De picardías y caprichos de monjas

M.B
-

Natalia Ortega y Jorte Martínez nos abren las puertas de La Venta del Fraile

De picardías y caprichos de monjas - Foto: Jonathan Tajes

Esta es la historia de los huevos del fraile, los caprichos de monja y las picardías. Pero no piensen mal.Es la historia de tres platos que han dado a conocer un local, La Venta del Fraile, ubicado en la zona de San Martín, donde ya es uno de los decanos. Con más de tres décadas a sus espaldas, esta bar de tapas explica parte de la historia de muchos establecimientos que se sitúan alrededor de la iglesia de San Martín.

Abrió sus puertas a finales de los años 80, ubicándose en la calle San Martín, 8, donde se encontraba la típica bodega a la que acudían un sinfín de vallisoletanos con sus garrafas a por el vino del local. Con el nombre de Bodegas Caballero, Román Caballero la dividió en dos. En uno de ellos, tras un primer intento, ya con el nombre de La Venta del Fraile?, llegó Germán Ortega para ponerse al frente del bar. «Tenía negocios de ropa y lo dejé. Lo mismo se plancha una camisa que se fríe un huevo», bromea sobre esos inicios el que ha mantenido el negocio hasta la actualidad.

Ortega mantuvo el nombre y uno de los platos que ya había en el bar, los huevos del fraile. Con su hija, Natalia, fue añadiendo alguno más. En 2009 se jubiló y dejó el negocio a manos de su hija y del marido de ésta, Jorge Martínez. Ambos estaban al lado, en el Casablanca, con unas famosas brochetas a la plancha.

«Es una zona que tenemos bastante controlada, por aquello de haber estado en dos locales», refleja Jorge. De hecho, con el resto de establecimientos han lanzado varias iniciativas, como la ruta de las tapas de San Martín, con un 2x1, de hace unos años; manteniendo otras de la Asociación de Hostelería, como los jueves de tapas. 

Con una capacidad para unas 40 personas, entre las cuatro mesas que tiene y la zona de barra, uno de sus éxitos radica en la terraza externa. «En cuanto sale un par de rayos de sol se llena», reconocen.

Sus platos estrella son esos que tienen nombres tan peculiares, como los huevos del fraile, los caprichos de monja y las picardías. «La verdad que los huevos del fraile ya existían, aunque les hemos cambiado un poco», apuntan. Sobre sus nombres... que cada uno imagine el porqué.

Los huevos del fraile, que son croquetones con un trozo de huevo cocido por dentro, se venden por 1.30 euros la unidad; los caprichos de monja, salchicha roja envuelta en masa de pan, por el mismo precio, 1.30 euros. Mientras que las picardías, quizá de lo que más éxito ha tenido, que son bolas de puré de patata con una sala alioli, «especial», cuya ración cuesta 2 euros: «Ni sabríamos decir cuántas bolas van en cada ración... hasta que se llena el plato».

Aunque últimamente están teniendo mucho éxito por sus bocadillos con huevo frito, con seis variedades: con patatas fritas, con jijas, con pimiento verde, con pisto, con jamón o con bacon. «Están superando al resto de pinchos», reconocen Natalia y Jorge, sobre este manjar que por 2 euros hace las delicias de mayores y pequeños. Hasta el punto de que un buen día pueden llegar a despachar más de un centenar.

¿El truco? «Que todo lo hacemos aquí. Aunque nuestro horario de apertura al público es el de las doce y media, estamos preparando los pinchos desde las ocho y media de la mañana. Todos los platos son elaborados y los preparamos en una cocina que tenemos aquí abajo», añaden.

Jorge y Natalia están al frente del negocio, y cuenta con la ayuda de Daniela, a la que todos conocen por Dana, «una más de la familia».

A los huevos, los caprichos y las picardías se le añaden el resto de pinchos y tapas de un local que sigue buscando nuevos productos: «Para encontrar los que tenemos ahora hicimos bastantes pruebas,. Seguimos haciendo probaturas para otros nuevos».