Dos de los sicarios confiesan e inculpan al protésico dental

A. G. Mozo
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Anton A.M. y Gabriel E.K. reconocieron el asalto y sitúan a Rubén en el papel de ideólogo y a Arso como lugarteniente del plan. Uno de ellos declaró que fue la nuera de la víctima quien dio la información al protésico dental sobre María Aguña

Antón A.M., durante el juicio por el crimen de la Circular.

El juicio por el crimen de la Circular dio este jueves un giro clave, después de que los dos primeros acusados negaran cualquier vinculación con el asalto mortal a María Aguña y el tercero buscase su exculpación, admitiendo haber oído «algo de un robo y una caja fuerte», pero negando cualquier relación diercta con los hechos. Fue la comparecencia de Anton A.M. y Gabriel E.K., dos de los presuntos sicarios, las que aportaron luz a un proceso que está en manos de los nueve miembros de un jurado popular, señalando ambos a Rubén A.R., el protésico dental, como ideológo del plan.

Anton A.M. fue el más contundente. Como ya había hecho durante la instrucción del asunto judicial, no solo reconoció el asalto a la vivienda del número 9 de la plaza Circular, sino que detalló el papel que había desarrollado cada uno de los seis supuestos miembros de la banda, liderada, según aseveró, por Rubén A.R. y Arso A.I., con Emil A.M. en el papel de conductor y conseguidor de los tres sicarios, y él, junto a los dos Gabriel, como ejecutores del robo.

El autor confeso empezó pidiendo «perdón a la familia» de María Aguña y no dudó en detallar todo lo ocurrido, «la verdad». Dijo recordar «perfectamente» cuándo conoció a Rubén y a Arso, en ambos casos el mismo 17 de octubre de 2018 en que ocurrió todo, en un local que supuestamente iba a reformar el protésico dental y que sostiene la coartada de las obras de albañilería que esgrimieron los dos teóricos cabecillas del grupo. Anton explicó que a Emil le conocía de una discoteca de Cuéllar y admitió que le debía 500 euros, así como que fue ese mismo día 17 cuando el camionero le llamó para irle a buscar a casa y le dijo que se tenían que ver en Valladolid, teóricamente, en relación con esa deuda que mantenían. En cambio, a los dos Gabriel les conoció directamente en el local al que le llevó Emil y en el que, según dijo, se estaba gestando al asalto que acabaría con la muerte de la mujer de 73 años.

Gabriel E.K., durante el juicio por el crimen de la Circular.Gabriel E.K., durante el juicio por el crimen de la Circular.

LA NUERA DE MARÍA AGUÑA

Él pensaba que Emil le había llevado con «gente que daba préstamos», que era lo que le había dicho hacía unos días en la discoteca en que se vían, pero detalló que Rubén empezó a hablar de «dinero rápido», de «una casa en la que había mucho dinero» y detalló que «Arso estaba traduciendo» al resto de búlgaros. «Rubén dijo que una tía suya tenía mucho dinero y que había que entrar allí. Que conocía al hijo y a la nuera, que fue la que le había dado toda la información a Rubén», una tesis que ya estuvo sobre la mesa, que llevó a declarar a esa familiar en Comisaría, pero que no llegó a ser imputada por su implicación en el caso.

El protésico dental tenía información precisa de la víctima, según este testimonio: «Rubén nos dijo que había una caja fuerte detrás de un cuadro, empotrada en la pared, pero que no estaba enganchada con nada, que se podía sacar con las manos. Nos dijo que no abriéramos la caja fuerte, que era pequeña, que pesaría unos 20 kilos, que la cogiésemos entera y saliésemos con la caja fuerte directamente y que él esperaría fuera con el coche», detalló Anton.

Gabriel M.K., durante el juicio por el crimen de la Circular.Gabriel M.K., durante el juicio por el crimen de la Circular.

SOLO ATARLA Y AMORDAZARLA

«En ningún momento se dijo que tuviéramos que maltratar a la mujer, solo atarla y taparla la boca para que no grite, y luego dejarla desatada cuando nos fuéramos. Los dos Gabriel y yo no estábamos muy de acuerdo con esta parte del plan, pero Rubén nos dijo que si la mujer empezaba a gritar, podían oírla, pero nosotros no queríamos hacerle daño a la señora», aseveró. «Cuando estábamos en el local, Rubén nos explicó que él llamaría al timbre y diría que era de Correos y que luego subiríamos ya nosotros, porque nos dijo que la mujer era muy estricta y que solo así abriría la puerta».

Anton explicó que, aquella mañana, Rubén y Arso salieron «dos o tres veces del local» en que se reunieron para «ir a vigilar a la señora, para ver si estaba o no en la casa» porque ellos preferían cometer el robo cuando no estuviera ella, pero Rubén les comentó que «la vivienda tenía alarma y que no se podía hacer así»: «Nos dijo que había que entrar sobre la una, porque él sabía todo de la señora, porque nos decía que era su tía», apostilló el sicario, que detalló el desarrollo de los hechos de aquel 17 de octubre: «Cuando llegamos, Arso ya estaba dentro del portal, porque tenía que esperar allí, mientras que Rubén se iría al coche, después de llamar, decir que era de Correos y que la mujer abriera. Subimos, yo me escondí para que no me viera el tatuaje (lleva un llamativo tatuaje en la cara), uno de los Gabriel también y el otro fue con el paquete. Cuando ella abrió la puerta, los dos Gabriel la cogen y yo entré directamente en la casa a por la caja fuerte, pero no la encontré».

El sicario negó haber visto a los dos Gabriel agredir a la señora, a pesar de que en su declaración anterior en el juzgado así lo dijo y que él les había reprendido, algo que solventó acusando a la Policía de haberle dicho lo que tenía que declarar.

LA DEJARON VIVA

Anton insistió en todo momento en que no querían hacer daño a María Aguña y que la dejaron con vida: «Alguien llamó al timbre, nos hemos asustado y nos fuimos. Ella estaba viva, gritando, pidiendo ayuda... por eso subí la tele», aunque dijo que pensó en que la señora podía estar en riesgo y que por eso dejó la puerta abierta.

Anton no sostuvo ninguna de las coartadas de sus compañeros de banquillo, ni siquiera la del camionero que le metió en la banda, que dijo no saber nada de lo que pasaba, que solo había oído algo de una caja fuerte y de un robo: «Emil salió a aparcar el coche, porque estaba en un garaje, pero todos sabíamos lo que se iba a hacer», aseveró durante su declaración.

POR 500 EUROS

Precisamente, dijo que él participó en el robo solo a cambio de cancelar la deuda de 500 euros que tenía con Emil y que no sabía cuál era el botín ni el reparto que harían del dinero que había en la caja fuerte.

Anton explicó que en la reunión posterior le relataron a Emil, Arso y Rubén la situación en que habían dejado a la señora, extremo que haría a los seis cómplices del delito de homicidio o asesinato que hay sobre la mesa de este proceso judicial en el que se exponen a penas de hasta prisión permanente revisable.

También se confesó autor del asalto el quinto procesado en declarar, Gabriel E.K., quien se preocupó en intentar demostrar que su cuñado (el sexto implicado) no participó en los hechos y en que ellos se limitaron a intentar un robo, huyendo de la vivienda dejando a María Aguña con vida: «Oí que abría la puerta con la llave y empujé yo en cuanto abrió. La señora María se cayó al suelo bastante fuerte», confesó Kamenov, quien también situó a Rubén como jefe de la banda y como la persona que les exigió que ataran y amordazaran a la septuagenaria durante el robo, si bien negó que ellos le colocasen la cinta americana de la manera en que apareció en el cadáver, tapando toda la boca y parte de las fosas nasales. El autor confeso insinuó que Rubén pudo volver a la vivienda: «La última palabra de Rubén antes de irse fue: 'Yo voy ahora mismo a coger el dinero de la caja fuerte'», espetó al jurado.

«Gabriel Krasimirov no estuvo aquella mañana allí». El presunto sicario negó además que su cuñado fuera la persona que aparece en los vídeos de seguridad recabados por la Policía Nacional durante la investigación. Ello, a pesar de que se han encontrado huellas del sexto acusado en la caja que llevaron al domicilio de María Aguña y que se dejaron allí por culpa de su precipitada fuga. También intentó exonerar a Emil, asegurando que no sabía nada del robo.

Rubén ha intentado contactar con él, incluso le entregó un papel sobre cómo declarar en el juicio y le ingresó 6.000 euros.

Krasimirov, por su parte, lo negó todo y aseguró que su móvil estaba en la zona de los hechos porque le dejó el teléfono a su cuñado Gabriel E. Kamenov. «Ni he visto esa caja ni la he tocado, no sé cómo están allí mis huellas», declaró.