Cuando la mentira se alía con la Policía

Juan López (Ical)
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Por los interrogatorios de las comisarías pasan a diario auténticos "actores de Oscar", pero frente al refrán, es un mito "que se pille antes a un mentiroso que a un cojo"

Cuando la mentira se alía con la Policía - Foto: mir_ical

“Todos somos buenos mentirosos. La mayor parte de nosotros miente mucho todos los días; y quien diga lo contrario está mintiendo”, ironiza entre risas el inspector de Policía, criminólogo y psicólogo forense José María Otín (Zaragoza, 1966), durante un receso de una de sus ponencias sobre detección de mentiras. En su dilatada carrera se ha encontrado en interrogatorios, a diario, con auténticos “actores de Oscar”. Pero frente al refranero español, muy acertado en la mayoría de ocasiones, es un mito “que se pille antes a un mentiroso que a un cojo”. “Los mentirosos vuelan”, desliza.

Otín, una referencia nacional en el estudio de la conducta criminal extrema y autodenominada una persona “escéptica”, impartió hoy un taller en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de Valladolid, en el marco del VI Seminario Internacional de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses (Seccif), junto a una treintena de alumnos de Criminología. “Habéis optado por el estudio más bonito”, les anima, para instarles a ponerse a trabajar y ver si son capaces de detectar los indicadores de la mentira que podrán observar en un par de videos. “Se trata de los signos que orientan al evaluador que está intentando determinar si le estás mintiendo. En función de hallazgos científicos. Pero es cierto, hay que reconocerlo, existe mucha mitología al respecto”, sentencia.

Uno de esos videos se basa en una entrevista al español Enric Marco, que tras contar su supuesta extraordinaria historia sufrida en un campo de concentración nazi en la II Guerra Mundial, en 2005 reconoció abiertamente que los relatos de su supuesta deportación no eran ciertos. “Su mentira era tan real que mucha gente le creyó durante décadas. Los casos se resuelven, muchas veces, por cuestiones ajenas, como es este, que se descubre no porque nadie haya sido capaz de evaluarlo y determinar que mentía, sino porque con el tiempo las mentiras quedan al descubierto y la gente se da cuenta”, explica.

En este sentido, concretamente fue un periodista que investigó en profundidad y desmontó toda la historia que había tejido hasta que estuvo obligado a admitirlo.

“Mucha gente ha aprovechado la desgracia histórica del Holocausto para atribuirse méritos o sufrimientos que no son suyos. De eso no cabe la menor duda. Mucha gente estuvo allí y vivió una pequeña parte, pero después ha dibujado algo espectacular porque ha pretendido obtener provecho de esa vivencia”, destapa. Algunos buscan “llamar la atención o la compasión de la gente”, pero “no necesariamente son motivaciones económicas, porque la mentira tiene tantas motivaciones como personas mentirosas hay”.

Indicadores fisiológicos

Enric Marco no es el mejor ejemplo de cómo esconder una mentira que mantuvo durante muchos años. Habitualmente son sorprendidos mucho antes gracias a indicadores fisiológicos, que “son las reacciones corporales a la mentira”. Una muy conocida es pensar que cuando uno miente mueve los ojos de una determinada manera o se pone más nervioso y aumenta la frecuencia cardíaca. “Son indicadores conductuales de la mentira, que es básicamente aquello que se puede ver y medir, en teoría, y en lo que nos tenemos que basar para intentar saber si miente o dice la verdad”, sostiene Otín.

A su juicio, la mentira “no es mala, es consustancial al ser humano, una herramienta evolutiva para sobrevivir”. “Y como la utilizamos mucho, somos todos mentirosos”, asevera de nuevo entre risas.

Sin embargo, opina que “hay pocos buenos detectores de mentiras” y añade que los famosos polígrafos “no son fiables” aunque sus fabricantes los comercialicen con una fiabilidad del 90 por ciento. De hecho, en “pocos países” se admite como prueba policial. Pero sí se utiliza como método de investigación “porque ayuda a orientar”. “Yo jamás descartaría a una persona como mentirosa o le acusaría de mentir por los resultados del polígrafo únicamente. Es una temeridad”, advierte.

De hecho, lo normal es “desistir en determinar si una persona te está mintiendo o no”. Frente a ello, se intenta extraer toda la información “necesaria y después contrastarlo para llegar a unas conclusiones”, en lo que califica un trabajo “amanuense”. “A veces hay pruebas incontestables, pero es un trabajo laborioso. Por una técnica de detección instantánea, cara a cara, es muy complicado saber si te mienten”, declara.

Eso sí, reconoce que se han resuelto casos “básicamente por concesiones que se han conseguido a través de buenas técnicas de interrogatorio y entrevistas”. Pero también critica que hay “multitud de falsas confesiones provocados por un uso inadecuado de las técnicas que sirven, paradógicamente, para lo contrario, para detectar la mentira”.

A ello se suman las incoherencias en un interrogatorio, que “muchas veces no se traducen en mentiras, simplemente que la persona esté nerviosa o no recuerda bien las cosas; o manifiesta algo ahora y a los cinco minutos varía la versión, pero realmente no te está mintiendo, simplemente los nervios le juegan una mala pasada”.