Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Es de libro: vuelve el libro político

23/04/2022

Me dicen que en la vecina Francia, donde este domingo saldrá reelegido presidente Macron -espero no equivocarme-, arrasan los libros políticos. Incluso uno del 'ultra' Zemmour, que tuve la humorada de ojear --y hojear-- rápidamente en una librería parisina, sin llegar, la verdad, a comprarlo, parece que ha batido récord de ventas en este particular subsector. Consulto con varias editoriales españolas y todas coinciden: renace el interés del público por los libros de políticos y sobre política. Han salido al mercado curiosas novedades y se preparan volúmenes de mayor enjundia aún.

Ensayando un (mal) juego de palabras, he de decir que es de libro este interés por esos libros en los que los políticos -o ex políticos- nos cuentan cotilleos a la vez que se protegen de ataques o de otras revelaciones que podrían no convenirles tanto como lo que ellos nos cuentan: vivimos una actualidad política que supera las imaginaciones más calenturientas de los fabricantes de ficción.

Conozco muy pocos casos de 'memorias' de nuestros próceres en los que haya cabido alguna autocrítica -Zapatero es una pequeña, muy pequeña, excepción-. Y, en cambio, sé de muchas hagiografías sobre políticos, escritas, ay, por compañeros míos, dedicadas básicamente a glorificar al protagonista de la obra, sea Yolanda Díaz, sea Alfredo Prez Rubalcaba, sea Carme Chacón, sean, incluso, en su día, Rodrigo Rato, o Aznar. La autocrítica, verdad Pablo Iglesias, es inexistente, y la crítica, escasa, a menos que se trate de obras nacidas con el expreso deseo (o encargo) de perjudicar la imagen de alguien. Espero, por cierto, con ansiedad las memorias que aseguran que escribe Felipe González, el último superviviente de una 'vieja era'. Y aguardo con no menos interés, y con algo de aprensión, cierto libro sobre Juan Carlos de Borbón, que acaba de aplazar, dicen, su regreso a España.

En todo caso, hoy, día del libro, lo que me interesa subrayar es que el interés ciudadano ha renacido. Que el libro sigue siendo un vehículo de conocimiento y ha logrado que no lo anulen ni los 'instagrammers', ni los 'influencers', ni los 'youtubbers', que parecen reñidos con la letra impresa y con el vocabulario fluido, so pretexto de que el libro es un instrumento antiguo ya superado por la era de la imagen trepidante. Me parece que mis interlocutores en el a veces algo arcaico (hay que reconocerlo) negocio editorial desmienten que la letra impresa esté en coma: cada día se editan más títulos en España y, lo que es más curioso, cada día se lee más y quizá mejor.

Contra lo que creía Azaña, que decía que la mejor manera de guardar un secreto es publicarlo en un libro, sigo pensando que el libro es un arma cargada de futuro. Un arma que hay que saber utilizar para mejorar el mundo, no como Putin -que libros debe haber leído pocos, sospecho- que de ensayo, literatura y no te digo ya de poesía, solo entiende lo que pueden servirle para su propaganda; y, si no, censura al canto.

Vivimos una era poco literaria, lo cual no quiere decir que el libro no haya recuperado un cierto protagonismo como método de defensa frente a la vulgaridad de una política que solo entiende de batallas y no de consensos, de palabras gruesas y no de textos bellamente elaborados ni de pensamientos elevados.

Aprovecho este espacio que se me ofrece para hacer un brindis por el futuro del libro, de la letra impresa, del papel que te permite leer demoradamente. Hoy hay que regalar un libro, al menos. Que los libros, como la música, amansan a las fieras. Y, si el regalo es a un político, regálele también una rosa, a ver si se les pasa este eterno enfado con el que se tratan entre ellos y nos tratan a nosotros. Es de libro, ya digo.