Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Trans

03/03/2023

Se ha iniciado el cambio, el grandísimo cambio, el que puede afectar la vida de los españoles más que cualquier otro acontecimiento, incluido un relevo en La Moncloa con presidente de distinto partido. A partir de ya, cada español tendrá el sexo que quiera, el que sienta en cada momento, más allá del que determinen sus órganos sexuales.

En España no se perseguía a los trans, ninguna ley los discriminaba si efectivamente eran trans. Ya no va a ser así, la nueva política determina que cada persona podrá cambiar de identidad de género a partir de los 16 años sin que esté obligada a presentar un certificado médico, psicológico o de sus allegados que respalde su declaración de que no se identifica con el sexo que se le ha asignado y que quiere que se le cambie el nombre en su documentación.

Se puede apostar que, como en la ley del solo sí es sí, pronto se escucharán voces gubernamentales reconociendo el error de la ley tal como está redactada y se propondrán modificaciones. La transexualidad existe en todas las civilizaciones, los países democráticos la reconocen y regulan a través de leyes, pero aquí hemos ido más lejos al considerar el género una cuestión sentimental. Con todo lo que eso significa: cambio de identidad a conveniencia, con papel destacado para el oportunismo. En el deporte ya se están denunciando varios casos de hombres que dicen sentirse mujeres y compiten en campeonatos femeninos con evidente ventaja; o que se identifican con el género que conviene en colectivos en los que se lleva a rajatabla la igualdad, despreciando requisitos como los méritos profesionales y personales.

Somos dados a pasar del nada al todo, o viceversa. Pasamos del rechazo social a la transexualidad, que es evidente que lo hay en determinados sectores, a promover que cualquier persona pueda declararse trans y exigir que se le trate como tal, con todos los riesgos que eso implica.

Se legisla con frivolidad, y las consecuencias de esa frivolidad de Podemos y del escaso empeño de los sanchistas de poner cordura en las propuestas del consejo de ministros, van a acarrear desgracias. Hace días, una niña de 12 años, que se creía trans porque se sentía más próxima a lo que gusta a los niños que las niñas, y que por ello sufría bulling además se sufrirlo por su acento argentino, se arrojó al vacío perdiendo la vida. A los 12 años son multitud los críos que se preguntan todo, incluido si efectivamente son niñas o niños. Que tenga a mano cambiar su identidad, y sobre todo su cuerpo, sin un colchón de seguridad y que un desalmado comience a hormonarle, proceso irreversible, es una tragedia.

Para este gobierno sin embargo es un paso más en la igualdad. ¿Qué sabrán las ridículas ministras que piensan que la igualdad consiste en repetir estos, estas y estes? Y sus compañeros, compañeras, compañeres, con el presidente a la cabeza, tragando.