Cayetano arrasa y Manzanares torea

Leticia Ortiz (SPC)
-

El público de La Malagueta se rinde al populismo de Cayetano, que abandonó la plaza a hombros, en un tarde en la que Manzanares clamó que está de vuelta con su mejor versión de la temporada ante una enclasada corrida de Núñez del Cuvillo

Cayetano

Asomaba extraña la doble presencia de Manzanares en la Feria. Fue gris su paso por el abono malagueño de 2018 y su temporada actual no invitaba al optimismo. Pero el toreo es impredecible. Nunca se puede dar nada por sentado. Las ideas preconcebidas pueden saltar por los aires. Y ahí radica también parte de su grandeza. Ese 'denostado' Manzanares, al que la espada iba tapando su irregularidad, reivindicó su sitio en la Fiesta a base de toreo. Curiosamente, en esta ocasión le falló el acero. Obra de cante grande ante 'Gineto', un armonioso toro de Núñez del Cuvillo premiado con una vuelta al ruedo tan exagerada como reclamada por el público. A veces las hechuras fallan y un bastote, feo y destartalado embiste con el alma, dejándose la vida en cada muletazo. Pero es lo raro, lo insólito. Habitualmente, como en este caso, las proporciones perfectas para descolgar y entregarse en la muleta, no fallan. En varas, eso sí, aprobado justito. Dos varas por cumplir. Pero fue a más el animal, ayudado -y de qué manera- por un Manzanares que le consintió todo en el inicio del trasteo. Sin obligarle, sin apreturas, fue afianzando al animal, repetidor y humillador, para que acabase descolgando con profundidad. De haberle apretado desde el inicio, quizá todo se hubiera venido abajo. Tapó con su natural empaque Manzanares la falta de ajuste de ese comienzo para dar el paso adelante cuando su enemigo se vino arriba. Aquello era otra cosa. De acompañar y enseñar a torear. Por ambos pitones dejó el alicantino series de verdad, con la muleta por abajo, los pies asentados y encajado de riñones. Los cambio de mano y los pases de pecho, para soñar. A más el animal y a más Manzanares, en su, posiblemente, mejor versión de la temporada. La Malagueta en pie, rendida al mejor toreo visto hasta ahora en la feria. El cañón de la espada le falló cuando ya tenía la oreja, quizá dos, en la mano.

Ante el quinto volvió el alicantino a demostrar que está de vuelta. Más allá de la calidad y profundidad de sus templadas series, sobre todo con la muleta en la diestra, la buena noticia es que, por fin, se le vio con la cabeza despejada delante de la cara del toro, sabiendo en cada momento los terrenos, las distancias y los tiempos que necesitaba el de Cuvillo, que como el primero del lote, fue a más en la muleta de Manzanares. No estaba sobrado de fuerzas el animal, como demostró en el recibo capotero, pero clase y calidad tenía a raudales, con una embestida de trazo largo, que permitió a Manzanares firmar otro trasteo rotundo. Esta vez la espada funcionó como suele, con un estoconazo arriba. Comenzó entonces el lamentable show de las mulillas, que ni aparecían por el ruedo pese a la muerte del toro, mientras el público clamaba por la oreja. Asomó el pañuelo blanco en el palco, pero apenas bajó la petición, mientras las mulillas seguían aguantando sin arrastrar al animal. Al final el premio se quedó en ese apéndice, escaso trofeo y de sonrojante comparación -entre las faenas- con los trasteos de Cayetano. 

Dejando a un lado lo anécdotico, aunque grave, de las mulillas quedó la sensación en el ambiente de que Manzanares ha vuelto justo cuando la temporada entra en su fase final y decisiva por los cosos de importancia que aún quedan por celebrar sus ferias.

ManzanaresManzanares

No deja de ser curioso que tras contemplar la reposada torería de Antonio Ferrera y la recuperada rotundidad de José María Manzanares, la primera oreja fuese a parar al esportón de Cayetano, sustituto de Roca Rey en el cartel después de su incontestable triunfo en Pamplona. Vulgar y despegado en toda su faena, lo mejor del dinástico diestro llegó con el capote, en un recibo por verónicas rodilla en tierras de esencia ordoñista. Ahí sacó esa clase que al principio de su carrera parecía que atesoraba, pero que ha quedado enterrada por una inexplicable vulgaridad. La raza, que la tiene, al servicio del populismo y el triunfo fácil, el olvidable. No le fue a la zaga en cuanto a vulgaridad, populismo y nulo ajuste su faena al que cerraba festejo. Con el reloj rondando las 10 de la noche -al final la corrida de fue más allá de esa hora, lo que supone casi tres horas de espectáculo-, el público de La Malagueta entró en un delirio colectivo, entregándose al dinástico diestro que, eso sí, jugó bien sus cartas, aprovechando la noble calidad y entrega del toro de Núñez del Cuvillo, para acabar como triunfador numérico de la tarde. La faena cuando esta líneas vean la luz ya estará enterrada en el olvido. Arte de consumo rápido, quizá acorde con la sociedad en la que vivimos, que le sirvió para llevarse dos orejas y abandonar el coso malacitano a hombros ante la algarabía del respetable que se fue contento a casa. Si alguno de los que estuvieron en la plaza, regresa el día siguiente, el triunfo al menos servirá de algo.

Dejó detalles Antonio Ferrera en su paso por Málaga. Pero nada más. Anunciado en uno de los carteles de relumbrón de la Feria y ante una ganadería de campanillas, el extremeño bailó con la más fea, y no mató ningún toro del hierro titular. Su primer oponente fue devuelto a los corrales por su evidente debilidad de remos y el segundo se partió la mano izquierda tras entrar al caballo. Así, Ferrera pechó con uno de El Pilar que se apagó pronto y con uno imposible de Fermín Bohórquez, sin ápice de raza, clasa y casta. 

 

FICHA TÉCNICA 

Plaza de toros de Málaga. Sábado 17 de agosto. Cuarta de Feria. Tres cuartos de plaza. Tarde soleada y con calor.

Se lidiaron cuatro toros de Núñez del Cuvillo; bien presentados, enclasados, con calidad, nobleza y duración. El segundo, 'Gineto', fue premiado con la vuelta al ruedo. Fueron devueltos el primero, pro flojo, y el cuarto tras partirse una mano. Se lidiaron como sobreros uno de El Pilar (primero bis), bien presentado, noble, con calidad, pero escaso de fuerza; y uno de Fermín Bohórquez (cuarto bis), feo, bastote y justo de cara, declasado y desrazado.

Antonio Ferrera (de verde esperanza y oro): media estocada y descabello (saludos); estocada trasera y desprendida tras dos pinchazos (silencio).

José María Manzanares (de grana y oro); estocada enterra arriba y trasera tras dos pinchazos recibiendo, y otro pinchazo más (saludos tras aviso); estocada arriba (oreja con fuerte petición de la segunda). 

Cayetano (de obispo y oro); estocada tendida y desprendida (oreja); estocada trasera (dos orejas).