Desalojos, la otra cara del volcán

Agencias
-

La escasa capacidad para albergar a los evacuados en la isla complica la situación de los vecinos, que acuden a casa de sus familiares y amigos o pasan las noches incluso en el coche

El avance del Cumbre Vieja amenaza la localidad de Tazacorte. - Foto: BORJA SUAREZ

Las caras de asombro al ver cómo el volcán de La Palma empezaba a soltar fuego el pasado domingo han dejado paso a las de la más absoluta preocupación entre quienes ven cómo las coladas de lava acechan sus tierras y casas.

La erupción en la zona de Cumbre Vieja ha ocasionado hasta ahora el desalojo de casi 6.000 personas, las últimas en la noche del pasado lunes en Tacande (El Paso) tras la apertura de una nueva boca eruptiva.

Las lenguas de fuego, en su camino hacia la costa, se habían tragado hasta ayer 165 edificaciones --según el satélite Copernicus- y tal y como afirmó el Cabildo, no se descartaba que la afección supere el millar de inmuebles, sin contar los daños en carreteras, infraestructuras o plantaciones agrícolas.

Los palmeros pudieron recoger ayer algunas de sus pertenencias. Los palmeros pudieron recoger ayer algunas de sus pertenencias. - Foto: Kike Rincón«Hay muchos agricultores que han perdido sus casas y sus fincas, su medio de vida, lo han perdido todo», reconocía el presidente de Aspa, Miguel Martín, que incluso miraba al futuro con preocupación si se dañara la red de riego.

Los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane son los más afectados y ya se trabaja en buscar alternativas a una de las necesidades más urgentes: la falta de alojamientos para las personas evacuadas.

En Breña Alta se habilitó el acuartelamiento de El Fuerte, gestionado por Cruz Roja y con más de 200 personas, pero si las evacuaciones siguen aumentando será insuficiente, de ahí que el Gobierno canario ya esté planteando la ejecución de alojamientos provisionales dado que la erupción se va a alargar en el tiempo.

Los bomberos echan una mano para que se minimicen las pérdidas. Los bomberos echan una mano para que se minimicen las pérdidas. - Foto: Kike Rincón Europa Press«Esto no es ningún espectáculo ni es el momento de venir a hacer turismo volcánico, no es una película ni una atracción, necesitamos ayuda», señalaba ayer Teresa, vecina de San Nicolás, en El Paso, una de las primeras evacuadas cuando se abrió la tierra en Cabeza de Vaca. «Y yo soy una afortunada, hay gente que lo ha perdido todo», contó.

Muchos evacuados han acabado en segundas residencias, en casas de amigos y familiares o incluso en sus coches y llevan con la misma ropa dos días porque no tuvieron tiempo de preparar la maleta ya que la erupción surgió por una zona que no estaba prevista en un primer momento. Además, la escasa capacidad alojativa de la isla deja poco margen para albergar a las personas, ya que el hotel de Puerto Naos fue desalojado y muchas viviendas rurales y de alquiler vacacional han sido destruidas por la lava.

Además, el drama que sufren los palmeros en primera persona se entremezcla con el turismo volcánico y el boom de las redes sociales, hasta el punto de que en muchas carreteras hay colas y atascos debido a la presencia de turistas que quieren acercarse a la lava, lo que dificulta las labores de seguridad y evacuación.

El material salido del volcán también afectó a la escuela unitaria de Los Campitos, en la zona alta de Los Llanos de Aridane. «Sabemos que la lava llegó a la reja y a la puerta, pero no sabemos nada más, estamos a la espera de reuniones con Educación», señala la directora, Ángeles Nieves Pérez.

El centro cuenta con más de una veintena de alumnos de entre tres y 12 años procedentes de Los Llanos de Aridane y El Paso y muchas de las familias han perdido sus casas. «Esto es un barrio muerto, sin vida», sentencia.

 

Perderlo todo

«Vivimos en un nerviosismo continuo», así se sienten muchos de los vecinos y desde luego está justificado. Algunos saben que irremediablemente el caminar de la lava se tragará sus casas y, por eso, han intentado sacar cuantos enseres que han podido, apoyados por los servicios de emergencia, que han prestado toda su ayuda para facilitar este duro trago.

Es el caso de los barrios de Todoque y Tacande, donde los vecinos desalojados pudieron entrar en sus domicilios unas horas para intentar llevarse lo máximo posible y especialmente productos de primera necesidad.

Había lágrimas por lo ya perdido y por lo que se podía perder «porque es el trabajo de toda la vida», comentaba un hombre.

Otro vecino se lamentaba de que  la lava ya se había tragado una vivienda de su propiedad y ahora otra iba a correr la misma suerte, mientras que una pareja buscaba desesperada a su gato.

«La gente está destrozada», afirmaba el alcalde de El Paso, Sergio Rodríguez, que atiende a todos los ciudadanos que lo precisan porque ahora más que nunca, señaló, «hay que estar con ellos».