Ya no se oyen balidos en Villanueva de San Mancio

R.G.R.
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Julio Mulero, el último pastor del municipio, se jubila después de 50 años detrás de las ovejas. «Irán todas al matadero, ya nadie quiere continuar con este oficio»

Julio Mulero, con su rebaño en Villanueva de San Mancio. - Foto: Jonathan Tajes

Medio siglo. Ni más ni menos que 50 años al cuidado de un rebaño. Julio Mulero está a punto de jubilarse al cumplir 65 años. Recuerda cuando empezó con apenas 14 años ayudando a su tío con las ovejas. Iba a escuela en bicicleta siendo un niño por la mañana desde su Villanueva de San Mancio natal, hasta Medina de Rioseco. Madrugaba en ocasiones para dejar algunas tareas hechas y después asistir a las clases. Una vez terminaba la jornada lectiva, volvía sin cesar en su pedalada para continuar asistiendo a los animales junto a su tío.

Poco a poco, fue descubriendo que ese mundo le atraía. El hecho de trabajar con los animales fue atrapándole con el paso de los años hasta que después de que su tío dejara el oficio, llegó su turno. Han sido 50 años detrás de las ovejas, pero ha llegado el momento de decir adiós. El próximo febrero cumplirá 65 y en este mes de octubre ya dejará las ovejas. Estos son los últimos días de balidos en Villanueva de San Mancio. Un pueblo tradicionalmente agrario y ganadero que ha visto cómo sus rebaños se perdían con la llegada de la mecanización. Ahora, desde este mismo mes de octubre, las ovejas ya no recorrerán sus caminos ni sus prados. 

Julio tiene 260 cabezas de ganados. «Irán todas al matadero. Ya nadie quiere quedarse en este oficio, que no da casi ni para vivir». Los mosquitos junto al río Sequillo acompañan sus últimos viajes con el ganado. «Llevo saliendo al campo durante los últimos cincuenta años y ahora por fin voy a poder sentarme en el sofá a ver la televisión tranquilamente». Todos sus trabajos, como el ordeño o el esquileo, quedarán atrás de la noche a la mañana. 

Este veterano pastor se conoce cada una de las tierras del municipio. Cuál vale y cuál no, qué ofrece cada parcela. Dónde pueden comer las ovejas en el campo y en qué lugares se encuentran mejor con el frío del invierno y durante los asfixiantes días de verano. Conocimientos adquiridos con el transcurrir de los años a la intemperie. Una sabiduría ancestral que ya no podrá trasmitir a nadie. El oficio de pastor concluye para Villanueva de San Mancio. 

Julio tiene dos hijos, pero ninguno de los dos ha querido continuar con la explotación ganadera. Es más, el propio Julio tampoco quiere que sigan con la tradición familiar.  Un trabajo en el que todos los días amanece como muy tarde a las seis y media de la mañana y ya comienza el trabajo. No hay excepciones. Hay que ordenar a primera hora. La leche se marcha camino de Navarra mediante la venta a una cooperativa. Después llega el momento de almorzar. Al ser posible de forma copiosa, ya que después llega una jornada completa en el campo. «Suelo estar hasta las cinco y media de la tarde». Y después a ordeñar otra vez. 

Son jornadas que duran doce horas. Sin domingos ni festivos. Da igual que llueva, haga calor o nieve. Para el oficio de pastor no hay descansos. «Siempre que he tenido que ir a algún evento o a cualquier sitio especial lo he hecho mirando al reloj. Por ejemplo, en una boda pensando que me tengo que ir porque hay que ordeñar a las ovejas. A partir de este momento, lo voy a poder hacer tranquilo».

En casa, están deseando que llegue el momento de que las ovejas se vendan al matadero y Julio pueda, por fin, descansar. Su esposa siempre ha representado un gran apoyo en su labor de pastoreo y ahora también ella podrá disfrutar de más tiempo junto a su marido. Julio no suele acudir a su domicilio a comer. Lleva la 'merienda' en una mochila que hace las veces de zurrón. En pleno invierno sí acude junto a su esposa al calor del hogar, mientras las ovejas descansan en la nave. Pero el resto del año come solo en el campo. Lo ha hecho así durante medio siglo. Ni siquiera ha tenido el 'privilegio' de poder comer sentado a una mesa. Ahora tiene claro que lo va a hacer. Un plato caliente es lo que quiere, sea lo que sea, pero caliente.  

sin novedad. Los vecinos se han tomado bien el hecho de que las ovejas no vuelvan a recorrer los caminos, probablemente, nunca más. «No es el único pueblo en el que pasa. En la mayor parte de los de alrededor se ha dado la misma situación y ya no hay ovejas. Nadie se va a meter en un negocio de 200.000 o 300.000 euros con el porvenir que tiene la ganadería». Así, Julio Melero tendrá el dudoso honor de ser el último pastor que existió en Villanueva de San Mancio. Ya no habrá más balidos. El oficio desaparece.