Valladolid reconoce con su Medalla de Oro a Jiménez Lozano

D.V.
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El reconocimiento fue recogido por la viuda y el hijo del autor abulense, que agradecieron "de corazón" una Medalla concedida por la "obvia vinculación" del escritor y periodista con la capital vallisoletana

Entrega de la Medalla de Oro de Valladolid, a título póstumo, a José Jiménez Lozano. - Foto: Ical

La ciudad de Valladolid reconoció esta mañana el legado de "riqueza, complejidad y originalidad sin parangón" del escritor y periodista José Jiménez Lozano con la concesión, a título póstumo, de la Medalla de Oro de la ciudad, en un acto solemne celebrado en el Salón de Recepciones del Ayuntamiento de la capital vallisoletana.

Fue el alcalde, Óscar Puente, el encargado de hacer la semblanza de Jiménez Lozano y de sus "muchos méritos" que "justifican sobradamente" la concesión de esta distinción a un autor nacido en la comarca abulense de La Moraña en 1930 pero que ya en 1951, con el inicio de sus estudios en Derecho en la Universidad de Valladolid, se vinculó a una ciudad con la que se mantendría en constante conexión de por vida.

Y es que, desde su entrada en El Norte de Castilla en 1956 y hasta su fallecimiento en los prolegómenos de la pandemia de COVID-19, el 9 de marzo de 2020, Jiménez Lozano vivió de forma casi permanente en la provincia, en la localidad de Alcazarén, y mantuvo un contacto casi diario con la capital vallisoletana.

En todos esos años, Puente recordó la etapa de Jiménez Lozano dedicado al a crónica política en El Norte de Castilla o su labor como corresponsal en Roma durante la celebración del Concilio Vaticano II, todo ello en el decano de la prensa nacional, bajo el amparo de su amigo Miguel Delibes, y donde alcanzó el puesto de subdirector y, más tarde, el de director, hasta su jubilación en 1995.

Pero también en esos años comenzó a destacar por una obra literaria "muy extensa", con 27 novelas, 13 libros de cuentos, 10 poemarios o 25 ensayos, entre otras publicaciones, y en la que "desborda la calidad" abordando temas "fundamentales" de la historia de España como la inquisición, la convivencia entre judíos, moros y cristianos, la Guerra Civil o la posguerra, relacionándolos además con otros acontecimientos de Europa como los procesos de secularización, la Revolución francesa o los totalitarismos, siendo por ello traducido a multitud de idiomas como el alemán, el francés, el italiano, el holandés o el islandés, entre otros.

También figura en su trayectoria ser uno de los ideólogos de la exposición Las Edades del Hombre "para poner en valor el arte sacro de nuestra región" la multitud de premios recibidos tanto por su labor literaria, como el Premio Castilla y León de las Letras en 1988, el Premio de la Crítica en 1989, el Provincia de Valladolid en 1996, la Medalla de Oro a las Bellas Artes en 1999 o el Miguel de Cervantes en 2002; como por su trabajo periodístico, siendo acreedor del Premio Luca de Tena en 1994 o del Premio Cossío en 2006, entre otros muchos galardones.

En Valladolid, tal y como recordó el alcalde, dio nombre a un instituto situado en el barrio de Parquesol "que visitó con frecuencia", y destacó en sus calles, cafés y librerías por ser "una persona sencilla y discreta" con una "bondad que inspiró su vida y su obra, caracterizada por la riqueza, la complejidad y una originalidad sin parangón", según las declaraciones recogidas por Ical.

Bajo el "ensimismamiento de sabio distraído"

Por su parte, el director de Relaciones Institucionales de El Norte de Castilla y subdirector de la Fundación Vocento, Carlos Aganzo, recordó la figura de Jiménez Lozano afincada en Alcazarén "con su barro, su trigo y su pobreza, y algún vino que otro para disfrutar la aridez", dado que "ni Delibes consiguió que fijara su residencia en Valladolid", aunque sí que se convirtiera en "ciudadano" de la capital vallisoletana "con su trabajo, sus libros y su vida intelectual".

Recordó asimismo el "aire candoroso y ensimismamiento de sabio distraído" con el que llegó a Valladolid con 26 años, según palabras del propio Miguel Delibes, y que "mantuvo hasta el final de los días" realizando "literatura, que es hacer vida con palabras, como decía" el propio Jiménez Lozano, dado que "su vida la construyó con palabras, que proyectó hacia el mundo a través de la escritura".

Sumó su nombre al de Martín Abril, Leguineche o Umbral como parte del "grupo de El Norte", escuela de grandes escritores y periodistas que fue "azote de la dictadura en los años 60" y antes de acceder al cargo de subdirector primero y director después del periódico decano de la prensa española, "se convirtió en referencia con su columna 'Ciudad de Dios'" en dicho diario, caracterizándose por ser "cristiano rebelde, título que mantuvo a lo largo de su vida y que consolidó como enviado especial en la segunda sesión del Concilio Vaticano, cuando se colocó del lado de los progresistas".

Y junto a todo ello "escribió algunos de los editoriales más brillantes de El Norte de Castilla" en defensa de Valladolid, de la región y de "la libertad de expresión" bajo una escritura que el propio Jiménez Lozano definía "de forma mucho más sencilla: una palabra detrás de otra y hacer las cosas medianamente bien, sin aspavientos".

"Escribió libros extraordinarios como ensayista y novelista, pero donde quedó mejor patente su genio fue en sus relatos, sin olvidar sus diarios y poemas", recordó Aganzo sobre Jiménez Lozano, que "ha sido y es en sí mismo una literatura profundamente española pero transverberada de lecturas europeas modernas, sin dejarse seducir por el posmodernismo" desde un estilo caracterizado por "vestir de dudas las certezas más intrínsecas".

Por ello, para Aganzo "todo lo que escribamos y digamos sobre Jiménez Lozano es poco con lo que ha representado para esta ciudad, esta provincia, la literatura y el periodismo españoles" desde la "humildad, el silencio, el apartamiento y la búsqueda de caminos secundarios" que hacen "tan necesaria" la concesión de la Medalla de Oro de Valladolid a "una vida tan profunda y auténtica como sencilla, de café y librería, de altos vuelos sentimentales, de un vallisoletano ya legendario".

Tras la lectura del acuerdo de concesión de la Medalla de Oro de Valladolid a José Jiménez Lozano, recogieron el reconocimiento su viuda, Dora Vicente, y su hijo Ángel, que agradeció "de corazón" este "honor" por la vinculación "obvia" de su padre con Valladolid. El emotivo acto, al que acudieron autoridades y familiares y amigos del escritor homenajeado a título póstumo, se cerró con la interpretación del reconocido aria de la ópera 'Turandot' de Puccini, 'Nessun Dorma', por parte de tres profesores de la Escuela Municipal de Música de Valladolid.