Pablo Álvarez

ZARANDAJAS

Pablo Álvarez

Periodista


La escalada eléctrica

29/08/2021

Los nostálgicos de los 80 os acordaréis bien de la serie Fama. Seguro que recordaréis la escena en la que una de las profesoras, bastón en mano, se dirigía a los alumnos y les decía: «Tenéis muchos sueños. Buscáis la fama, pero la fama cuesta… pues aquí es donde vais a empezar a pagar con vuestro sudor. Quiero veros sudar». De esa misma manera me imagino a los directivos de las empresas eléctricas: «Queréis un planeta más limpio, pero el respeto al medio ambiente cuesta. Y aquí vais a empezar a pagarlo... en la factura de la luz».
Por convencimiento, por imposición o porque ya vemos las orejas del lobo y no queda otra, parece que como sociedad hemos decidido dar el paso hacia la descarbonización, hacia una vida más saludable y a tomarnos más en serio el respeto al medio ambiente y la conservación del planeta. ¿Hasta ahí todo correcto? Lo que ocurre es que todavía pensamos que ser ecológico es buscar en la balda del supermercado los productos que pongan bio o eco; echar las botellas al contenedor verde, el papel y cartón al azul y cuando llegue el amarillo hacer lo propio con los envases. Mientras tanto reciclar ‘a la vallisoletana’: eso es, desperdicios de comida por un sitio y el resto de basura por otro. Una vez hecho esto, nos ponemos la medalla verde al respeto al medio ambiente y nos damos una palmadita en la espalda de autosatisfacción.
No somos conscientes de que este paso que se está dando no tienen vuelta atrás y que requiere un cambio profundo de nuestros hábitos de vida. No se trata de comprar un coche híbrido, eléctrico o propulsado por hidrógeno, sino de reducir nuestros desplazamientos. No se trata de comprar folios reciclados, sino de escribir por las dos caras. No se trata de cambiar las bombillas de toda la vida por led o poner unas placas solares en casa para no gastar tanta electricidad, sino de tener las luces apagadas y racionalizar el consumo. No se trata de vivir en una casa con jardín con árboles que son receptores de CO2, sino de vivir cerca del trabajo para poder ir caminando. ¿Estamos dispuestos a hacer estos esfuerzos? Me temo que ya muchos comenzamos a bajarnos de ese carro.
Mientras tanto, para hacernos sentir que colaboramos para frenar el cambio climático, consumimos todo lo que nos vendan con etiqueta bio, eco o emisiones cero al precio que nos cueste. ¡Ahí tenemos a Ikea presumiendo de economía circular! Por poner un ejemplo del último anuncio que me he encontrado: el rey del mueble de baja calidad, que si se rompe cuesta menos comprar otro que comprar una cola para arreglarlo, hablando de reutilizar. ¡Con un par!
Y mientras tanto, miles de familias y pequeños negocios que están con el agua al cuello ven el futuro cada vez más negro por encender la luz. ¡Qué paradoja!