Un cocodrilo a la orilla del Sequillo

M.G.M.
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La iglesia de Santa María de Rioseco conserva la piel de un caimán que, con una fantástica leyenda, atrae la curiosidad de los turistas y que ahora una tienda ha comercializado

La piel de un caimán cuelga en la iglesia de Santa María a la espera de que los turistas escuchen su fantástica leyenda.

Cada lugar esconde leyendas maravillosas que a lo largo de los siglos han intentado dar una explicación a la realidad por medio de la fantasía y la imaginación. Ese hálito fantástico y maravilloso, secreto e inquietante, en muchas ocasiones ha acabado suscitando el interés de los turistas.  

Los visitantes que entran a la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco se asombran con su retablo mayor, con la capilla de los Benavente o con la sillería y la reja del convento de San Francisco. Pero también se sorprenden al escuchar la leyenda sobre la vieja piel de cocodrilo que está colgada sobre el cancel de la entrada.

Corrían los lejanos años en los que se estaba construyendo este imponente templo cuando ocurrió que cada nueva mañana los trabajadores encontraban por el suelo lo realizado el día anterior. Nadie sabía quién era el que estaba detrás de aquella diabólica acción, hasta que se descubrió con estupor y miedo que el culpable era un enorme cocodrilo que se escondía en el río Sequillo.

El problema surgió cuando hubo que decidirse a enfrentarse a tan monstruoso y temible animal. Nadie quería arriesgar su vida, hasta que un preso se ofreció a acabar con la bestia a cambio de su libertad. Este valiente hombre se colocó delante del animal con un gran espejo, lo que hizo que al verse el cocodrilo en él reflejado se quedara inmovilizado ante tan extraño artilugio, momento que fue aprovechado por el preso para acabar con su vida clavándole una gran lanza.  

un exvoto. La realidad es mucho más sencilla, aunque también menos fantástica. Se trata de la piel de un caimán que como exvoto  fue donada en el siglo XVIII por Manuel Milán, riosecano que marchó a América en busca de una fortuna que encontró, ya que llegó a ser alcalde de Puebla, en México. En la misma iglesia de Santa María se conserva un retrato de este hombre y de su sobrino, a pesar de la creencia de que era la representación de aquel valeroso preso de la leyenda y la de un niño al que salvó de las fauces del cocodrilo. El de Rioseco no es un caso aislado. Numerosas iglesias españolas y europeas esconden en sus muros la enigmática exposición de pieles de caimanes, cocodrilos y serpientes que cuelgan de sus paredes pareciendo vigilar al visitante y dando la bienvenida al curioso. Son exvotos u ofrendas que esconden en cada caso antiguas historias y leyendas que nos hablan de miedos populares vencidos por valerosos héroes.

El santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta (Córdoba), la catedral de Sevilla, la colegiata de Berlanga de Duero (Soria), la ermita de Sonsoles (Ávila) o las iglesias (Santiago de la Puebla, Salamanca), del Patriarca (Valencia), de San Gines (Madrid) son solo algunos de los templos que conservan una piel de cocodrilo o caimán.  

El gran cocodrilo volvió en 2011 a Rioseco en forma de una gran réplica realizada en Filipinas que, de cara a Las Edades del Hombre, fue colocada en la fachada de la calle Mayor como importante reclamo publicitario de distintos productos que el establecimiento Wengue puso desde entonces a la venta en forma de sabroso cocodrilo de caramelo, pero también como motivo decorativo de dedales, llaveros o pisapales de bronce, entre otros souvenires, que también se pueden adquirir en otros puntos de venta de la localidad como los museos. El cocodrilo se ha acabado convirtiendo con el tiempo en un reclamo turístico que sorprende al visitante que pasea por la calle Mayor y que se detiene a leer el letrero de La leyenda del cocodrilo del Sequillo o de cómo acabo sus días convirtiéndose en cocodrilo de caramelo. texto segundo parrafo