Jugarse la vida para adelgazar

Adaya González (EFE)
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Los casos de botulismo vinculados a cirugías bariátricas en Turquía, donde operarse es mucho más barato, activan las alarmas ante el turismo sanitario y los riesgos que conlleva

Jugarse la vida para adelgazar

Precios mucho más baratos, listas de espera en cirugía bariátrica interminables y la desesperación por encontrar un milagro a bajo coste. Esas son solo algunas de las razones que están empujando a muchas personas con obesidad a buscar una solución en Turquía, aun corriendo graves riesgos para su salud. El botulismo ha sido el último en saltar, pero no es el único.

Las alarmas se activaron este mes, cuando se supo de un brote en Europa surgido a raíz de unas operaciones bariátricas realizadas a finales de febrero en Turquía. Hasta el momento, hay 67 afectados en diversos países, pero podrían ser más. Por ahora, España no ha registrado ningún caso, aunque los expertos avisan de que las unidades de obesidad se están llenando de personas con complicaciones derivadas de este tipo de intervenciones realizadas en la nación otomana, algunas con resultado mortal, como la menor sevillana de 17 años que falleció hace un año tras una reducción de estómago.

En España se comercializan tres tipos de toxina botulínica tipo A. Más allá de su uso estético, en especial para las arrugas, se administra para tratar migrañas o distonías musculares, y siempre en centros hospitalarios. Aplicada a la obesidad, «solo se ha utilizado en estudios de investigación, adecuadamente controlados y aprobados por los comités éticos correspondientes», sin que se hayan reportado efectos adversos significativos, explica Sergio Valdés, del Área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. De ahí que «deba considerarse un tratamiento experimental».

En ese caso, requiere de un procedimiento endoscópico hecho por un especialista en medicina digestiva: inyecta la toxina en varias zonas del estómago, induciendo su parálisis para retrasar su vaciamiento, con lo que la sensación de saciedad dura más tiempo, lo que puede implicar una reducción en la ingesta y pérdida de peso. Pero su eficacia no está contrastada con resultados concluyentes, por lo que «no se debe administrar a ningún paciente fuera del marco de un estudio de investigación», sentencia.

Cuna del 'mercado negro'

Aún no se ha esclarecido si el brote es causa de una mala aplicación, un exceso de toxina inyectada o el producto en sí. «Turquía es famosa porque vienen muchos lotes de toxina que no está autorizada aquí, pero entra por el mercado negro porque es muchísimo más barata», indica Petra Vega, médico estético de la Sociedad Española de Medicina Estética (Seme). Lo más habitual en su campo es usar 50 unidades, máximo 100, aunque para la obesidad lo estandarizado son inyecciones de 200, si bien en esas cantidades es «extremadamente difícil» desarrollar botulismo.

Mientras se aclara qué ha llevado a esta situación, los expertos piden estar atentos a los síntomas, que pueden derivar de leves a mortales si no se tratan a tiempo. «Diagnosticar botulismo es todo un desafío», afirma Andrea Ciudin, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo). Por eso, el paciente debe informar que se ha sometido a esta intervención.

La agravante es que los problemas no se reduce a este tratamiento. Intolerancias al agua porque les hacen suturas estrechas, malnutriciones severas por no seguir la suplementación de vitaminas o sangrados porque les saltan los puntos en el avión son los más comunes.

Desesperación

«Tenemos un 30 por ciento de población adulta obesa y la que necesita cirugía puede llegar al 10 por ciento, pero las listas de espera son eternas», censura Ciudin. De hecho, la cirugía bariátrica es la que más retraso acumula en España, más de 400 días. 

Dentro de los que necesitan cirugía, no todos cumplen los criterios para ser atendidos en la pública, donde el Índice de Masa Corporal (IMC) sigue siendo el principal requisito, y recurren a Turquía por «pura desesperación». 

Allí, operarse cuesta prácticamente tres veces menos que en España, con cifras que a veces no superan los 3.000 euros. «Creo que buscamos el milagro y, además, que sea barato», añade Vega, que recalca que los riesgos del turismo sanitario no son exclusivos de las personas con obesidad. «A nosotros nos han llegado hombres con VIH tras hacerse injertos de pelo», comenta.