Una 'recompensa' con homenaje familiar

M.B
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Luis Miguel de San Ceferino y Alejandra Rayo nos abren las puertas de Mercé Restaurante, un local con nombre de aroma a 'recompensa' y a homenaje familiar

Luis Miguel de San Ceferino, en Mercè Restaurante. - Foto: Jonathan Tajes

Mercè no es solo un nombre. Al menos no lo es para  Luis Miguel de San Ceferino y Alejandra Rayo. Es un homenaje familiar. La madre, la abuela y la bisabuela de Luismi tienen en común el nombre, Mercedes. Es un guiño a Barcelona, donde vivió Alejandra y de donde se nutrieron para la decoración. Y es un significado (en una de sus acepciones es recompensa) a veinte años de trabajo entre los fogones.

El restaurante Mercè abrió sus puertas unos meses más tarde de la eclosión de la pandemia de la covid, en agosto de 2020, en pleno centro de Valladolid capital, en la calle Fray Antonio Alcalde, 8. Aunque el proyecto surgió mucho antes. Quizá en aquella calle Mercedes donde ambos vivieron. Quizá en aquellas primeras incursiones de Luismi en la cocina de su abuela, Mercedes. O quizá en las primeras tortillas de patatas, «no recuerdo sin con 6 o 7 años», que el mismo Luismi hizo para los amigos de su hermano mayor.

Luismi es hoy el dueño de los fogones de Mercè. Aunque sus inicios se remontan a hace dos décadas, cuando la salida de Jero de La Mina le abrió una puerta: «Me gustaba comer de pequeño y me gustaba cocinar y ver cómo lo hacía mi abuela. Mi madre siempre ha trabajado en hostelería y tuve que aprender. Un día me llamó y me dijo que había una posibilidad de entrar en La Mina. Estuve allí dos años y luego en La Criolla otros 16». Los últimos como jefe de cocina. Aprendió de su abuela, natural de Reinosa (Cantabria), y de su propia actividad desde que comenzó a trabajar con tan solo 18 años.
Su vena emprendedora, unida a la de Alejandra, decidió el siguiente paso. Tras algunas incursiones en diferentes negocios, encontraron el local que buscaban, pequeño, con una barra apañada y dos salas para entre 14 y 18 comensales en cada una de ellas. Pero la covid se atravesó en su camino. Tuvieron que retrasar las obras para acabar abriendo en agosto de 2020. Con el nombre ya definido: «Mi abuela había muerto en febrero de 2020 y el nombre une mi historia profesional, por aquello de recompensa, con la emocional, por mi familia».

Aunque tardaron más en abrir, lo hicieron muy definidos en cuanto a su gastronomía: «Hablamos de cocina tradicional con una vuelta, evolucionada». Y ahí aparece su ensaladilla con tartar de atún rojo; su guiso de chipirones en su tinta, «con chipotle y alioli de lima»; sus huevos rotos con pulpo y crema de queso de tetilla... y, por supuesto, sus canelones de lechazo, «un plato Valladolid cien por cien, con queso de Villalón, lechazo y patata de aquí».
«Trabajamos mucho con producto tradicional, el cochinillo, el lechazo, la carrillera, local y de temporada. Con un trato diferente pero sin enmascarar los sabores», señalan casi al unísono Luismi y Alejandra, que trabajan juntos la carta y las novedades en la misma.

Abren de martes a domingo; y cierran domingo por la noche y lunes. Además de las dos salas cuentan con una terraza que les puede llevar a duplicar comensales, y desde hace poco con la mejor ayuda posible, la de la madre de Luismi, Mercedes, que dará el poso de veteranía con 30 años de experiencia.

Luismi y Alejandra son un equipo. Él en cocina, ella en sala. Ambos se conocieron en torno a la hostelería sin saber que sus familiares ya habían tenido contacto a través de negocios de restauración hace muchos años. Hoy comandan un restaurante con decoración y nombre con vinculaciones a Barcelona; con nombre y alma castellana; y cocina con sabor y tradición pero con ese toque que la hace diferente.