Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Rocky

09/09/2022

Hay tantos libros que explican tan bien por qué hay países sumidos en la pobreza, mientras otros han alcanzado la prosperidad que es innecesario hablar de ellos. Cierto es que hay una creciente preocupación por comprobar si una nación próspera puede dejar de serlo. Basta con observar Argentina para saber que es perfectamente factible, siempre que la demagogia y unas instituciones disfuncionales se instalen. No es fácil de detectar, ya que en demasiadas ocasiones se grita fuego cuando solo es un humito sin importancia; pero digamos que si fuese Chile me andaría con cuidado. Obviamente, Cuba o Venezuela no tienen motivos de preocupación porque han alcanzado dicho estatus con matrícula de honor.

Hay buenas y malas ideas, igual que los gobernantes y las leyes con unas robustas instituciones impiden que los errores y abusos cometidos generen un daño estructural. Occidente hasta hace muy poco consideraba al individuo como epicentro y dotaba a la ley emanada del parlamento un estatus casi místico. La ley era simple y fácil de comprender y tendía a evitar la interpretación creativa, conseguir que dijera lo que no aparecía en el texto. Los progresistas no han parado hasta ampliar la luz del escrito legal para que defendiese lo que ellos creían justo y legítimo.

Es en este punto donde empiezan los problemas. Para una minoría de personas, la propiedad privada es un mal intrínseco y el esfuerzo de superación un impulso a cercenar, porque asumen que genera desigualdades. Un mundo teórico perfecto sería aquel donde todos tienen lo mismo, aunque no hayan hecho lo mismo para obtenerlo. Obviamente, hay que descartar de este grupo a los del gobierno o del partido, si son de los tuyos, porque son gente maja por naturaleza.

Para la inmensa mayoría de los mortales, en especial los que tienen menos recursos, su gran inversión vital es la compra de una vivienda. Da lo mismo el tamaño, la luz, el color, si tiene ascensor el edificio; "es tu castillo" (como dirían los ingleses), un español lo consideraría más bien su refugio.

Resulta incomprensible cómo los políticos no quieren entender que el movimiento okupa perjudica al que menos tiene y más se ha esforzado por alcanzarlo. Cuando perdemos el respeto a la propiedad privada sorprende la rapidez con que se degrada la sociedad y se daña la convivencia. La gravedad del delito no puede depender del contexto del delincuente, sino del acto cometido. En eso consiste la justicia.