De Cogeces del Monte a los mejores platos de media Europa

R.G.R
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Carlos Herguedas comenzó a sembrar encinas en la tierra de sus padres hace once años porque tenía ese sueño desde el colegio. Ahora, multiplica su producción por cuatro cada año y exporta trufa a Alemania, Italia, Francia e Inglaterra

Carlos Herguedas en su tierra de Cogeces del Monte. - Foto: Jonathan Tajes

Hace once años Carlos Herguedas decidió tirarse a la piscina sin saber realmente si había agua. Lo hizo por las influencias que había recibido desde joven en el Colegio Internado Sagrada Familia. Fue allí cuando a él mismo le inocularon la pasión por la trufa. «Estuve allí cuatro años estudiando y uno de los hermanos lo comentaba en clase». Desde ese momento, no paró de pensar en la posibilidad de cultivarla. Su familia es de Cogeces del Monte y su madre tenía una tierra de cereal donde quiso probar suerte. «La verdad es que mi madre me concedió el permiso, tengo un primo al que su familia no le dejó. Yo tuve esa suerte». 

Fue hace once años cuando con ayuda de unos amigos comenzó la plantación de encinas. Estuvo sopesando la idea de cultivar avellanos, pero finalmente se decantó por la encima por la fijación que hacen sus raíces a la tierra. Ni más ni menos que 1.500 árboles en un terreno cercano a las seis hectáreas divididas en dos parcelas. «Al principio le dije a  mi familia que iba a sembrar solo una hectárea, pero al final casi fueron seis».

No cogió fruto ninguno hasta hace cuatro años. No fue fácil, a día de hoy aún no dispone de un pozo de riego desde donde proporcionar agua a las encinas. «La trufa es como los hongos, si tiene agua se da y si no, no». Se encuentra a la espera de que la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) le conceda el permiso para la construcción de un sondeo. «Cuando tenga agua podré coger el doble o más de lo que cosecho ahora». 

Así, solo como un proyecto nació Trufa Viva. La vi de Viva llega por el nombre de su madre Vitoria Rivas Alonso, y la va de Valladolid. Ha sido él mismo el que ha hecho un aprendizaje autodidacta de todo lo que tiene que ver con la trufa. La inversión era fuerte, y el trabajo amplio. Y la incertidumbre elevada. «Tal vez tienes una tierra muy buena y no se dan y en otra que no da ni cardos, pues salen muchas trufas». 

Reconoce que no fue fácil decantarse por la encina. «Los avellanos a los cuatro años ya están produciendo porque tiene unas raíces que crecen muy deprisa, pero la encima se va extendiendo». Durante unos años el trabajo fue extenuante. Podarlas, ararlas, eliminar la hierba... «No me ha quedado más remedio que estudiar, escuchar y leer libros de truficultura, parece que finalmente voy a más».  Aún recuerda cómo cogió su primera trufa, hace cuatro años. «Estaba cargando una cuba de agua y me encontré con el anterior alcalde y se la enseñé y enseguida también a mi madre. Si es otra persona tal vez me hubiera negado el terreno no lo habría conseguido». Recuerda que tuvo que ir cuatro veces para conseguir sacarla de la tierra. «Me la marcó la perra, escarbé y no fui capaz de encontrarla. Volví al día siguiente y así hasta que al cuarto día la encontré. Tuve una alegría inmensa». 

Ese año fue capaz de coger algunas más. «Eran muy pequeñitas y salían como de una uña pegadas al tronco de la encina y ese año conseguí sacar un puñado». Fue el principio de un éxito porque desde ese momento tuvo la seguridad de que la tierra produciría y podría dedicarse al cultivo de la trufa. 

No siempre ha sido así. Herguedas se dedica a la piña. Un mundo complicado durante los últimos años. La recogida de los piñones coincide en el tiempo con la de la trufa. «No tengo más remedio que recoger la trufa durante la noche, con una linterna porque durante el día estoy con las piñas». El trabajo es constante, por la mañana con las piñas y por la noche con las trufas. 

La clave de la empresa es su perra, Kimba, con once años. Desde pequeña, le escondía unas trufas que había comprado en tarrinas. «Se las escondía en distintos sitios de la casa y ella se encargaba de buscarla. Ahora busca lo que sea, en más de cien metros a la redonda y las huele». Ya está pensando en la renovación  y está enseñando a una nueva camada. «Estoy pensando en llevarlas a amaestrar, pero la verdad es que las jóvenes ya me han cogido alguna».        

al extranjero. De esta forma, de la nada y sin ninguna experiencia previa en la provincia, este vecino de Cogeces ha conseguido que su producción vaya en aumento hasta los casi 33 kilos de trufa que ha recogido este año. «El primer año que cogí, pero solo fue un puñado, al año siguiente dos kilos, luego ocho y este último han sido 33 kilos. La progresión está clara. Voy multiplicando por cuatro mi producción».  

Se muestra convencido de que si finalmente consigue tener agua en su tierra para poder regar con  frecuencia la tierra continuará sus progresión y aumentará la producción. «Ahora sí, pero cuando empecé nadie daba un duro por mí». 

No se encarga de la comercialización, sino que las vende directamente a una conocida suya de Valladolid que se encarga de sus distribución. Lamenta que en España no haya una gran afición por la trufa. Todo su producto viaja por medio mundo, aunque fundamentalmente se centra en Europa. Países como Inglaterra, Italia, Estados Unidos son algunos de los nichos de mercado de sus trufas. «Sobre todo en Francia hay una gran cultura de la trufa. Su olor y su sabor lo impregnan todo y los franceses se pelean por ellas». 

¿Sobre si el esfuerzo y la inversión ha sido rentables? Reconoce que el precio de la trufa varía mucho dependiendo de la demanda existente en el mercado. El kilo de trufa puede oscilar entre los 300 y los 550 euros. «Este año han tenido menos valor, pero los 300 euros están asegurados». 

Sobre el futuro, Herguedas tienen claro que va a mantener y explotar su tierra y no descarta intentar ampliar su terreno para continuar creciendo en busca de una mayor producción. Lo que tiene claro es que ha conseguido algo pionero en la provincia de Valladolid y que ha puesto el nombre de Cogeces del Monte en boca de media Europa. «Es algo increíble».