De Serranillos a templo de la casquería

M.B
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Los hermanos Hilario y Juana Gómez Sánchez nos cuentan la historia del Handy, sus inicios en los años 60 y su consolidación como uno de los clásicos de la hostelería local

Juana, en la cocina del Handy. - Foto: Jonathan Tajes

El Handy (se pronuncia españolizado, con hache líquida, no jota inicial) es uno de los locales con más solera de Valladolid. De hecho, hasta no hace mucho eran locales, porque llegó a haber tres bares-restaurantes y una tienda de legumbres bajo la misma denominación. En 2018, abrieron el último, situado en la calle Doctor Cazalla, 2, ya con apellidos, Handy - Viandas y Vinos, «por adaptarnos a los tiempos», desde donde los hermanos pequeños Gómez Sánchez, Hilario y Juana, mantienen la misma línea que iniciaron sus padres, Asunción e Hilario, en la calle Casasola... allá por 1967.

Los Gómez Sánchez son de Serranillos, localidad de Ávila conocida por la venta de aceitunas y pimentón. «Es el pueblo de las aceitunas... sin olivos», bromea Hilario desde detrás de la barra del Handy. Su padre comenzó vendiendo ambos productos con una mula recorriendo la comunidad, hasta que se decidió por emigrar a Valladolid en 1966, en busca de un futuro mejor para sus hijos, Alfonso, Santos, Licinio y los propios Hilario y Juana. El mayor había trabajado en Madrid en hostelería y así empezaron aquí con el primero de los locales, en la calle Casasola. «Por entonces se ponían los nombres con luminosos a través de empresas de bebidas. Mi padre fue a una porque se había precipitado la apertura; quería poner Serranillos, pero no daba tiempo a preparar el cartel y le comentaron que había quedado libre Handy de un local que no llegó a abrir... y así surgió el nombre», recuerdan con gracia ambos hermanos sobre el porqué se llaman así.

Con Asunción y poco a poco Santos en cocina, empezaron como el bar de barrio de toda la vida, con tapas, cafés, vinos y partidas de cartas. Hasta que en 1988 dieron un salto a restaurante, ampliando el local hasta los 350 metros cuadrados y los negocios, con otros Handy en la calle Cánovas del Castillo y en Manzanas, además de la tienda de legumbres en la plaza Poniente. Ese 1988, Hilario, al que llamaban el estudiante, ya dio el paso de entrar al cien por cien en el negocio familiar. De hecho, él mismo con Juana se quedaron con el último Handy, el de la calle Manzanas, que abrieron en 1995, antes de que una importante obra en el edificio les obligase a un cambio: «Hablamos y nos decidimos por venirnos aquí, a Doctor Cazalla. Juana en cocina y yo en la barra». El resto de los Handy se fueron alquilando o traspasando.

«Aprendí en cocina a base de ver a mi madre y mi hermano. Y aquí mantengo un espacio, con productos a la vista, a modo de homenaje a la tienda», añade Juana, mientras se afana con unos caracoles y el bacalao con tomate que lleva años con ellos.

«Mantenemos la tradición de la cocina desde los inicios, con mucha casquería, como callos, oreja, morro... de hecho últimamente nos han puesto el adjetivo del templo de la casquería», añaden. Aunque no son un restaurante al uso, cada vez se asemejan más a uno, «porque la gente viene ya no solo a picar algo, si no a comer o cenar».

Y por eso, en su carta, conocida por esos clásicos de la casquería, ese bacalao, la ensalada de tomate rin-ran (con cebolla y aceita de oliva, «y pan de Montemayor de Pililla, para que la gente unte, al modo rin-ran»), chuletas, calamares especiales («con raba de calamar auténtica») o el cochinillo cochofrito al estilo Serranillos, siempre hay algún producto en función del mercado. Abren de lunes a sábado tanto para comidas como para cenas, y cuentan con un comedor a la vista para unos 30 comensales y una terraza para otros veinte.

Hilario y Juana mantienen el espíritu de Serranillos y la cocina de Asunción,Santos y su familia.