Un pionero del horno en la calle con más sol

M.B
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Luis Miguel Vázquez nos abre las puertas de La Solana, un asador con mucha historia al lado de la iglesia de La Antigua

Luis Miguel Vázquez, en el horno de La Solana. - Foto: Jonathan Tajes

El próximo 8 de agosto de 2022 cumplirá 40 años. Siempre en la misma calle, La Solanilla, con el sol como referencia en su nombre y con el horno de leña como principal protagonista. La Solana es un museo. Gastronómico, con ese horno de donde salen los lechazos, los codillos, los pinchos e, incluso, los pescados (besugo, dorada y lubina). Pero también lo es como establecimiento, gracias al acopio de enseres y aperos que tanto Luis Miguel Vázquez, su actual propietario, como Pedro Sandoval, el que abrió el bar La Solana ese 1982, han ido realizando con el paso de los años.

Porque este restaurante, ubicado al lado de la iglesia de La Antigua, muy cerca de la plaza de la Universidad o de la Catedral, y del Teatro Calderón, comenzó como bar, con apenas cuatro mesas. Lo abrió Sandoval y lo amplió él mismo unos años más tarde, en 1989, adquiriendo un local colindante. El 1 de mayo de ese 1989 entró a trabajar Luismi Vázquez, que venía de estar ya en El Hueco o el Casino, pero que acabó formándose como cocinero aquí en La Solana.

«Fuimos los primeros que sacamos el horno fuera de la cocina. Lo hizo él», recuerda Luismi de aquella decisión primera de Pedro, por entonces su suegro. Y la apuesta fue clara, ser un asador en pleno centro de Valladolid. Luismi, dueño del negocio oficialmente desde 2016, se amoldó al restaurante y es el que manda en el horno, controlando los tiempos, el fuego, las carnes, los pescados...

«La Solana es una establecimiento familiar (uno de los hijos de Luismi, Alejandro, ya está trabajando con él) con cocina típica castellana pero sin despreciar la nueva cocina. Lo que buscamos es que la gente se sienta como en su casa, con nuestra chimenea en invierno, y ofreciendo un buen producto», explica Luis Miguel Vázquez sobre lo que es este restaurante donde el lechazo es el top, aunque de ese horno salgan muchos otros manjares. 

Cuenta con una carta que varían en función de la temporada: «Cada 20-25 días se cambia». Por ejemplo, ahora es uno de los pocos de la ciudad que tiene setas de cardo. 

Con cuatro personas más en los fogones de su cocina (y once en total en todo el restaurante), cuentan con dos menús. El diario, por 22 euros, con la opción de elegir entre tres primeros y tres segundos, más bebida y postre; y el de lechazo, por 41 euros, con sopa castellana, revuelto de morcilla, lechazo, ensalada, pan, postre y vino, que ofrecen todos los días, incluidos fines de semana y estas Navidades, en las que reconoce que la nueva ola les ha hecho mucho daño: «Estamos asumiendo la crisis, rascándonos el bolsillo. Nos ha tocado muy fuerte en estas fiestas, que venían como un cohete y en las que hemos sufrido un 80 por ciento de cancelaciones».

Con una capacidad para 70 personas, una de sus apuestas esta pandemia ha sido por la terraza. «Estamos luchando para que nos la concedan, porque en estos tiempos sin terraza no eres nadie», señala Luismi sobre una ampliación que le permite dar servicio a otras 46 personas al aire libre: «Aunque tenemos una carta de barra, ofrecemos el resto también en la terraza». En la barra triunfa, sobre todo, el pincho de lechazo (3,5 euros). Abre de once de la mañana a cinco de la tarde, y de siete a cierre: «Todos los días salvo el martes después de ferias».

Aunque es conocido por ser un asador, lo es también por su decoración. En el interior hay reliquias de tiempos pasados, como la contabilidad del Ayuntamiento de Valladolid de 1936 a 1940, libros de derecho mercantil, planchas de cobre, cepillos, sierras de carpinteros, yugos... y fotos, muchas fotos: «Hace poco he hecho limpieza y solo tengo de futbolistas, con especial recuerdo a Eusebio, que estuvo hace unos días aquí; artistas, por la cercanía del Calderón, y toreros». A su lado, un piano, estrenado por Arturo Pareja Obregón, y que aún se usa en los miércoles de cocido flamenco (cocido y concierto flamenco gratis) o los viernes de bolero.

«Me gusta cuidar a la clientela a de Valladolid, pero es verdad que los fines de semana sobre todo viene gente de fuera», señala Luismi detrás de la mascarilla, delante del horno.