Desenfadado, clásico, moderno... y con sabor

M.B
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Óscar Guantes y Daniela Ostos nos cuentan qué es Malasaña, un bar que se ha abierto un hueco en la gastronomía de la ciudad gracias a sus croquetas y a una tortilla de patatas poco cuajada

Daniela Ostos, en la cocina de Malasaña. - Foto: Jonathan Tajes

Malasaña. Así a bote pronto suena a barrio de Madrid, a zona de moda, de ocio diurno y nocturno... pero el Malasaña del que hablamos es de aquí, de Valladolid. «Es verdad que es como homenaje al barrio madrileño porque queremos tener un local desenfadado, moderno y clásico, para gais y heterosexuales, donde cabe todo el mundo. Mi idea de un bar es diversión y mi idea es que sea como uno de Madrid, tipo Bodega La Ardosa, con sus cañas, su vermú de grifo...», explica Óscar Guantes, conocido por atender desde detrás de la barra siempre con una chistera y que ha hecho que el Malasaña de Valladolid se haya abierto un hueco entre las mejores tortillas de patata de la ciudad: «Es un producto que define a una cocina. Hay que pensar que tiene pocos ingredientes y que probablemente es el que más se hace en España... y a cada uno le gusta de una manera». 

Óscar, junto a Daniela Ortos (la que manda en la cocina), y el hijo de ambos, Óscar, son Malasaña, un nombre que nació vinculado a un bar de Covaresa en diciembre de 2017, que pasó por la ecoterraza de las pistas de tenis y que el 1 de marzo se disponía a abrir sus puertas en su actual ubicación, Arco Ladrillo, 28: «Ya nos habíamos dado a conocer y teníamos un valor bueno, que era el nombre; pero la pandemia se cruzó en nuestro camino. Pudimos abrir algo, primero para llevar a partir de mayo;y luego con el local en verano; pero ahora de nuevo estamos solo para llevar... esos sí, lo llevamos nosotros mismos. La verdad es que es un momento complicado y hay que agradecer el trato del dueño del local». Óscar, hostelero palentino y de familia de hosteleros, se decidió a volver a este mundo ese 2017. Y junto a él se puso Daniela, que revela que lo suyo no era la cocina sino la moda. De origen colombiano estudió para ello, hasta que Alberto Soto (chef de Cepa 21) probó sus tortillas y croquetas.

Desde entonces, entre fogones, prueba y prueba, toma referencias y tan pronto hace unos callos, como unas patatas a la importancia o con calamares. El bar Malasaña tiene su santo y seña en esa tortilla de patatas, «poco cuajada», y que prácticamente siempre sale igual: «Pesamos las patatas, que seleccionamos de Laguna o de alguna huerta de Palencia; y hasta la sal. Y los huevos, de gallina en libertad, son muy importantes. Aunque hay gente que se la lleva y le gusta que repose, lo mejor es comerla recién hecha». Las pueden hacer sin cebolla, con chorizo o como se pida, pero la clásica con cebolla es la que triunfa. Con unos 9-10 huevos, sale por 12,50 euros (2,30 el pincho en barra). Pero en su cocina tienen mucha fama las croquetas, los callos al estilo riojana (con morro y patitas de cerdo), las patatas bravas, las ensaladas de tomates, las empanadillas de rabo de toro (con masa de maíz): «Aquí todo es casero».

Ahora todos los platos son para llevar, pero en cuanto puedan volver a abrir el local –con una decoración cien por cien ochentera y fotos y letras de canciones de Sabina, Tino Casa, Los Secretos...–, tienen varios proyectos en mente, como retomar el plato del día que, con una bebida, salía por 5,50 euros; o incluso añadir conservas. El bar, con una capacidad para unos 80 comensales, cogió mucha fama, como revelan sus dueños, gracias a los buenos comentarios en redes sociales: «La verdad es que nos ha ayudado».

Entre sus clientes habituales, además de muchos de los que empezaron a ir por su bar en Covaresa, hay hoy futbolistas del Real Valladolid, jugadores de balonmano del Atlético Valladolid, entrenadores e integrantes del VRAC y de El Salvador de rugby, el grupo Celtas Cortos o expolíticos, como el que fuese presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera. Y si van todos esos... «Tenemos muchos proyectos en mente, pero no hemos tenido tiempo».