El río de la vida

M.Rodríguez
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El músico Ángel Levid, que este sábado presenta su nuevo disco, recorre sus diez lugares favoritos de Valladolid

El río de la vida - Foto: Jonatan Tajes

 Ángel Lévid (Valladolid, 1970) se formó en el Conservatorio Profesional de Valladolid en la especialidad de Guitarra, pero no ha dejado de estudiar instrumentos autóctonos a través de cursos de zanfona, rabel, dulzaina y percusión tradicional, todos ellos relacionados con la música folk. Este sábado presenta en el salón de actos del centro cívico Zona Este, a las 19 horas, su cuarto disco, ‘A la vera de la Esgueva’, junto a los músicos de su banda ‘Lévid Cuarteto Folk’.  El trabajo discográfico incluye doce canciones acompañadas con músicos de prestigio de su entorno personal. Antes acompaña a El Día de Valladolid a un recorrido por sus diez lugares favoritos de la capital.

1. Desembocadura de La Esgueva. Las orillas de La Esgueva y su desembocadura formaron parte de su rutina en la infancia y la juventud. A los doce años se mudó al barrio de Endasa, donde formó su cuadrilla. «Íbamos a la desembocadura a coger cangrejos, incluso los había verdes», detalla. El música explica que antes había más maleza y recovecos donde hacerse una cabaña con «cuatro palos». 

2.La Rondilla. Es el barrio donde nació y vivió hasta los 12 años el músico. Estudió en el desaparecido colegio El Buen Pastor, que tenía unas instalaciones algo peculiares. «Las clases estaban repartidas por varios edificios. El parvulario era un local que luego fue un videoclub. De primero hasta cuarto de EGB fuimos a un bajo de un edificio. El quinto curso lo hicimos en un local de la calle Mirabel, que luego fue un bar. Y sexto, séptimo y octavo en un local de la calle La Pelota, que ahora es un almacén», recuerda el músico.

3.El Seminario. Este espacio fue su zona de juegos. Recuerda que había campos de fútbol y futbito,  pista de atletismo y una zona de huertas grandísima. En las tapias del Seminario cogían lagartijas. ¡Pobrecillas, cosas de críos! Su madre le mandaba con su hermano a las huertas a por lechugas y tomate. «Había una mujer que lo vendía y lo pesaba con una romana. También cerca de allí comprábamos carbón porque teníamos un cocina de carbón y lo teníamos que subir hasta un quinto sin ascensor», confiesa.

4.Leones de Castilla. En este barrio vivían sus abuelos paternos. Allí jugaba con sus primos en un parque que estaba en la orilla del río Esgueva. «Era muy diferente a los parque s de ahora. Solo tenía dos columpios de cadenas y un tobogán de metal, eso sí, con suelo de tierra, por si te caías que pudieras llevarte un buen recuerdo a casa», concreta. Por su cercanía con el barrio Endasa, recorrió muchas veces el camino hasta la casa de sus abuelos cruzando el puente del río y paseando por su vera.

5.Plaza del Viejo Coso.  El músico estudió los últimos cursos de EGB en la calle La Pelota. Allí no tenían espacio para realizar actividades físicas e iban con el profesor de Gimnasia hasta La Plaza del Viejo Coso donde hacían sus actividades deportivas. Para los chavales de esas edades recuerda que el trayecto era un experiencia muy gratificante. «Estábamos deseando que llegases el viernes, que era el día en que nos tocaba. Más que por hacer deporte era por la mini-excursión. Era muy divertido ir todos por la calle hasta llegar allí», rememora. 

6.I.P. Cristo Rey.  Aquí estudió FP, justo antes de mostrar su interés por la música. Confiesa que no sabía bien hacia dónde dirigir su vida profesional y optó por estudiar Electrónica. Una etapa de la que guarda unos recuerdos muy entrañables. «Es el sitio donde paso de niño a adolescente. Se nos abrió un mundo de sensaciones nunca vividas, con los primeros amores, las primeras decepciones. También fue donde tengo contacto con la música, más bien con formaciones musicales, un mundo desconocido para mí. Conocía a gente que estaban en grupillos y empezó a nacer en mi el gusanillo». 

7.Conservatorio de Valladolid. Con  24 años Ángel Levid accedió al grado profesional del Conservatorio en la especialidad de Guitarra. «Era poco habitual ver a un alumno de 24 años con alumnos de 12. Trabajaba de noche en una fábrica, dormía hasta el mediodía y por las tardes estudiaba. Fueron años duros, pero gratificantes», recuerda.

8.Barrio Belén. Es un sitio especial porque aquí se independizó. Compartió un chalet con gente que a día de hoy forman parte de su entorno más cercano. «Fue una etapa muy bonita. Es verdad que nos vemos menos, pero sé que siempre están. Cada vez que coincidimos salen a relucir nuestras vivencias, no teníamos compromisos de ningún tipo, éramos mucho más jóvenes y con independencia económica, que más podíamos pedir», explica.

9.Calle Paraíso. Esta calle era sitio obligado para la cuadrilla. Desde La Rondilla hasta Paraíso, siempre hacían la misma ruta. «Salíamos a divertirnos sin molestar a nadie. Creo que es la época que más me he reído», dice con nostalgia.

10.Pinar de Antequera. Aquí pasó todos sus veranos hasta los 18 años. Lo recuerda como un espacio de convivencia con otras familias, que poco a poco generaron un vínculo. «Los recuerdos que tengo de esos veranos son indescriptibles. Nos pasábamos las noches hablando, jugando a las cartas, bañándonos en el río. En fin algo muy bonito de recordar y que a día de hoy me ha dejado personas a las que les tengo un cariño muy especial», concluye.