Manuel Azaña y Valladolid

Jesús Anta
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En septiembre de 1921 pasó dieciséis días en Villalba de los Alcores debido a su amistad con Cipriano Rivas Cherif. Allí conoció a Lola, 24 años más joven y con la que se casaría en 1929

Manuel Azaña y Valladolid

Valladolid puede presumir de Azaña, pues  por un motivo  u otro anduvo varias veces por estas tierras.  Su más notoria presencia fue el 13 de noviembre de 1932 en calidad de presidente del Consejo de Ministros de la II República. Azaña se convirtió en el símbolo de la República, razones por las cuales fue atacado por la derecha pero, paradójicamente, la talla política y su gran altura intelectual la han procurado la admiración y el respeto de políticos e intelectuales de todo el espectro ideológico. 

Arturo del Villar es un gran conocedor de Azaña y ha escrito una sucinta pero muy detallada relación del líder republicano con Valladolid. Así, sabemos que en septiembre de 1921 pasó dieciséis  días en  Villalba de los Alcores debido a su amistad con Cipriano Rivas Cherif (dramaturgo que renovó la escena teatral y  premio Nacional de Literatura en 1931), cuya familia tenía propiedades en la villa, además del castillo. Allí conoció a Lola, veinticuatro años más joven y hermana de Cipriano, con quien terminaría casándose en 1929. Parece razonable pensar que volvió por Villalba en otras ocasiones.

Durante aquella estancia, visitó el Monasterio de Matallana, Medina de Rioseco, el Museo Provincial de Valladolid y el Colegio de san Gregorio.

A finales de 1928 recaló de nuevo en Valladolid como miembro de un tribunal de oposiciones a Notarías en razón de funcionario del Ministerio de Gracia y Justicia. En la capital permaneció hasta febrero de 1929, donde  trató con círculos republicanos  y participó en tertulias en las que también estaba el periodista Francisco de Cossío, con el que no parece que se llevara muy bien, tal como relata Cipriano de Rivas en su libro Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña. En aquellas fechas Azaña aprovechó para visitar Simancas y su Archivo, lugar del que no guardó buen recuerdo. Como tampoco lo guardó de la ciudad de Valladolid: «(...)Cuántas cosas no acabadas, como la catedral, o acabadas de mal modo. Y cuántas mal colocadas. Nada concuerda ni se armoniza con nada...».

Decíamos que Manuel Azaña estuvo en Valladolid el 13 de noviembre de 1932. Seguramente no fue un viaje casual, sino que  obedeció a poner el pie en la ciudad en la que hacía escasos meses parece que se había producido ruido de sables contra el Gobierno. 

La noche del sábado 12 llegó en automóvil a Medina del Campo, donde se alojó. A primera hora del día 13 inició viaje a Valladolid, donde fue recibido por el alcalde Quintana: recepción en el Ayuntamiento, y a las 12 del mediodía, al sonido del Himno de Riego, entró en un abarrotado teatro Calderón para dar un trascendente mitin.  Y en la calle, una multitud pudo seguir su discurso gracias a varios altavoces.

El consabido banquete se llevó a cabo en  el cine Capitol, cuyo patio de butacas había sido ocupado por  filas de mesas para acoger un menú servido por el Hotel Inglaterra. Posteriormente visitó las obras del hospital militar que se estaba construyendo en el paseo de Zorrilla, y diversos cuarteles. Recepción en la Diputación, y su esposa, María Dolores, fue agasajada en el hotel de France. Y por la tarde, viaje de vuelta a Madrid.

EL DETALLE

PINARES VALLISOLETANOS

Azaña amaba los paisajes,  y disfrutaba paseando por la naturaleza. Así lo refleja en un texto que escribió la noche del 26  de junio de 1918, cuando todavía ni había recalado en Villalba ni conocido a su futura esposa, Lola (en la foto). Atravesaba por tierras vallisoletanas en un tren camino de La Coruña: Salida de la luna, antes de Medina. Nubes bajas en el Levante. Pincelada rojiza, leve raya en el horizonte. Un fulgor va subiendo, estriado por las fajas de nubes. La luna sale, roja, entre celajes; de pronto, ya muy alta, se lanza a un espacio libre, y se ve subir su cara ovalada, de oro, entre dos nubarrones de borde inflamado. Luna de teatro. Los anémicos pinares de Valladolid están muy bien esta noche, heridos de través por la luna; más aéreos los pinos, parece que sus copas flotan. Lentitud del tren. En Valladolid se atesta el departamento, y así hasta La Coruña, nos dicen. Humo, sueño, incomodidad. Seguramente familias vallisoletanas que se dirigían a veranear a Galicia.