Romper barreras para emprender

Óscar Fraile
-

Paola Torres, Amaya Alonso, Francisco Javier Fierro y Francisca García 'Paqui' son cuatro vallisoletanos que han montado su propio negocio pese a tener distintas discapacidades

Francisco Javier Fierro, abogado - Foto: Jonathan Tajes

Cuando Paola Torres dijo en el colegio que quería ser modelo, sus profesores se llevaron las manos a la cabeza. Sus palabras vinieron a hacer añicos una de esas convenciones sociales que dice que las personas con Síndrome de Down no tienen derecho a soñar con ser lo que les dé la gana ser. Mucho menos a intentarlo. «¡La que se armó!», recuerda. Y tanto. Ante la incomodidad de tener que decir a una niña que se olvidara de esos pájaros que sobrevolaban su cabeza, los docentes optaron por llamar a sus padres para avisarles de que Paola tenía «expectativas poco realistas». Casi a modo de reprimenda.

Afortunadamente, esta joven contó con el apoyo de su familia en un momento crítico: ese que se da cada vez que alguien intenta dinamitar las aspiraciones de otra persona con cualquier comentario, con un desprecio o con una burla.

Han pasado más de veinte años desde ese episodio, un tiempo en el que a esta joven vallisoletana le ha dado tiempo a hacer casi de todo en el mundo al que siempre quiso pertenecer. Aunque el año que marcó un antes y un después fue 2012, cuando se convirtió en la primera persona con Síndrome de Down que desfiló en una pasarela. Y no en cualquiera. Lo hizo en la Valencia Fashion Week, de la mano de la diseñadora, también vallisoletana, Esther Noriega. Dos años después empezó con su labor como profesora en cursos y talleres en los que da pautas a otras personas con discapacidad intelectual sobre cómo mejorar su imagen. Los mismos que ofrece en su blog. Y, a partir de ahí, sus apariciones en prensa, radio y televisión la han convertido en una referencia de superación para todas las personas que conviven con alguna discapacidad. Y ella, encantada. «Me hace mucha ilusión que mi experiencia pueda servir de inspiración a otras personas», dice.

Francisca García, propietaria de una libreríaFrancisca García, propietaria de una librería - Foto: Jonathan TajesEmprender no es una tarea fácil, pero la experiencia de Paola demuestra que es posible recorrer caminos donde hay más piedras de las habituales. Cada vez son más los emprendedores con discapacidad que logran poner en marcha su propio negocio. De hecho, a finales del año pasado se constituyó la Asociación de Emprendedores con Discapacidad (Asemdis), una entidad a nivel nacional que busca «asesorar, acompañar  y dar soporte a estas personas».

Paralímpica y empresaria

A este colectivo pertenece Amaya Alonso, otra persona acostumbrada a poner en cuestión los límites del ser humano. Desde que nació se vio obligada a nadar a contracorriente por el glaucoma y las cataratas que provocaron la ceguera total en su ojo derecho y una visión muy reducida en el izquierdo. Tanto tuvo que nadar a contracorriente que acabó en la piscina de unos Juegos Paralímpicos. Concretamente, los de Pekín 2008 y Londres 2012. La natación adaptada fue el centro de su vida durante muchos años en los que normalizó entrenar durante ocho horas al día al mismo tiempo que intentaba sacar una carrera en la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE. «Tenía que ir a dos años por curso», recuerda.

Después de terminar su participación en los Juegos de Londres, la relación con su entrenador se deterioró hasta el punto de tomar una decisión radical: dejar la alta competición. Fue una liberación que se autoregaló el día de su 24 cumpleaños. «Después de eso estuve varios años frustrada, en los que no quería ni ver una piscina, aunque ahora voy allí a disfrutar», explica. Incluso compite en aguas abiertas.

Por esa fecha también empezó a fraguarse la Amaya emprendedora. La que continuó su formación en fisioterapia con un máster en Terapia Manual y Ortopedia, como paso previo a su trabajo en una clínica privada de Madrid. Pero llegó un punto en el que se cansó de trabajar para los demás. «Hablé con el jefe para ver si me hacía socia». La respuesta fue negativa y, a su vez, el impulso que necesitaba para poner en marcha su propio negocio. El lugar elegido, su ciudad natal. El 31 de mayo de 2020 dejó su empleo y unos días más tarde ya estaba buscando local en Valladolid. Solo unos meses después, en septiembre, abrió en la calle Barbecho, en Huerta del Rey, el barrio que la vio nacer.

Amaya Alonso, fisioterapeutaAmaya Alonso, fisioterapeuta - Foto: Jonathan TajesSi los problemas de visión de Amaya no hicieron que se arrugara para llegar a unos Juegos Paralímpicos, mucho menos lo iban a hacer para poner en marcha su empresa. «Soy muy tirada para adelante, la gente no se cree que vea mal, pero es que las manos son mis ojos», dice. En un año y medio de funcionamiento, la empresa va más que bien. La lista de espera de clientes es de dos semanas y Amaya ya está pensando en contratar a un empleado.

Estudiar tras un accidente

La de esta vallisoletana es una historia similar a la de Francisco Javier Fierro. Con algunos matices, porque la discapacidad de este abogado no es de nacimiento. El junio de 2005, cuando tenía 26 años, se lanzó de cabeza para darse un chapuzón en el Canal de Castilla, se golpeó contra un objeto y se rompió el cuello. Esa fatídica tarde de verano le cambiaría la vida. Estuvo un mes en coma y, cuando despertó, tuvo que asumir que pasaría el resto de su vida en una silla de ruedas. «Soy tetrapléjico, con una discapacidad del 82 por ciento, de pecho para abajo no siento nada, puedo mover los brazos y las muñecas, pero no los dedos», dice.

Tocaba volver a nacer. Empezar desde cero y dejar atrás una vida dedicada a la agricultura y la ganadería. Después de la rehabilitación, Francisco Javier decidió reinventarse y se puso a estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. «Eran unos estudios versátiles que tienen muchas salidas», reconoce. En 2012 terminó la carrera y los dos años siguientes los dedicó a hacer el Curso de Acceso a la Abogacía. Y de ahí, a trabajar. Los primeros cuatro años, en el departamento jurídico de Ambuibérica; después, seis meses en Aspaym. «Pero por entonces yo ya estaba pensando en empezar por mi cuenta», recuerda.

Y esos sueños cristalizaron en la apertura de su propio bufete de abogados: Francisco Javier Fierro Servicios de Intermediación Jurídica, con sede en su casa de Mayorga, el pueblo donde creció. «Los primeros años fueron complicados, tenía que familiarizarme con todo el funcionamiento de la Justicia y de los órganos administrativos, cada uno con sus tiempos y formas de funcionar», asevera.

Paola Torres Muinelo, modelo y asesora de modaPaola Torres Muinelo, modelo y asesora de moda - Foto: Jonathan TajesSu única limitación, en lo laboral, es no poder conducir, pero eso no es un freno para él. Ni para los clientes. «Nunca me he sentido discriminado», concluye. Hasta ahora, sobre todo, ha tratado casos relacionados con el Derecho Civil. Por ejemplo, contratos, tramitación de herencias e incapacitaciones. Pero no es porque lo haya elegido. En un pueblo pequeño como Mayorga a uno le toca lidiar con lo que llegue. «Y no están las cosas como para rechazar trabajos», dice.

La salud mental

En esta lista de héroes y heroínas que logran superar problemas tan graves para alcanzar sus metas también hay hueco para los que pelean a diario con problemas de salud mental. Francisca García padece discapacidad psicosocial, una patología que, según la Organización Mundial de la Salud afecta a «personas con diagnóstico de trastorno mental que han sufrido los efectos de factores sociales negativos, como el estigma, la discriminación y la exclusión». 'Paqui', como la conocen sus seres queridos, tuvo que hacer frente a problemas familiares que le provocaron depresión, episodios de ansiedad y taquicardias antes de que le hicieran este diagnóstico y le reconocieran un grado de discapacidad del 33 por ciento.

«Una de las características es la impulsividad, que es lo que estoy intentando controlar», dice. Y el trabajo para ella es la mejor terapia. Después de ejercer como peluquera y trabajar 18 años en el Círculo de Lectores, decidió crear el puesto de trabajo que nadie le daba. Así, se hizo cargo junto a su hermana de la tienda de regalos y papelería Ilusionarte, en Puente Jardín (La Victoria). «Yo sabía algo de la venta de libros y del trato con personas, así que decidí invertir unos ahorros», explica.

Los comienzos no fueron nada fáciles, aunque ella ya sabía que eso iba a ser así. «Me considero luchadora y persistente en lo que emprendo, aunque es verdad que hay veces que me caigo, pero nunca he sido de quedarme en casa a llorar las penas», asevera. 'Paqui' se encuentra ahora en una fase «más estable» que le ha permitido ampliar su formación con un máster de gestión empresarial. Unas habilidades que le ayudarán a implantar en su negocio las ideas que desde hace tiempo le rondan la cabeza. Por ejemplo, la organización de talleres de artesanía. A sus 55 años tiene toda la fuerza e ilusión del mundo.  «Emprender me ha enseñado a vivir el momento, a escuchar a la gente para saber qué necesita y, a partir de ahí, ofrecer un servicio, aunque también me ha enseñado a conocerme a mí misma, porque solo a partir del conocimiento personal puedo saber lo que puedo dar a los demás», finaliza.

Paola, Amaya, Francisco Javier y 'Paqui' son solo cuatro ejemplos de superación en el ámbito de la empresa. Cuatro referentes para demostrar que, en ocasiones, el trabajo duro termina dando sus frutos. Pese a que la cuesta que haya que subir sea mucho más empinada que la del resto de personas.