El secreto de la Ruta de Cigales

M.B
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Los hermanos Valdivieso, Rubén y Chuchi, nos abren las puertas de la cocina del Clandestino, con su morcilla de la Maruja, sus croquetas, su bacalao con tomate casero o su torrija de natillas y miel de Valvení

Chuchi Valdivieso, preparando las morcillas de Maruja. - Foto: Jonathan Tajes

Un día normal de la vieja normalidad, en Las Barricas, un bar situado en el centro de Cigales, apenas habría sitio para degustar un vino de la zona, una caña o un refresco con alguna suculenta tapa o pincho. «Era y sigue siendo un lugar de chateo, donde había que hacerse un hueco para pedir», señala uno de sus dueños, Rubén Valdivieso, mientras traspasa la puerta de entrada de un local que abrió en junio de 2006.

Pero Las Barricas esconde un secreto justo encima. Como lo hacían muchos negocios en Estados Unidos durante la ley seca. Entonces, en las primeras plantas de algunos locales se vendía alcohol de forma clandestina. Solo en Nueva York se llegaron a contabilizar 10.000 bares secretos. Por entonces también muchos estadounidenses viajaban a Cuba para poder beber sin que esa ley se lo impidiese.

De estas historias y del espíritu emprendedor de los hermanos Valdivieso, Rubén y Chuchi, nació Clandestino, encima de Las Barricas, en su planta de arriba solo separado del bar por unas escaleras. Lo que durante más de una década fue un lugar de copas y de ocio nocturno es hoy un restaurante moderno, con decoración que recuerda al Caribe y con una cocina basada en lo tradicional pero a la que se le añade modernidad de la mano de ambos y de su chef ejecutivo.

Abrió sus puertas hace tres años en esa primera planta de lo que fue una casa de servicio. Y revolucionó la gastronomía local. Por esa decoración y ambiente que el comensal se encuentra al entrar y por esa mezcla de la sabiduría de María Teresa, madre de Rubén y Chuchi, la primera en ponerse al frente de los fogones –de sus manos aún salen muchos de los guisos que se pueden degustar a diario en Clandestino–; y de modernidad.

Con tres personas en cocina y Rubén desdoblándose en otros negocios del grupo (Pícara, Lunático, Bella Isabella...), Clandestino tiene una carta reconocible, en la que no pueden faltar la morcilla de Maruja, carnicería de toda la vida de Cigales, los callos, las croquetas (de jamón o chipirones), el bacalao en tomate casero (hecho por María Teresa) o las albóndigas de rabo de toro (con vino de la Ruta de Cigales)... y la torrija de natillas y miel de Valvení. «Clandestino es un espacio donde se pueden encontrar productos de kilómetro 0 pero con toques innovadores, de otras experiencias propias, de viajes... de manera diferente», completan los hermanos Valdivieso. Chuchi es el que más está entre fogones: «Aprendí de mi madre, pero luego he hecho varios cursos y, sobre todo, el de la Escuela Internacional de Cocina». En la carta siempre hay una recomendación diaria de un guiso, que puede ir desde unas setas de cardo con huevo de corral, en temporada; a unas patatas a la importancia con mejillones, por poner dos ejemplos. Con una oferta que busca la diferencia, su clientela va desde los propios cigaleños hasta un gran número de vascos que viajan desde su casa a Cádiz en vacaciones y hacen su parada de descanso en la zona: «Son muchos los que buscan la Ruta de Cigales en su camino».

En condiciones normales, el restaurante Clandestino abre para comidas y cenas todos los días menos los lunes, y de momento mantienen esa oferta, a expensas de toques de queda; y ahora han tenido que adecuar el local, con capacidad para 36 comensales, a las actuales restricciones. Eso sí, su interior, al estar en una localidad con menos incidencia que esos 150 casos por cada 100.000 habitantes, sigue abierto: «Y estamos dentro de la campaña de vales descuento de la Diputación para fomentar el consumo en establecimientos adheridos a Alimentos de Valladolid».

Los hermanos Valdivieso, cigaleños de pro, han conseguido crear un espacio culinario que busca la innovación en una localidad de poco más de 5.000 habitantes: «Nunca oses preguntar a los vecinos y vecinas de Cigales. Aquí se cuece algo más que un restaurante».