El sector del ocio infantil, uno de los grandes olvidados

M.B
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«No tenemos visibilidad y no hemos recibido ninguna ayuda», se quejan los centros y parques de bolas vallisoletanos. La mayoría se mantienen cerrados y los que han abierto apenas reciben a niños

Dragon Vall abrió en octubre. Ha cambiado el sistema de reservas, limpiando y fumigando tras cada uso. - Foto: Jonathan Tajes

Desde mediados de marzo, 1.700 centros infantiles (parques de bolas y similares) han cerrado sus puertas de forma definitiva en España. Cada día son media docena de cierres. Y el sector no aguanta más. En Valladolid son pocos los que se han decidido a abrir y mantenerse así debido a las restricciones, de aforo, de distanciamiento... y eso que, aseguran, cumplen de forma estricta con todas las medidas, incluidas las de limpieza y desinfección después de su uso, «a diferencia de lo que ocurre en los parques al aire libre, ya que allí es imposible».

«Por el momento no hemos recibido ninguna ayuda. No tenemos ni visibilidad. El sector del ocio infantil es el gran olvidado», clama en voz alta Encarna García, dueña de Dragon Vall, un local con 1.200 metros cuadrados (y 600 de juegos): «Son 5.883 metros cúbicos de aire en una instalación relativamente nueva, que tiene 3 años». Reabrió en octubre pero apenas acuden niños: «Uno al día, como mucho, entre semana; y alguno más el fin de semana pese a cambiar el sistema de reservas y solo tener un aforo del 17% –sobre una capacidad para 200 niños–». 

Dragon Vall está situado en la avenida Gijón, la principal arteria que acoge este tipo de instalaciones, donde también se encuentran el Castillo de los Sueños o Yupiparty. Hasta marzo era algo así como la ‘milla de oro del ocio infantil’. «Estamos abiertos, pero con una afluencia bajo mínimos. La tienda está cerrada y apenas tenemos niños. Llevamos acumulando pérdidas desde marzo, con ERTE y sin recibir ayudas... ni se nos menciona», asegura Jorge desde Yupiparty, con siete salas (dos de ellas, en Delicias, cerradas) y capacidad para centenares de niños. De momento aguantará pero no todos han podido o podrán.

La instalación del Castillo de los Sueños sigue sin abrir sus puertas y su dueña, incluso, está pensando en un cierre definitivo.La instalación del Castillo de los Sueños sigue sin abrir sus puertas y su dueña, incluso, está pensando en un cierre definitivo. - Foto: D.V.Es el caso de Divertifiesta Arroyo, que anunció su cierre en julio: «El equipo no ha podido afrontar tanto tiempo con sus puertas cerradas a los más pequeños». Y quizá sea el del Castillo de los Sueños. «Ahora mismo estamos cerrados y estamos valorando todo, incluso el cierre definitivo», se sincera Paloma Carballo. Lleva 8 meses sin poder abrir: «Ningún negocio se puede mantener con cero ingresos y todo gastos». De momento está tratando de renegociar el alquiler para ver si puede aguantar una temporada más. Su local estaba preparado para un centenar de niños, aunque como mucho daba cabida a 80 en sus casi 600 metros cuadrados: «Si llegamos a saber que no íbamos a poder abrir, habríamos cerrado en marzo». 

asociación regional. El parque infantil más veterano de Valladolid y pionero a nivel nacional es Indiana Bill. Ahora está cerrado y con temores y miedos. «Pensábamos haber abierto para Navidad pero viendo cómo está todo. Y si abro, ¿cierro la cafetería de los padres?», señala Yolanda Martín, que añade que como no se sabe cuánto se van a alargar las restricciones desconoce cuál será su futuro: «A ver qué pasa con las vacunas. Hemos tenido que pedir créditos ICO y los de Iberaval».

En su caso ha dado un paso más y está creando una Asociación de Parques Infantiles de Castilla y León: «De momento somos seis, entre Valladolid, Burgos, León, Soria...). Somos aún pocos». «Necesitamos ayudas del Ayuntamiento y de la Junta para poder seguir tirando cerrados, al menos hasta la llegada de vacuna», reconoce.

El centro más veterano, Indiana Bill, se mantiene cerrado desde marzo. El centro más veterano, Indiana Bill, se mantiene cerrado desde marzo. - Foto: D.V.Todos relatan la misma situación. Hay llamadas, algunas. Pero son solo para ver si están abiertos y si puede acudir uno o dos niños: «Algunos llaman para cumpleaños pero luego vuelven a ponerse en contacto para anularlo». «Ventilamos, pasamos máquina de fumigar después de cada uso», ratifica Encarna.

2020 está perdido para ellos. Su principal época es de octubre a marzo. Sus trabajadores están en ERTE y tienen miedo de tener que recurrir a ERE. Y no saben qué ocurrirá a partir de marzo de 2021. «Obviamente temo por el negocio, que es el esfuerzo y sacrificio de toda mi vida», revelan. Pero añaden: «Eran los centros de socialización de los niños. Y es muy gratificante cuando vuelven y se oyen sus gritos y risas».