La pasta alza el vuelo

Agencias-SPC
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El emblema gastronómico de Italia se encarece golpeado por la subida del precio de la energía y la falta de materias primas

La pasta alza el vuelo

La pasta o la pizza, insignias de la gastronomía de Italia, son dos delicias hasta ahora al alcance de todos los bolsillos. Un privilegio que el constante encarecimiento de la energía y la falta de materias primas por la guerra en Ucrania podría poner en peligro. «El precio de la pasta en el supermercado sube por efecto del encarecimiento del trigo duro desde el pasado octubre. Aumentaron los costes de las materias primas, la energía, el transporte y todo lo que hace falta para que llegue a las estanterías», explica Andrea Pasini, director del sector de cereal del Consorcio Agrícola Italiano (CAI).

Así, la palabra «inflación» resuena cada vez con más frecuencia en las tiendas, bares y restaurantes italianos. Por ejemplo, de la noche a la mañana el café espresso pasó de los habituales 80 céntimos en Roma al euro redondo, para sorpresa de los parroquianos. «Tendremos que subir los precios porque, si no, no sobrevivimos», reconoce resignado Mauro, dueño de un ultramarinos en el barrio romano de Prati.

Desde hace días, los hornos que suministran pan, pasta, galletas o bollería a su tienda, la Macelleria Bordiga, vienen avisando de que los costes finales de estos productos subirán «entre un 25 y un 30 por ciento» porque la harina está por las nubes, y eso ya está repercutiendo en el bolsillo.

Además, sobre este fenómeno planea especialmente la sombra de la crisis energética que recorre el continente europeo.

En Italia, los precios sufrieron en febrero su octava aceleración consecutiva, aumentando en un 5,7 por ciento, un nivel que no se veía desde 1995, pero especialmente se disparó el valor de la vivienda, el agua, la electricidad y el combustible, un 27,3 por ciento interanual.

Asimismo, se encarecieron el transporte (9,0 por ciento), los alimentos (4,9 por ciento) y la restauración (4,0 por ciento), según el Instituto Nacional de Estadística.

De este modo, la dichosa inflación también golpea a la insigne pasta italiana. En la asociación Unione Italiana Food avisan que sus fabricantes, repartidos en unas 120 empresas, muchas centenarias y familiares, con más de 10.000 empleados, «atraviesan en los momentos actuales una crisis sin precedentes en el país».

El precio del trigo duro, usado en la elaboración de este manjar, es estable desde hace «algunas semanas» pero acumula un alza del 80 por ciento en el último año a causa de cambios en el clima y las cosechas, la especulación internacional y la acumulación de reservas por parte de algunas potencias.

También afecta la escalada de los costes de la energía, pues los molinos y secadoras requieren mucha electricidad, alega Pasini, así como el encarecimiento de los embalajes y del petróleo, y en este sentido la crisis generada a raíz de la invasión rusa de Ucrania marcará los próximos meses.

Dependiente de Rusia

El Bel Paese es especialmente sensible a los vaivenes del mercado internacional porque aunque produce, vende y presume siempre de pasta o pizza, su elaboración depende en gran parte de los campos de otras latitudes lejanas.

En concreto, Italia importa el 64 por ciento del trigo blando que usa en su pan o dulces, el 44 por ciento del duro, empleado en la pasta, el 47 por ciento del maíz y el 73 por ciento de su soja, estos dos últimos esenciales en la alimentación animal, explican en el CAI.

Por eso, la guerra tampoco ayuda a paliar la situación, agravada a su vez por las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea o Estados Unidos al régimen de Vladimir Putin.

Rusia es el mayor exportador mundial de trigo y Ucrania el quinto, ambos representan más de un tercio de las exportaciones planetarias de cereal y el primero además es el principal productor de fertilizantes, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Es por ello que el impacto de este conflicto en la mesa de los italianos varía en función del alimento: en lo que respecta al grano duro será «extremadamente marginal», pues en 2021 no se importó de Ucrania y el que llegó de Rusia representó menos del 3 por ciento. Pero la cosa cambia con el trigo harinero, con el que se elabora el pan, los postres, la pizza o los piensos animales y del que Ucrania es uno de los principales productores.

«En una economía global, la oscilación de una mercancía arrastra a las demás», sostiene en un comunicado el secretario de los Pasteros italianos, Luigi Cristiano Laurenza: «No podemos excluir que el conflicto tenga efectos indirectos también en la pasta», subraya.

En cualquier caso, desde el inicio de la guerra, el precio del grano blando ha escalado un 12 por ciento y el del maíz subió un 14,5.

Como solución, Coldiretti, la mayor asociación de agricultores del Estado transalpino, se dice preparada para cultivar 75 millones de quintales más de maíz y trigo con el objetivo de aplacar «las dificultades del aprovisionamiento extranjero causadas por el conflicto».