La lucha de clases de Luis Landero

Carmen Naranjo (EFE)
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El escritor extremeño publica 'Una historia ridícula', en la que cuenta cómo Marcial, de origen humilde, intenta conquistar a una mujer adinerada introduciéndose en su círculo

La lucha de clases de Luis Landero - Foto: FERNANDO ALVARADO

Cree el escritor Luis Landero que las personas odiamos mucho más de lo que decimos y que se trata mucho más el tema del amor que el del odio, dos grandes asuntos que aborda desde el humor, la ironía e incluso el esperpento en su nueva novela, Una historia ridícula. Publicada por Tusquets, la última novela del escritor de Alburquerque (Badajoz), considerado uno de los nombres esenciales de la literatura española actual, es la delirante historia de amor de Marcial, un hombre que trabaja en una industria cárnica.

«Un tiquismiquis y un tocapelotas», describe el autor, que añade que se trata de un hombre orgulloso de su elocuencia y de su propia filosofía del mundo, y que conoce un día a una mujer de una familia culta y adinerada que representa todo lo que él envidia en la vida.

Porque Marcial, explica Landero, es un resentido contra el mundo después de las burlas que ha sufrido desde su infancia y, con esta historia de amor aspira a entrar en el culto entorno de su amada, llegar a lo imposible, al mundo de la elegancia, de la alta cultura, el del dinero.

Un «resentido con causa» al que le gusta tanto el amor como el odio, un sentimiento que cree que une más: «Cree en los flechazos del odio y en el odio a primera vista», explica el extremeño, que piensa que se habla mucho del amor y poco del odio, dos sentimientos igual de antiguos en los libros, dice Landero, para quien los personajes de Shakespeare «son los mejores que han odiado de la literatura».

Pero el amor es mucho más lucido y el odio y la envidia «son pasiones secretas que hay que esconder», sostiene el autor, que destaca cómo su protagonista es, por el contrario, un ser que odia a casi todo el mundo, aunque el carácter cómico del personaje atempera esos sentimientos.

«Es bueno que nos callemos nuestros odios porque siempre hay gente cercana a la que, si no odiar, al menos no tenemos ningún tipo de simpatía y callamos y disimulamos. Si realmente mostráramos nuestros odios y nuestras antipatías, el mundo sería inhabitable», subraya el autor, que insiste en que es Marcial, el protagonista de su última novela, el que ha escrito el libro porque tiene una voz «tan especial» que le daba la impresión de que él se limitaba a transcribir lo que le iba diciendo.

Este personaje que resultó ser un «tiquismiquis y un tocapelotas» ya había aparecido en un tema breve que escribió Landero hace más de 30 años, recuerda. Y su voz y la seriedad con que hablaba le quedó en la memoria en reserva hasta que en el principio del confinamiento por el coronavirus decidió «tirar del hilo» y «Marcial empezó a hablar y a fluir» y ha terminado siendo una novela, sin intención, asegura.

Una obra que le ha divertido al describir cómo ese hombre, demasiado pagado de sí mismo, despliega sus talentos para enamorar a la mujer de sus sueños y desbancar a los otros pretendientes, hasta llegar el día ansiado en que es invitado a una fiesta en su casa, donde se decidirá su destino.

También Landero ha recurrido al humor de las cosas cotidianas para escribir su novela, una forma de provocar la risa que era tan habitual en el cine mudo: «Esas pequeñas cosas, la pesadilla de la realidad cotidiana de las que no consigue desenredarse esta persona, que siembre se ve lastrado por las menudencias», destaca el autor de su protagonista. Yañade de forma tajante:«Son minucias de la vida que hacen a veces ridícula a la especie humana». 

Recuerdos de niño

Hace unos meses, el literato, que se dio a conocer con Juegos de la edad tardía (Premio Nacional de la Crítica y de Narrativa en 1990), publicó también en Tusquets El huerto de Emerson, echó la vista atrás, a la infancia. Los recuerdos de un niño en su pueblo en Extremadura se mezclan con las personas que fueron importantes para él y también con otros nombres, el de grandes autores de las letras que han marcado al escritor, como Kafka o James Joyce.

Respecto a si cualquier época pasada parece mejor, Landero, de 74 años, que fue músico y bueno de muchacho, reconoce que, «inevitablemente», hay una idealización de la infancia, porque supone «una mezcla de ternura y sentimentalismo». «Lo recordamos a través del niño que lo vivió, es una época feliz de hallazgos y descubrimientos y todo eso hace que te sientas protegido e impune».

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