Abriendo camino desde el hotel Negresco

M.B
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Eva y Gonzalo Soriano nos abren las puertas del restaurante Niza, que este lunes cumple 30 años

Eva Soriano, en la cocina del Niza.

La historia del Niza la empezó escribiendo hace tres décadas Gonzalo Soriano (padre) y la continúan hoy sus hijos (Eva y Gonzalo). Es la historia de un restaurante franco-italiano, de unos crepes que de primeras no funcionaron, de una mudanza y de un local innovador, con apertura de mentes –en todos lo sentidos de la palabra–. Es la historia de un establecimiento de cocina internacional, con platos vegetarianos, aptos para veganos y sin gluten, abriendo camino para muchos otros locales. Y es la historia de una ciudad, la francesa Niza, muy vinculada a los Soriano.

Porque el logo del restaurante es la cúpula del Hotel Negresco, con más de un siglo de vida en la ciudad gala de la Costa Azul. Porque allí vivió Gonzalo Soriano una etapa de su vida. Y porque parte de esa historia, de Gonzalo padre, está dibujada ahora en las paredes del restaurante de la calle Padilla.

El Niza, como le conoce todo el mundo, cumple 30 años este lunes, 16 de noviembre. Abrió sus puertas en la calle Esgueva y desde hace 16 años lleva alimentando paladares en su actual ubicación. «Todo surgió de mi padre. Con la crisis de la Costa del Sol decidió venirse para aquí y, al haber vivido en Niza, abrir un restaurante de comida francesa e italiana», recuerda su hijo, Gonzalo, que no olvida que muchos clientes y otros hosteleros les dieron seis meses de vida: «Empezamos con pizzas, crepes, fondue...». No solo no cerraron en esos seis meses, si no que fueron creciendo hasta decidir mudarse a la calle Padilla, abriendo en Esgueva una crepería: «Es curioso que al principio no funcionaban y apenas vendíamos, y luego abrimos una crepería».

En su actual local, el diseño ha sido una de sus señas de identidad, renovado hace seis años: «Fuimos de los primeros en coger las ideas que ya funcionaban en Madrid y Barcelona, rompiendo con el concepto de la hostelería más clásica».

En los fogones manda Eva, que dirige un equipo formado por hasta nueve personas. La gastronomía aquí es internacional: «No queremos que nos encasillen en cuanto ser un italiano... empezando porque Niza no está en Italia. Aunque empezamos siendo franco-italiano ahora tocamos muchos palos, con muchos platos asiáticos, ya que a mi hermana le gusta mucho viajar allí».

Fueron de los primeros en meter en la carta platos vegetarianos y veganos; y están reconocidos como los primeros de Castilla y León en optar por comida sin gluten: «Ahora tratamos de poner cuidado en todas las posibles alergias». Con la covid han buscado siempre estar un paso por delante, implementando medidas antes de la primera ola y dedicando tiempo con cada cliente para explicarle su funcionamiento en esta segunda, antes del cierre de la hostelería, con gel nada más entrar; higienizante en la taza del baño; anulación del secador de mano y entrada y salida por diferentes puertas...

Abría y abrirá en cuanto pueda todos los días de la semana para comidas y cenas menos los martes –cierra todos los meses de septiembre–. Tiene capacidad para 60 comensales, aunque desde la llegada de la covid nunca ha metido más del 50%; y no cuenta con menú del día: «Tenemos una carta sencilla que vamos retocando en función de los platos que menos salen». Eva se encarga de esos platos: «Los prueba con nosotros. Y si nos gustan estamos seguros de que pueden gustar a mucha gente. Queremos que sean sabrosos, elaborados pero sencillos».

Uno de los acentos está en el remate final: «Nos gusta acabar con un buen postre. Con, por ejemplo, nuestra tarta de Lotus o el Brownie vegano». De ahí que sean de los que más se cambian en esa carta. Ahora, con el cierre provisional de la hostelería, mantienen el servicio para llevar, viernes para cenas; y sábados y domingos para comidas y cenas. «Nos vemos pronto... si Dios quiere... perdón, si quieren ‘los que saben’», escribía tras ese cierre Gonzalo en sus redes sociales.