Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Héroes

02/04/2020

Todas las noches aplaudimos a los sanitarios. No es para menos. Ahora se trata de un gesto ornamental y encomiástico. Pero cuando todo esto pase, una de las lecciones de esta catársis es que las sociedades modernas tienen que hacer de algunas de sus profesiones un referente. Por ejemplo, los médicos, las enfermeras, los celadores, que para sí quisieran en tiempo de paz el reconocimiento que tienen en este tiempo de guerra. La sociedad merece no ser engañada sobre la pertinencia de la afirmación según la cual el nuestro es el mejor sistema sanitario de la galaxia. Una aseveración que no será veraz mientras no se sustente en una red de profesionales sanitarios suficiente, bien pagada, bien dotada, bien considerada. Y eso no cuadra con presión asistencial, guardias feroces, medios parcos.
Y todas las mañanas, a las 8, deberíamos aplaudir a los docentes, otros que tal bailan, ahora que los padres tienen que ejercer de maestros mientras los maestros no puedan ejercer de padres por causa del confinamiento. Esa tarea sustancial, de cuya relevancia nos damos cuenta, como siempre, cuando faltan. La mera presencia en casa de los niños le cambia radicalmente la vida a toda la familia. Que no puedan ejercer presencialmente es una ruptura de la secuencia de la cotidianidad que sólo puede suplirse desde el confinamiento. Y cuando hay que hacer de profe te das cuenta de lo que realmente hacen los y las profes.
Cuando todo esto haya pasado, ¿olvidará esta sociedad desmemoriada el papel de ambos o volveremos a los malos tratos y agresiones hacia los sanitarios, las incriminaciones de que son objeto? ¿Le seguiremos echando las culpas al maestro cuando el niño venga con sus problemas? ¿Seguiremos siendo los “sapiens” que tropezamos varias veces en la misma piedra?