El amor, un cuento de Navidad y Túnez visitan la Seminci

D.V.
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Crítica y público dedicaron intensos aplausos para 'And Then We Danced' y 'Eco', y una acogida algo más fría para 'Arab Blues'

El amor, un cuento de Navidad y Túnez visitan la Seminci

Tras una jornada inaugural pasada por agua, la 64 Semana Internacional de Cine de Valladolid sigue su curso y acogió este domingo el estreno en España de tres películas bien dispares en su competición de la Sección Oficial. La encargada de abrir el fuego a primera hora fue ‘And Then We Danced’, de Levan Akin, un poderoso canto a la libertad sexual que bucea en el dolor que rodea al primer amor, que fue recibida con sonoros aplausos en el Calderón. Después llegó el turno para la incisiva ‘Eco’, de Rúnar Rúnarsson, que en clave de cuento de Navidad dibuja un poliédrico y amargo mosaico de la sociedad contemporánea. Y la competición se cerró con ‘Arab Blues’, de la realizadora franco-tunecina Manèle Labidi, que psicoanaliza con humor la mutación social que vivió Túnez  tras la Primavera Árabe.

‘And Then We Danced’, tercer largometraje del cineasta sueco de raíces georgianas Levan Akin, profiere un sonoro grito por la libertad. La película sumerge al espectador en el torbellino emocional que arrasa a Merab, un joven bailarín del Ballet Nacional Georgiano que sueña con formar parte del elenco principal de la compañía, cuya vida sufre un vuelco con la legada de Irakli, otro aspirante.

Nieto e hijo de bailarines de danza tradicional georgiana, su vida parece marcada en una única dirección desde la cuna. Merab baila desde que aprendió a dar sus primeros pasos, y desde los diez años es la pareja de baile de Mary, su chica “o algo así”. Mientras ella anhela el primer encuentro sexual con el hombre de su vida, el camino que parecía predeterminado para ambos se hace añicos cuando desde Batumi, en la costa occidental del país, llega hasta la academia Irakli, un talentoso bailarín que hará que Merab descubra el tsunami emocional que provoca el primer amor.

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La película, que llegará a las salas comerciales españolas el próximo mes de febrero, fue acogida con intensos aplausos en su paso por Valladolid, donde el director explicó que el germen de la historia se remonta a 2013, cuando vio en el telediario los “brutales ataques de miles de personas organizadas desde la iglesia ortodoxa” contra el “valiente” medio centenar de personas que decidió organizar el primer desfile del orgullo gay en el Estado exsoviético.

“Me horrorizó ver aquello, así que decidí investigar sobre el tema y filmar algo sobre este asunto en el país de mis padres”, explicó Akin en Valladolid. El film viaja de su mano en la montaña rusa emocional que es la juventud, desde la cresta de la ola hasta los abismos más oscuros. “La película habla del baile, la juventud, la pérdida… y desde el principio sentía que la música tenía jugar un rol muy importante en la historia. Quise mezclar música antigua y moderna porque la película al fin y al cabo tiene que ver con las tradiciones antiguas, y con cómo las nuevas generaciones se apropian la tradición”, explicó.

Dos de los tres protagonistas del triángulo amoroso en llamas que dibuja el film, Levan Gelbakhiani (Merab) y Ana Javakishvili (Mary), acompañaron al cineasta en Valladolid. Debutantes ambos en el cine, Akin llegó al actor “a través de Instagram” y a la actriz en una audición donde le maravilló. 

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ECO

Por su parte, el cineasta islandés Rúnar Rúnarsson, ganador en 2011 del galardón a la mejor película de Punto de Encuentro con ‘Volcano’ (su debut tras la cámara) y vencedor de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián con ‘Sparrows’ (su segundo film), regresó a Valladolid para defender su película más ambiciosa y arriesgada hasta la fecha. ‘Eco’, que fue recibida con aplausos en su estreno en la Seminci, ofrece una mirada poliédrica, llena de cargas de profundidad y humor negro, sobre la deriva que está adoptando la sociedad contemporánea. 

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Para lograrlo, el cineasta se desmarca de la narrativa clásica tradicional y estructura su película en 56 escenas independientes, filmadas todas ellas con planos fijos a partir de planteamientos diferentes. El único y poderoso nexo entre las secuencias es que todas ellas transcurren en plena Navidad, en vísperas de Año Nuevo, y de forma secuencial cronológicamente, dando forma a un retrato coral de la desesperanza y de la deshumanización global, con pequeños resquicios de esperanza entre las microhistorias que desfilan ante la cámara.

Al estilo de ’71 fragmentos de una cronología del azar’, de Michael Haneke (obra que Rúnarsson confesó no haber visto aún), ‘Eco’ ofrece a modo de mosaico un crudo cuento de Navidad, trazando cuidadas pinceladas sobre temas tan delicados como la soledad, la frivolidad, el drama de los refugiados, las corrientes ecologistas de nuevo cuño, el bullying, el inútil culto al cuerpo o la dependencia de las nuevas tecnologías.

En su encuentro con los medios, el cineasta explicó que afronta cada nuevo proyecto como “un viaje personal”, y señaló que necesita sentir una conexión personal con la historia que pretende contar antes de lanzarse al rodaje. Según detalló, llevaba años queriendo construir una película “a partir de breves fragmentos de la vida, de pequeños instantes de emoción”, y ver si esos retazos eran capaces de sostenerse por sí mismos, “coaligándose hasta crear una historia”. 

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“Personalmente estoy un poco cansado de ver en el cine siempre el mismo desarrollo de las historias. El cine moderno, incluido el de autor, recurre con demasiada frecuencia al modelo clásico de la Grecia antigua. Y sin embargo el cine tiene tres niveles de narración: la historia, la narrativa visual y la auditiva. Los productores habitualmente se centran exclusivamente en la cuestión narrativa, olvidando las emociones del subtexto, y el cine por desgracia cada vez recurre menos a esos tres pinceles con los que se pude dibujar la historia”, detalló.

La película ofrece una reflexión poética sobre el presente que vivimos y el incierto futuro que nos aguarda. En ella retrata “la sociedad moderna”, y lo hace enclave local, desde su Islandia natal, pero con un alcance mundial en plena era de la globalización. “Cuando hablaba del proyecto muchos me dijeron que era posible que esta película no le interesara a nadie y nadie fuera a verla, pero necesitaba hacerla y seguí el dictado de mi corazón”, remachó. 

Por último, ‘Arab Blues’ es una comedia desenfadada donde con un ritmo ágil y una protagonista inolvidable ofrece una mirada fresca y vitalista al Túnez contemporáneo y a la revolución social que viven sus gentes desde el estallido de la Primavera Árabe.

El peso absoluto de la película recae sobre los hombros de la joven pero experimentada actriz iraní Golshifteh Farahani, toda una veterana pese a sus 36 años, a quien hemos podido ver en superproducciones de Hollywood como ‘Red de mentiras’ o la última entrega de ‘Piratas del Caribe’, a la que los más cinéfilos recordarán por su trabajo en ‘A propósito de Elly’, de Asghar Farhadi, o en ‘Paterson’, de Jim Jarmusch.

Ella encarna a Selma, una joven tunecina que lleva desde los diez años viviendo en París y que decide regresar a su país para abrir su propio consultorio de psicoanálisis. Son varios los personajes que le preguntan qué ha ido a buscar en un lugar del cual todos quieren escapar, y aunque no se explicita en ningún momento, la probable respuesta es que es a ella misma a quien está buscando en ese viaje.

La película desprende un halo de positividad que emana desde la primera hasta la última secuencia, gracias a la música, el ritmo y la galería de personajes caricaturescos retratados con gran cariño por la cámara que van desfilando por el diván de la protagonista: una peluquera que tiene su propio salón de belleza, un fetichista que adora vestirse con ropa de mujer o un hombre con manía persecutoria son algunos de los seres (muy humanos) que se afanan por contar sus miserias y sus obsesiones a la protagonista.

Es así como la película establece un diálogo unidireccional entre la psicoanalista (alter ego del espectador) y las infinitas inquietudes de las gentes de un país silenciado tras décadas de dictadura, anclado entre los extremismos islamistas de oriente y la globalización cultural que propone occidente.

“El humor es una parte inseparable de la cultura tunecina. No habría sido fiel a la energía que desprende el país sin no lo hubiera tratado en la película”, explica la cineasta en el dossier de prensa del film. Labidi no pudo desplazarse hasta Valladolid para defender el estreno en España de su trabajo, que hace escasas semanas se alzó con el premio del público de la sección Giornate degli Autori del Festival de Venecia.