50.000 vallisoletanos sufren trastorno respiratorio del sueño

A. G. Mozo
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La apnea es la principal afección de este tipo de pacientes, que tienen mayor riesgo de ictus e infarto, y sufren un deterioro de su calidad de vida. Hay unas 10.000 personas en la provincia que duermen conectadas a una máquina para evitarlo

Demostración a un paciente de cómo ponerse un polígrafo cardiorrespiratorio. - Foto: J. Tajes

Roncar no es ningún síntoma de dormir bien. Todo lo contrario, roncar puede ser el primer signo de alerta de que una persona tiene un problema respiratorio del sueño, una afección que históricamente se ha considerado banal pero que está detrás de accidentes laborales y de tráfico, de depresiones, de enfermedades cardiovasculares y de una pérdida de calidad de vida que afecta a cualquier espectro del día a día de quien la sufre. Una dolencia con la que conviven unos 50.000 vallisoletanos.

«La apnea obstructiva del sueño es el principal trastorno respiratorio del sueño. Es una obstrucción de la vía aérea superior que se repite de una forma reiterada durante la noche», resume el jefe de la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño del Clínico, Santiago Juarros. «Yo a los pacientes les explico que esa zona de lo que denominamos garganta es un tubo blando que nos sirve para respirar, tragar y hablar, y que esos músculos deben tener un equilibrio para que el tubo esté abierto y el aire pueda pasar bien; y que es cuando se pierde equilibrio de los músculos durante la noche, cuando la vía aérea se cierra y se producen episodios repetitivos de obstrucción».

Eso son las apneas, todos esos momentos en que una persona deja de respirar durante el sueño y que pueden ser de diez o treinta cada hora, pero también noventa, como uno de los últimos pacientes que ha pasado por las manos de Juarros y su equipo. «Cuando no se respira, no entra oxígeno en el organismo y como el cerebro tiene que resolver esa incidencia, en lugar de estar a lo que tiene que estar, que es dormir y descansar, se ve obligado a estar toda la noche pendiente de abrir esas obstrucciones», detalla este neumólogo a El Día de Valladolid.

«Las personas que sufren apnea del sueño no descansan porque su cerebro está toda la noche dando la orden de reabrir esa vía aérea», pero el problema va más allá de un mal descanso: «Estas pérdidas de oxígeno que se sufren durante las apneas generan también mucho daño a nivel cardiovascular, dañan el interior de las arterías, sobrecargan al sistema circulatorio y terminan convirtiéndose en un factor de riesgo para sufrir un infarto o un ictus, además de favorecer el desarrollo de diabetes y, en los pacientes con cáncer, puede hacer que este sea más agresivo», resume.

«Una persona que duerme mal sufre las consecuencias durante el día porque su voluntad queda anulada por las ganas de dormir, porque no puede ver la tele, no puede ir al cine, se queda dormida durante el día... Y hay gente que llega a caer en depresión porque la calidad de vida de una persona que duerme mal se altera», especifica este especialista.

Los neumólogos estiman que en Valladolid habría unas 50.000 personas que sufren un trastorno respiratorio del sueño, si bien «solo uno de cada cuatro necesitaría un tratamiento», ya que, «en algunas ocasiones basta con adelgazar o dejar de fumar o beber alcohol por la noche», apunta Juarros, quien especifica que «cuando la cantidad de apneas que sufre una persona son excesivas, ya hay que poner máquinas que las corrigen». En ese sentido, actualmente, hay unos 10.000 vallisoletanos durmiendo cada día conectado a uno de estos respiradores, denominados CPAP (acrónimo en inglés de continuous positive airway pressure, traducido como presión positiva continua en la vía aérea).

Infradiagnóstico

El jefe de la Unidad del Sueño del Clínico alerta del problema de «infradiagnóstico» que hay con esta dolencia: «Solo el 11% de las personas con apnea del sueño lo tienen diagnosticado y tratado. El resto está en su casa con un problema que les puede hacer mucho daño y al que ignoran. Y es que la apnea es una enfermedad que no está muy considerada ni por los propios sanitarios». Juarros apunta que está relacionada con «el ronquido y, clásicamente, hay mucha gente que asocia el ronquido a un descanso saludable, cuando es un error, ya que si una persona está roncando, lo que ocurre es que el aire tiene dificultad para entrar a través de su vía aérea».

Por ello, Juarros señala que «el ronquido puede ser una alerta para sospechar de la existencia de este problema», a lo que se sumaría «el tener sueño por la mañana, estar cansado...».

«En el caso de los niños, la apnea del sueño puede llegar a afectar a su desarrollo neurocognitivo y suele venir provocada por el tamaño de sus amígdalas y sus adenodies, las famosas anginas y vegetaciones. Si son más grandes de lo normal y a un niño eso le supone una obstrucción de su vía aérea, puede provocar apneas. Por eso estudiamos niños para determinar si es pertinente una intervención en el servicio de Otorrinolaringía o, incluso, dormir con un respirador», detalla.

Otros trastornos

A pesar de lo grueso de estas cifras, la apnea no es el principal trastorno del sueño, sino que es el insomnio, «hasta el punto de que aglutina la mitad de los problemas, mientras que los respiratorios suponen un 12% de lo casos, con una prevalencia del 8% para la población en general, si bien el porcentaje se eleva hasta el 30% si el análisis se circunscribe a los mayores de 60 años», matiza el jefe de este equipo.

En el Hospital Clínico hay dos unidades de sueño, la de Juarros que depende de Neumología y otra que lleva Neurofisiología y que es la que estudia pacientes con otros problemas como la epilepsia, la narcolepsia, el insomnio... 

El tratamiento de los trastornos respiratorios del sueño se decide después de un estudio en el que se descubre cuántas apneas sufre una persona a lo largo de la noche, el nivel de oxigenación que tiene en el transcurso de las mismas, si hay factor de riesgo cardiovascular, los síntomas diurnos (si tiene sueño)... «A todos ellos se les recomienda adelgazar, dejar de beber y fumar, dejar de tomar aquellas pastillas que favorecen las apneas y, a partir de ahí, se determinar el tratamiento a pautar», detalla este neumólogo.

Existen dispositivos de avance mandibular (que adelanta la parte inferior de los dientes para aumentar el calibre de la vía aérea), de terapia posicional (que obligan al paciente a dormir de lado, un dispositivo que vibra siempre que se pone boca arriba), ejercicios de rehabilitación (para fortalecer lengua y garganta) y cirugía (quitando vegetaciones o anginas, y hasta recortando la base de la lengua), pero el tratamiento por excelencia son esas CPAP: unas máquinas que introducen aire en la vía aérea mediante un tubo de plástico y una mascarilla blanda, y «ese aire a presión impide que la garganta se colapse».

«La apnea del sueño no tiene cura, tampoco con una de estas máquinas, pero ponerse una CPAP es como llevar gafas: si no me las pongo, no veo bien y si duermo sin la CPAP, tengo apneas», resume Juarros. «El 80% de las personas que las usan están encantados porque sus apneas desaparecen, empiezan a descansar y recuperan su vida por el día. Además, de que ese riesgo cardiovascular desaparece».