Margareto: "Necesitamos más gente como Mamá María"

C. Combarros (Ical)
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El editor gráfico de la Agencia Ical presenta este martes en el Auditorio Fundos 'Héroes en el Congo', dentro de la sección Castilla y León en Largo de Seminci

El editor gráfico de la Agencia Ical presenta ‘Héroes en el Congo’. - Foto: Ical

'Héroes en el Congo' es la quinta selección del editor gráfico de la Agencia Ical en Seminci. Eduardo Margareto, que presentará mañana martes su nuevo largometraje en la sección Castilla y León en Largo, en el Auditorio Fundos a partir de las 16.30 horas, se estrenó en el festival en 2014 con '24', y dos años más tarde presentó en el certamen 'Cuando Zorrilla fue Twickenham', codirigido con Kike Bueno. En 2019 regresó (esta vez en la sección DOC. España) con 'Cuba crea', y este año hace doblete con 'Ramiro, pastor de por vida' que participó ayer domingo en Castilla y León en Corto, y 'Héroes en el Congo', donde rinde homenaje "a todos los misioneros que han dejado su vida por ayudar a los más pobres".

¿Cuál fue la chispa que propició el documental?

A través del periodista y poeta Jesús Fonseca conocí a Tomás Martínez, el responsable de Proyecto Rubare, una ong con sede en Burgos que lleva quince años desarrollando proyectos sociales en Rubare, una de las zonas más pobres del Congo. Allí el 28 de octubre de 2008 una bomba de fabricación española cayó en una misión que tenían las monjas del Instituto de Religiosas de San José de Gerona, y una de las mujeres que allí estaban era la Hermana Presentación López, de Burgos, a quien le tuvieron que amputar ambas piernas y estuvo a punto de fallecer. Al conocer la noticia, a Tomás le impactó tanto que decidió montar una ONG para ayudar en la zona. 

¿Cómo es aquello?

Es una zona que está dentro del Parque Nacional de Virunga, muy famoso por sus gorilas. Es un sitio espectacular, pero que está controlado por las guerrillas y es muy conflictivo. Allí no llegan otras ongs ni la ONU. De vez en cuando puedes ver un coche de Médicos sin Fronteras y poco más, al margen de la Fundación Kivu Jambo y Proyecto Rubare, ambas burgalesas. Todo comenzó con un dispensario que las monjas habilitaron para ayudar a quien lo pudiera necesitar. Ellas nunca han hecho distinciones, atienden a 'buenos' y a 'malos', siempre y cuando no entren con un arma en las manos. 

¿Y qué le impulsó a documentar su labor?

Hablando con Tomás, me explicó que aunque llevaban muchos años trabajando allí, apenas tenían fotos que documentaran su labor y que les permitieran mostrar todo lo que hacen. Siempre han trabajado con entidades de Burgos, y están poniendo en marcha proyectos cada vez más grandes, como colegios o proyectos para llevar agua potable a zonas que carecen de ella. Las instituciones les han aportado financiación pero luego son estructuras que requieren un mantenimiento, y necesitan más ayudas para hacerlas sostenibles. Ellos nunca se habían preocupado de 'vender' lo que hacen allí, y me invitaron a conocerlo cuando inauguraron una escuela en la que se conoce como 'la isla olvidada de África', en el Lago Kivu, en el este del Congo. Cuando llegué allí aluciné con lo que hacen.

¿Cuál fue su primer impacto al llegar?

Muchísima tristeza. Se te cae el alma a los pies, sobre todo al ver a los niños. En Rubare tienen un problema muy grande: los niños de 0 a 5 tienen una mortalidad del 75 por ciento, porque cuando las madres salen a trabajar o al campo a rebuscar lo que pillan para poder intentar venderlo tener algo que comer, a los niños pequeñitos les dejan solos o a cargo de los mayores, y cuando pasas por allí les ves en la calle, totalmente abandonados y desnutridos, y eso te impacta muchísimo. El propio Tomás me enseñó a ver en los ojos de los niños cuántos días más o menos levan sin comer, y eso te marca. 

¿Qué le pareció el trabajo que desarrollan ambas ongs allí?

Espectacular. Tienen por ejemplo una especie de guardería en la cual le brindan a un centenar de niños que están en la calle un lugar recogido, controlado por las monjas, donde al menos reciben una comida diaria. Hay niños que no comen porque sus padres tampoco comen. No hay nada allí. Es fundamental que cuenten con un lugar donde estar atendidos porque muchas veces fallecen por accidentes que serían perfectamente evitables, como atragantamientos o intoxicaciones que si hubiera alguien pendiente de ellos no se producirían.

¿Qué más proyectos tienen?

En Congo no se transforma nada. En Ruanda y Uganda, que son los países vecinos, cogen sus materias primas y las devuelven al Congo cobrando auténticamente auténticos dinerales. Por eso han decidido montar también una pequeña fábrica de azúcar, harina y pan donde trabajan más de 20 personas, que representa el único proyecto de desarrollo y sostenibilidad en una de las zonas más pobres del mundo, bajo el azote de la violencia y el olvido externo. En esa factoría que gestionan como una cooperativa dan trabajo a mujeres muy jóvenes a las que ha violado la guerrilla, y su familia las ha repudiado. Les aseguran los ingresos porque les compran lo que producen y es una forma de generar ingresos. 

Otra propuesta es para llevar agua potable a la isla de Idjwi ¿no?

Allí tienen un problema gravísimo con el agua, tienen que hacer kilómetros y kilómetros para conseguirla. Ahora la Junta de Castilla y León les acaba de aprobar una ayuda para canalizar unos treinta kilómetros, y desde las ongs están también hablando con Aquona porque necesitan más apoyos que les permitan habilitar varios puntos de suministro.

¿Desde su primer viaje tuvo claro que allí había una película?

Sí, claro. Porque se tiene que saber lo que esta gente hace allí. Me parece muy triste que estén haciendo esa labor y no se conozca. Además desde el punto de vista periodístico  tiene mucho interés. A mí lo que me gusta es contar historias. Soy gráfico, llevo casi 30 años en la profesión y lo que me gusta es contar historias, y esto es una historia alucinante, empezando por Mamá María, la Hermana Presentación López, que es la protagonista oculta y el motor del proyecto. Necesitamos más gente como esta, que va allí y se juega a su vida, sus vacaciones, su familia y su todo por ayudar a los demás e intentar que niños no se mueran de hambre, cosa que no hacen las grandes ONGs.

¿Qué es lo que más le sorprendió de ella?

Que es como Teresa de Calcuta. Te transmite una paz y una serenidad inmensas. Es una persona que ha sufrido tanto… Le han arrancado lo que más quería, que era estar allí, y te dice que ella se levanta y es feliz, aunque le encantaría estar allí. Aquello era su vida. Llevaba doce años en el Congo cuando fue víctima del fuego cruzado entre congoleses y ruandeses. Su máxima vital es que no entiende el vivir si no es para los demás. Necesitamos más gente así. 

¿Cómo estructura la película?

Comenzamos con la monja aquí, en la residencia donde vive en Burgos, contando lo que pasó, y a raíz de ahí iniciamos el viaje allí, al este del Congo donde ella trabajaba. Siempre haciendo referencias a los proyectos que están desarrollando, a Mamá María y a las mujeres que tomaron su relevo allí, además de la propia gente de la zona.

¿Qué mensaje intenta transmitir con la película?

El objetivo es dar visibilidad a gente muy humilde y que habitualmente no tiene medios para contar las cosas que están haciendo. Es gente que llega allí además con dinero recaudado entre otra gente muy humilde también; la primera escuela por ejemplo que inauguraron se llama Gamonal porque se creó con fondos recaudados entre los vecinos de ese barrio de Burgos. Por otra parte también queríamos contar cómo la gente puede ser tan pobre en un territorio tan lleno de riqueza natural, porque allí está el segundo pulmón del planeta tras el Amazonas, y tienen minas de coltán y de oro. También le hago un pequeño homenaje a los naturalistas que cuidan en el Parque Nacional de Kahuzi-Biega a los gorilas de Grauer, que están en un tremendo peligro de extinción y tienen en Lwiro uno de los santuarios de chimpancés más importantes que hay en el mundo, y sus responsables son también españoles. 

¿Qué supone poder mostrar ahora la película en Seminci?

Es fundamental. Para mí era muy importante que el documental se viera. Estar en el festival y poder tener esta visibilidad es clave, porque ayudas a difundir su labor. Los auténticos protagonistas son ellos, y queremos que mañana cuenten su historia y que la gente realmente les escuche. Es una forma de darles voz y que se conozca su trabajo. Tenemos que ser solidarios, porque lo pasan muy mal. Si tuviéramos la oportunidad de ver lo que hacen estoy convencido de que la realidad sería de otra manera.