Torrescárcela, un oasis entre el envejecido medio rural

D.V
-

El pueblo tiene censados 145 vecinos y de los 100 que residen durante todo el año 20 tienen menos de 18 años. La más joven, Amaia, nació hace dos semanas

Horas extra para la cigüeña - Foto: Jonathan Tajes

Torrescárcela es un pequeño municipio a medio camino entre Cuéllar y Cogeces del Monte y su fisonomía no alerta del secreto que guarda en su interior, pero al poco de llegar al pueblo, paseando por calles asfaltadas, se nota algo distinto. Algo especial. Ya ha terminado el verano, pero el bullicio de los chiquillos en la Plaza Mayor, en el poliderportivo o en el centro cívico continua existiendo a pesar de estar inmersos ya en el mes de octubre. Unos juegan al balón, otros al escondite y otros simplemente intentan mantenerse de pie mientras dan sus primeros pasitos. Laura, de 25 años, sostiene en brazos a la pequeña Amaia, que este domingo cumplirá sus dos primeras semanas de vida, y es la más pequeña del lugar. 

Poco a poco, se puede observar que la gente de avanzada edad tan tradicional en las localidades de Castilla brilla por su ausencia y las parejas jóvenes predominan en cualquiera de los rincones del pueblo. Una madre y su dos hijos, otra con un bebé en brazos, el padre que se prepara con su familia para llevarles a una actividad extraescolar…, en todos los sitios se ve algún menor de 18 años. Lo común en la mayoría de los municipios vallisoletanos es no encontrarse a nadie paseando por la calle y, en el caso de tener la fortuna de hacerlo, que sea una persona de avanzada edad. Los niños no están, viven en los pueblos de mayor población o hay tan pocos que es difícil verlos. Sin embargo, esto no pasa en Torrescárcela. 

Son 145 vecinos censados y unos 100 viviendo durante todo el año. Y de todos ellos, 20 tienen menos de 18 años. Uno de cinco habitantes del pueblo es menor de edad. Este dato incluso mejora la media provincial. En 2018, había 519.851 personas residiendo en toda la provincia de Valladolid, de ellas 91.614 eran menores, un 17,6 por ciento, lo que significa que hay mejor promedio de jóvenes en el pequeño municipio de Torrescárcela que en el resto de la provincia. Se le podría denominar como el pueblo de la esperanza. Un lugar donde la cigüeña anida de forma permanente y hace horas extra. 

La alegría de sus vecinos por la situación es palpable. Consideran que tienen todas las ventajas de vivir en un pueblo, pero también disponen de las prerrogativas típicas de la ciudad. Los niños no se sienten solos en ningún momento como puede ocurrir en otros pueblos, donde solo conviven dos o tres menores. Salen a jugar todas las tardes al polis, tal y como denominan a la pista de fútbol sala y baloncesto. Raúl, con diez años comenta entre risas que siempre están en la calle. «Aquí no hay carreteras ni nada y podemos estar jugando tranquilos». 

Hay niños de todas las edades. La última en llegar al pueblo ha sido Amaia, que este domingo cumplirá dos semanas. Su madre Laura llegó al municipio hace tan solo dos años y manifiesta que ha encontrado la felicidad. «Estamos muy bien en el pueblo». Torrescárcela cuenta con la ventaja de tener casas de alquiler social que han sido ocupadas por familias jóvenes, que han tenido hijos en los últimos años. Raquel Gómez es natural del municipio y ahora cría allí a su hija Emilia. Recuerda que ella fue de las últimas promociones del colegio antes que se cerraran por falta de alumnado. «Ahora no abrimos porque no queremos. Vamos todos a Cuéllar». Recuerda que cuando se terminó la escolarización en el pueblo, se adoptó la decisión de hacer cuatro viviendas en el edificio de las antiguas escuelas. Eso fue un paso fundamental para llegar a la situación actual. «Bahabón, que está solo a tres kilómetros de aquí, no tiene ni un niño». 

Alicia Vallejo es la madre de Lucía, de 13 años y de Raúl, de 10. Ella es madrileña, pero los niños ya nacieron en el pueblo. «Mi hijo es el más feliz del mundo, todo el mundo lo dice». «Aquí lo tienen todo, juegan con los demás niños, tienen a sus primos y cuando necesitamos algo vamos a Cuéllar, que lo tenemos a diez minutos». ?

Todos los menores acuden al colegio a la localidad segoviana. Tienen la suerte de contar con el transporte escolar que acude a diario a las 8:45 horas a la Plaza Mayor, donde recoge a todos los escolares y a las 15:45 vuelve otra vez después de que hayan pasado por el comedor. «Llegan hasta comidos y es muy cómodo ya que al ser niños transportados nos pagan el autobús y el comedor. No podemos pedir más».  

Desde Jerez de la Frontera. Se podría decir incluso en tono de broma que Torrescárcela cuenta con vecinos extranjeros llegados desde los rincones más lejanos del país. Es el caso de Mónica Montero, que llega corriendo a la foto mientras grita a sus vecinas. «Voy a salir con la ropa de trabajo en la foto». Llegó al pueblo hace dos años desde Jerez de la Frontera y ahora regenta la tienda del pueblo. ‘El supermercado’. Relata que vino a Valladolid a visitar a una amiga, le comentaron que en Torrescárcela había trabajo y se animó a probar suerte. Ya han pasado más de dos años. Viajó con su hijo Álvaro, de ocho años, y asegura que está perfectamente integrado y que no lo cambiaría por nada. «A mí me cuesta todavía un poco haber pasado a vivir a un pueblo tan pequeño, pero mi hijo está encantado». 

Yolanda Casanova llegó por trabajo hace 13 años desde Torrevieja. Tiene dos hijos de 10 y 7 años. Abrió el bar del pueblo y lo ha mantenido hasta el pasado mes de septiembre, cuando ha decidido cerrarlo. Se ha quedado sin el trabajo que le llevó a Torrescárcela, pero no piensa ni mucho menos abandonar el pueblo. «Nos hemos comprado una casa y nos quedamos aquí». 

Yolanda Gómez y Juan Carlos Sanz tiene un hijo, Daniel, y los tres residen en el pueblo, del que hablan maravillas con un tono de voz entusiasta. Lleno de alegría, de convicción. «Tenemos de todo, con Cuéllar al lado para lo que queramos y unos magníficos paisajes para salir al campo. Aquí estamos muy bien los tres».

Todos los padres insisten en el bienestar que proporciona el pueblo a sus hijos. El juego en la calle, la libertad ‘vigilada’ que les ofrece el pueblo. «Todos vigilamos a todos y siempre sabemos donde están los grupos», bromean. 

La teniente de alcalde del municipio, Fely Rueda, también tiene dos hijos. Gabriel y Mario. Explica que algunos vecinos probaron el hecho de vivir en el pueblo «y se quedaron». Explica que cuentan con un centro cívico para hacer sus actividades, las pista de fútbol y baloncesto, dos días de médico a la semana y ningún secreto mágico para atraer nuevos vecinos. «Solo que estamos cerca de Cuéllar y que ?tenemos las cuatro viviendas de alquiler social en las escuelas». 

Van a crear la Asociación Cultural Torrescárcela VIVA por la inquietud que tienen los vecinos por agruparse para hacer iniciativas juntos. «Van a quedar un día para limpiar los pinares». Fely comenta orgullosa que este tipo de iniciativas hermanan y no puede callarse que han tenido dos nacimientos este año y otros dos el pasado. «Lo malo que es tal vez no estancamos». 

Sus vecinos conocen perfectamente el conocido como efecto de la despoblación, aunque no lo sufran ni lo teman por el momento. Lo tienen pegado, en los pueblos colindantes. ?Pero ahora mismo están más preocupados en la crianza de sus hijos que en la posibilidad de que el pueblo termine desapareciendo por falta de vecinos en unos años. ¡Enhorabuena!