Un mediador interesado

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Xi Jinping se ha erigido en un inesperado árbitro con el objetivo de desatascar conflictos en China y, sobre todo, proteger sus alianzas estratégicas e impulsarse como el gran líder mundial

Un mediador interesado - Foto: THOMAS PETER / POOL

Siempre hermética en su política interior, China parece ahora querer dar un paso al exterior y en los últimos meses ha emprendido una ofensiva diplomática para erigirse como nuevo mediador global. Una decisión que podría entenderse como una lucha por la estabilidad de un planeta cada vez más en tensión, pero que tiene realmente una motivación egoísta: Pekín pretende afianzar su dominio político aprovechando sus vínculos con determinados países en los que Occidente no puede influir y, sobre todo, proteger sus propios intereses, principalmente en su área más cercana. 

Ya sea entre ucranianos y rusos, entre iraníes y saudíes o entre israelíes y palestinos, el gigante asiático media con un pie puesto en sus beneficios económicos y otro en proyectar una imagen de neutralidad para desatascar conflictos, además de tratar de adelantarse a la otra gran superpotencia, Estados Unidos, en cuanto a liderazgo en materia de política exterior.

Desbloquear la guerra de Ucrania 

Desde que estalló la guerra en Ucrania, numerosas voces han pedido a Pekín que, dadas sus buenas relaciones con Moscú, utilizara su influencia para detener el conflicto. Pero su propuesta de 12 puntos -que prioriza el alto el fuego y el respeto a las «legítimas preocupaciones de seguridad de los países»- fue vista por Occidente como un guiño a las exigencias rusas. De hecho, Vladimir Putin se mostró «encantado» con una oferta que, sin embargo, no convence en Kiev.

Tras hablar con sus homólogos de Rusia -tuvo una visita oficial al Kremlin de dos días-, Alemania, Francia o incluso Brasil, el presidente chino, Xi Jinping, mantuvo finalmente una conversación con su colega ucraniano, Volodimir Zelenski, en la que reafirmó que el gigante asiático respeta «la integridad territorial de los países» y anunció la designación de un enviado especial que viajará a la zona.

De esta manera, apuntan los analistas, China busca mantener un delicado equilibrio entre los actores internacionales, especialmente con Europa, a quien demuestra que puede jugar un papel más constructivo en los asuntos que más le afectan.

Sorpresa entre Irán y Arabia Saudí

El anuncio el pasado mes de marzo de que Irán y Arabia Saudí reanudaban relaciones dejó como sorpresa el papel mediador que jugó China, que aprovechó ese triunfo para presentar sus credenciales como árbitro global y como «gran potencia responsable», según aseveraron los medios oficiales del gigante asiático.

Algunos expertos señalan que, aunque la mediación entre Teherán y Riad llevaba varios años en marcha facilitada por otros países, Pekín se llevó la victoria diplomática tras consolidarse como el mayor socio comercial del reino saudí y uno de los principales aliados del mundo mundo musulmán, tras la celebración de dos cumbres históricas en Riad en las que participó el presidente chino en la que fue su primera visita a la región desde 2016.

Diálogo de paz entre israelíes y palestinos

Al mismo tiempo, China ha mostrado su deseo de facilitar la reanudación de las conversaciones de paz entre Israel y Palestina, y pidió «valentía política» en un momento de escalada de tensión en la región. El canciller chino, Qin Gang, aprovechó una conversación con su homólogo hebreo para aludir a la Iniciativa de Seguridad Global que impulsa el gigante asiático y la creencia de Pekín en que la clave para solucionar el conflicto palestino-israelí está en defender la visión de la «seguridad común».

Según los expertos, China ha cultivado «contactos saludables» con ambas partes, lo que le ha llevado a proyectar «neutralidad» y a «crear expectativas de paz».

Estabilidad en Afganistán 

El pasado 13 de abril, China se lanzó con un nuevo documento de posición sobre Afganistán en el que afirmaba que apoya la «reconstrucción» del país y su «desarrollo político» mediante un Gobierno «moderado y prudente». Días después, Qin mantenía un diálogo trilateral con representantes afganos y paquistaníes para «inyectar confianza mutua» entre ambos vecinos, que han mantenido disputas fronterizas durante los últimos años. Pekín busca además integrar a Kabul en los proyectos de las Nuevas Rutas de la Seda, con los que pretende tejer una red comercial internacional y globalizar su influencia.

Además, el gigante asiático ya ha apelado a otros países del entorno como Uzbekistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán a que se opongan a «injerencias externas» para «hacer de Asia Central un campo de cooperación beneficioso en lugar de uno para los juegos geopolíticos».

Influir en el conflicto birmano 

Otra de las recientes visitas de Qin Gang ha sido a Birmania, donde se reunió con el jefe de la junta, Min Aung Hlaing, el encuentro de mayor nivel entre Pekín y Naypyidó desde el golpe de Estado en febrero de 2021, escenificando el apoyo actual de China a los militares tras mantener un perfil bajo durante los pasados dos años, en los que las milicias prodemocracia han ganado terreno a las fuerzas armadas.

El objetivo inicial del gigante asiático, que tiene 2.129 kilómetros de frontera con Birmania y es su mayor socio comercial, sería asegurar que el Ejército protege y reinicia allí sus proyectos, algunos estancados desde el golpe, entre ellos los relacionados con ganar acceso al océano Índico, temiendo que una victoria de la oposición ponga cotos a su influencia.

Para ello, China refuerza lazos con el Ejército y también media entre este y las guerrillas étnicas con el objetivo de impulsar la estabilidad más a largo plazo, convirtiéndose discretamente en el actor externo «más proactivo» en Birmania, frente a las divisiones de la regional Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y ante la distracción de EEUU por la guerra de Ucrania.