Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Padre no hay más que uno

17/03/2023

La guerra fría ideológica no acabó con la caída del muro de Berlín, aunque a los comunistas les irrite reconocer que la libertad triunfó sobre la coacción. Algunos dirán que fue el papa Juan Pablo II y la acción del Espíritu Santo; aunque Putin pensará que fue una demostración empírica de la debilidad del estado soviético. ¡Con lo fácil que hubiese sido mandar algunas divisiones al Vaticano!.

Reconozco que pese a su profundidad histórica, ni me enteré vitalmente. Lo cual no sé si dice mucho de mí o de la relevancia del suceso. En cualquier caso, los alemanes le dieron una importancia que nadie a su alrededor comprendió. Los polacos confirmaron sus fronteras y los teutones pensaron que con la compra energética Rusia sería un aliado fiable. La tragedia de Fukushima permitió a Angela obviar el riesgo soberano por un potencial miedo futuro. Nadie se lo cuestionó porque era una buena persona. Destrozó a empresas y facilitó que Rusia tuviera un poder desconocido sobre Alemania.

Es obvio que Rusia tiene aliados y amigos en Europa, igual que hace cincuenta años los comunistas franceses iban a los balnearios rumanos. La duda es si es sostenible ese chantaje o la subordinación a la amenaza. En este punto, creo que Rusia ha forzado la jugada. Europa es cínica, pragmática y relativista, pero falta todavía un gran trecho para que lo reconozca abiertamente.

Los gobernantes preferirían que el tema acabara lo antes posible, sin pensar el porqué del evento. Hay ocasiones que es irrelevante la causa y tienes que darlo todo por un bien superior. Hace años la paz de Westfalia fue considerada por Henry Kissinger como la base de la estabilidad europea. El catolicismo aceptó el realismo político sobre la verdad religiosa. ¡Que cada uno decida sobre sus súbditos! Fue pragmatismo militar y político, porque los protestantes no iban a ceder.

Desde un punto religioso, la decisión fue imperfecta pero desde un punto de vista político fue brillante. Por primera vez, España asumió que la unidad teológica no podía basarse en la fuerza.

No puedo dejar de admirar la sagacidad del momento, pero la gran pregunta es si ahora estamos haciendo lo correcto. Cuando te invaden siempre queda la duda de si la defensa es moralmente aceptable o el compromiso la única alternativa. En algún punto, los espectadores de la tragedia tendremos que tomar partido. Nuestro drama es que lo haremos en frío.