Feijóo quería marcar su impronta y alejarse de la estrategia del no es no de Casado, empecinado en hacer una oposición basada en el machaque permanente al gobierno, sin ninguna posibilidad de diálogo. El nuevo presidente del PP pretendía presentar una alternativa al gobierno y, segundo, analizar la posibilidad de llegar a acuerdos sobre asuntos que afecten directamente al bienestar de los ciudadanos. No se sabe si pretende todavía mantener esa actitud después de la experiencia de estos días.
Feijóo y su equipo dieron prioridad a la economía y además enviaron su proyecto a Moncloa. Inútil. Ni siquiera hubo acuse de recibo, lo que indica que además de mala educación, el equipo de Sánchez, y el propio Sánchez, engañan a los españoles cuando presumen de su disposición constante a dialogar. No es cierto. Excepto si se trata de dialogar con el ala más oscura de la política española, que es precisamente la que ha elegido como socios Pedro Sánchez para garantizar la supervivencia del gobierno.
El PP no pedía imposibles, ni cesiones, ni arrinconar al gobierno. Pedía simplemente que el decreto de ayudas para superar la crisis provocada por la guerra de Ucrania, que provocaba un alza desmesurada de precios. Se tramitará como proyecto de ley, que permite la presentación y aprobación de enmiendas. El PP quería que se estudiara la posibilidad de bajar impuestos a las familias con menores ingresos, bajar el IVA energético, clarificar el destino de los fondos energéticos y aligerar la burocracia. Ningún disparate. Ofrecía a cambio la abstención al decreto, lo que permitía al gobierno aprobar el trámite parlamentario. No. Nada. Ni agua al PP. Bildu ofreció su apoyo y Sánchez rechazó entonces cualquier posibilidad de negociar y alcanzar algún tipo de acercamiento, de acuerdo, con el PP.
Este gobierno, está cada día más claro, no vela por el interés ciudadano, sino por tratar de aislar a su principal adversario. Si para eso necesita echarse en brazos de partidos que nunca dan nada gratis total, y lo que piden casi siempre se mueve en el terreno movedizo del chantaje y de la inconstitucionalidad, no importa.
Está en su derecho Pedro Sánchez de ejercer el gobierno como le dé la gana, pero que se ande con ojo. Ya no cuela descalificar al principal partido de la oposición echándole en cara que llega a pactos con la ultraderecha. A la mayoría de los españoles lo que le importa es que el gobierno le resuelva los problemas o intente resolverlos, pero al equipo de Pedro Sánchez no están en esa tarea, sino en otra, mucho más pedestre y también más egoísta: pactar con quien sea, aunque sea el diablo, con tal de mantenerse en Moncloa. Estrategia que un porcentaje alto de españoles, muchos de ellos votantes del PSOE, empiezan a considerar que no es lo mejor para un país que necesita levantar cabeza. Más aún en tiempos de crisis muy seria como la que estamos viviendo.