Francisco Muro de Iscar

MUY PERSONAL

Francisco Muro de Iscar

Periodista


Nadie escucha a nadie

03/02/2022

Hay un proverbio italiano que dice que "del escuchar procede la sabiduría y del hablar el arrepentimiento". Hoy nadie escucha a nadie. Nadie "habla" con nadie. En la mayor parte de los casos son monólogos sucesivos que se producen sin haber escuchado lo que el otro dice. Leo que, a los jóvenes, acostumbrados como están a comunicarse por mensajes de texto o por wasaps, incluso cuando están uno al lado del otro, les parece una intromisión en su privacidad que alguien les llame por teléfono.

Nunca dejaré de sorprenderme. Más que los argumentos, importa el tono con que se habla, cuanto más alto o más irritado mejor, porque así se silencia al contrario. Cuanto más se interrumpe al otro, mejor, porque así no se escucha lo que dice. Basta poner un programa de televisión o un debate político, incluso parlamentario, para advertir que es así. Pero también sucede en la vida diaria, entre personas y amigos. Para más de uno, ese aislamiento, especialmente buscado en política, es el principal problema de la democracia porque si no se habla, no se transacciona, no se pacta, no se consensuan las soluciones, incluso entre los divergentes, lo que hay son imposiciones partidistas y no se gobierna para todos los ciudadanos. No se busca la verdad o la mejora de los derechos, sino ganar al contrario, destruirle, demonizarle.

Está pasando en España en asuntos como la reforma laboral, o las consecuencias de la pandemia, en la renovación de los órganos constitucionales, va a pasar en la investigación de los abusos en el seno de la Iglesia y, por supuesto, en la solución del problema catalán. Y ese no escuchar es clarísimo en el caso del retorno de la guerra fría con la crisis de Ucrania. Están defendiendo a Rusia quienes se encuentran en los extremos más extremos, Vox y Podemos. Para Podemos, Rusia sigue siendo la gran esperanza contra el capitalismo salvaje, el freno a la "amenaza estadounidense", a pesar de que no hay ninguna nación como Rusia ni ninguna ideología como el comunismo que tenga sobre sus cimientos tantos cientos de millones de muertos, ni tantos millones de ciudadanos con mayor pobreza y privados de derechos y de libertades. Y, por el otro lado, defienden a Putin quienes creen en el autoritarismo chulesco y en el antieuropeísmo. Cuando las personas se ponen el antifaz de las ideologías, que no deja penetrar ninguna otra luz que la suya, no solo pierden ellos, perdemos todos, porque la frivolidad y la superficialidad de la ideología se imponen a los argumentos.

En el fondo, quienes practican este no escuchar a los demás tienen en el poder o en el Estado su mejor aliado. El Estado es quien decide qué es lo mejor para sus súbditos sin necesidad de debate, de pacto o de transacción. Se pasa superficialmente sobre los problemas para evitar el debate político o social. Como dice Luis Ferreiro, presidente del Instituto E. Mounier, prima "una superficialidad profunda, artificial, voluntaria, tenazmente mantenida e, incluso, creativa... El mundo está conformado para facilitar la vida insustancial del hombre masa. La finalidad es producir sujetos pragmáticos, hedonistas y obedientes, incapaces de la más mínima rebeldía, que se sometan felices a la máquina del desorden establecido". Me recuerda también lo que dijo Bertrand Russell: "el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas". Y todo por no escuchar.