El milagro de Ecaterina: el bebé más prematuro del Clínico

Óscar Fraile
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La UCI Pediátrica del Clínico saca adelante a una niña que nació en la semana 23, con 520 gramos de peso y 29 centímetros, en el alumbramiento más anticipado en la historia del hospital. Pocos bebés logran sobrevivir en estos casos

El milagro de Ecaterina: el bebé más prematuro del Clínico - Foto: Jonathan Tajes

Han pasado ya siete meses desde el nacimiento de Ecaterina Podaru, pero sus padres, Robert y Adriana, todavía se tienen que pellizcar cuando la tienen en brazos y pueden disfrutar de su sonrisa. Porque Ecaterina es una heroína que se vio obligada a luchar desde el mismo momento que empezó a respirar. Quiso hacerlo muy pronto, por eso vino a este mundo en la semana 23 de embarazo, en lugar de la 40, para convertirse en el bebé prematuro más joven que ha logrado sobrevivir en el Hospital Clínico Universitario.

El embarazo de Adriana empezó a torcerse en la semana 13, con abundantes sangrados que le obligaban a ir cada cierto tiempo a Urgencias. Algunos días llegó a quedarse ingresada. Los médicos le dijeron que tenía un embarazo de riesgo, y que las posibilidades de perder a la niña eran altas si no guardaba reposo absoluto durante el tiempo que faltaba de gestación. Así lo hizo, pero eso no libró a Adriana de afrontar otros contratiempos, como una infección de orina.

El día D y la hora H llegó mucho antes de lo esperado. En la semana 23. «Al volver de dar un paseo corto, tal y como me habían recomendado, fui al baño y allí rompí aguas», recuerda. Estaba en casa con su suegra y una amiga, y enseguida llamaron a su marido, que fue quien fue con ella al hospital.

El milagro de Ecaterina: el bebé más prematuro del ClínicoEl milagro de Ecaterina: el bebé más prematuro del ClínicoAl hacer las primeras pruebas vieron que la niña estaba a punto de salir, de modo que metieron a Adriana al paritorio con carácter de urgencia. Una vez allí, todo pasó muy rápido. «La anestesista me puso la epidural, me tumbé y salió casi sin enterarme, porque era muy pequeña», señala. Tan pequeña que solo pesó 520 gramos y midió 29 centímetros.

Ecaterina fue directa a una incubadora con respiración artificial, dado que todavía no tenía los pulmones desarrollados. Eran las doce de la noche y Adriana no volvió a ver a su hija hasta la mañana siguiente, con el estado de nervios que eso le generó. La niña pasó los tres siguientes meses en la incubadora, luchando contra multitud de problemas de desarrollo. Por ejemplo, en los ojos, de los que tuvo que ser operada. A los tres meses salió de la incubadora y a los cuatro pudo irse a casa con sus padres y su hermano mayor. «Mi marido y yo sabíamos que si nosotros luchábamos, nuestra hija lo iba a hacer también», dice la madre, que se deshace en elogios hacia el personal sanitario del Clínico. «Nos trataron fenomenal y cogieron mucho cariño a la niña, hasta el punto de que alguna enfermera lloró cuando le dieron el alta», recuerda.

Ecaterina es una prematura extrema, un grupo al que pertenecen los nacidos antes de las 28 semanas. Además, ella se encontraba en el límite de la viabilidad (entre las 23 y 24 semanas). La mayoría de estos niños no logra sobrevivir. De hecho, es el primer caso en el Clínico, tal y como confirma la jefa de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos y Neonatología, Asunción Pino.

Estos bebés suelen presentan muchas complicaciones. «En el caso de los pulmones, pueden tener la enfermedad de la membrana hialina», provocada por la insuficiencia en la producción del surfactante. Y en el caso de salir adelante, a veces lo hacen con secuelas. «Puede verse afectada a la retina y llegar a quedarse ciegos, o tener displasia pulmonar, es decir, que el pulmón no se desarrolle bien, y que no sea capaz de ventilar correctamente y necesite oxígeno domiciliario», explica Pino. También pueden presentarse problemas neurocognitivos que provoquen, por ejemplo, parálisis cerebral.

Ecaterina descansa hoy en Tudela junto a sus padres, naturales de Rumanía, y la atenta mirada de su hermano David. Atrás queda mucho sufrimiento, pero todo merece la pena si es para tener una pequeña heroína entre los brazos.