Editorial

Pedro Sánchez y la oportunidad para librarse del yugo separatista

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La sesión de control al Gobierno permitió ayer vislumbrar el grado de chantaje al que ERC quiere someter a Pedro Sánchez, utilizando esta vez el presunto caso de espionaje a figuras señeras del independentismo por parte del CNI a través del sistema 'Pegasus'. Ayudados por el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, y espoleados por las declaraciones de Podemos que indicaban la necesidad de «cortar cabezas» por este asunto, los diputados de Esquerra insinuaron su voto en contra en la convalidación hoy del Plan Extraordinario anticrisis si no había algún cese por parte del Ejecutivo, en clara alusión a la ministra de Defensa, Margarita Robles. El recuerdo de la votación sobre la reforma laboral está demasiado fresco todavía y el presidente del Gobierno sabe que no puede arriesgarse a que el Congreso rechace su plan; de hecho, ha tenido que posponer su viaje a Moldavia y Polonia por ello. Si el Parlamento no da el respaldo a estas medidas, la consecuencia directa será una subida inmediata de los carburantes y de la luz, un escenario que pondría al Ejecutivo en una situación muy comprometida.

La petición que hizo ayer Sánchez al PP, pidiendo explícitamente su apoyo, lleva a pensar que quizá haya llegado el momento de que los dos grandes partidos ensayen la fórmula del acuerdo en los grandes asuntos para evitar que otro juego de mayorías aritméticas lleve al Gobierno a aceptar determinados postulados muy alejados del interés general. La ocasión, además, es propicia por la importancia del plan que se debatirá hoy en el Congreso. Aunque las medidas que necesitan el visto bueno de la Cámara baja son positivas y su resultado ha podido verse en los 28 días que llevan aplicándose, el Partido Popular puede alegar la ausencia de una negociación seria para justificar su voto en contra, lo que ocasionaría un profundo desgaste al Ejecutivo. Si por el contrario se decanta por la abstención o el apoyo, siempre podría destacar su sentido del Estado que impediría, al menos temporalmente, una nueva escalada de la inflación. 

Para lograr el sí del PP, Sánchez necesita algo más que un gesto de buena voluntad: requiere colmar alguna de sus expectativas, que en este caso se circunscriben a conseguir una rebaja de impuestos a las rentas medias y bajas, una bajada en el IVA para la electricidad, una gestión eficiente de los fondos europeos y una reducción en el gasto burocrático. Cosas todas ellas razonables en una coyuntura de fuerte pérdida de poder adquisitivo de los contribuyentes y con un coste político infinitamente más bajo que poner en solfa la figura de la ministra de Defensa en vísperas de la cumbre de la OTAN que se va a celebrará en Madrid. Este acuerdo supondría, además, la eliminación del yugo en el que se han convertido los separatistas para el Gobierno merced a la necesidad de su apoyo. Todo ventajas.