remarca Aldudo, quien puntualiza que «cuando se empieza a trabajar en los grupos, tanto con los padres como con los hijos, se les pideun compromiso de no uso de la violencia, para lo que se intenta que aprendan otras formas de resolver los conflictos».

PRIMEROS AVANCES

Algunos de los participantes en la terapia ya ven avances gracias a alguna de esas estrategias que han aprendido en la fundación: «Estamos muy cambiados, muy bien. Antes no le podía llevar la contraria y ahora sí...  Cuando él se altera yo no me altero y eso es un cambio. Antes era todo a grito pelado. ¡No me lo creo! Pero a ver si dura... », explica un padre.

Aldudo aplaude esos avances y anima a todos a continuar en esa línea: «Estás demostrando que controlas la situación». «Ya sabéis lo que hemos dicho: hay que tratar de pararse un día y anunciarles que no habrá más conflictos en casa y los primeros que nos comprometemos a no gritar más ni insultar tenemos que ser nosotros, claro», continúa el terapeuta.

Otra madre se decide a intervenir, porque ella ya lo ha hecho: «El otro día volvió de estar con su padre y le vi bien, y me decidí. Por lo menos me dejó hablar, la conversación no se fue de las manos y eso me hizo sentirme más fuerte. No fue como otras veces que se iba pegando un portazo». Sonríe aliviada por poder contarlo, tímidamente alegre por dar pasos hacia esa frágil luz que ve al final de su particular túnel.

No es la única que va viendo avances tanto en su control de la situación, como en la mejora del comportamiento de su hijo: «Me he dado cuenta de que hay veces que es él mismo quien se retira y se va cuando yo grito y me dice: ‘Es que no me tienes que chillar’. Y es que tiene razón, claro», confiesa.

En cambio otra dice que ella lo ha hecho «algunas veces», pero ha «fracasado». Aldudo anima a todos a no rendirse nunca porque «es muy positivo erradicar el conflicto» y les da estrategias para intentarlo, para frenar la vorágine de gritos: «En ese momento la frase sería: ‘En estas condiciones no hablo contigo’. Todo lo que sea reducir la tensión en casa es positivo. En el momento en que él o ella da un portazo no hay que entrar, pero luego sí se lo decimos, por supuesto».

 


 

Cómo acceder al programa Eirene

 

Fundación Aldaba-Proyecto Hombre desarrolla multitud de programas, pese a que su gran fama se debe al trabajo en el campo de la prevención de las adicciones de cualquier tipo (drogas, alcohol, juego, nuevas tecnologías), sobre todo entre los más jóvenes. Uno de los últimos en ponerse en marcha ha sido Eirene, destinado a la lucha contra la violencia filio-parental. Las personas interesadas pueden obtener más información en www.proyectohombreva.org y ponerse en contacto a través de la página de Facebook, en el teléfono 983 259 030 o en el correo colaboracon@proyectohombreva.org

 


 

Cómo ayudar a Proyecto Hombre

Proyecto Hombre Valladolid también sufre en primera persona los rigores de una crisis como la del covid-19, en forma de una merma de la financiación, a lo que se une «el aumento del número de beneficiarios en un 31%». Por ello han impulsado diversas vías de colaboración a través de transferencia a cuentas de Unicaja (ES44 2103 4403 4100 3302 9816), Santander (ES10 0075 5707 1706 0058 5208) o CaixaBank (ES64 2100 2303 4702 0006 9796); Bizum, con el envío del código 00886 a través de las app bancarrias; o Paypal, mediante acceso al sitio web http://www.proyectohombreva.org/quiero-colaborar-economicamente/donativo/.