Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Nadie se mueve... todavía

22/02/2022

Entre la urgencia y la resistencia se debaten en el Partido Popular después del alto el fuego fallido brindado por Pablo Casado a Isabel Díaz Ayuso, apoyado el primero discretamente por el aparato del partido, que al menos ese trabajo si lo ha hecho bien el secretario general, Teodoro García Egea, y el apoyo ruidoso de la militancia a la segunda a las puertas de la sede de Génova, y con un estruendoso respaldo mediático, mientras todos son conscientes de que la situación es insostenible y es preciso contar con una hoja de ruta precisa y tomar decisiones rápidamente "porque el problema no está zanjado" (Núñez Feijóo) y "nos estamos desangrando y nos hundimos en las encuestas" (Díaz Ayuso). Sin embargo, ninguno de los dos ha desvelado sus cartas -todavía es muy pronto-: la presidenta madrileña afirma que su puesto está al frente de su comunidad, y el presidente gallego que sus propuestas ya las conoce Casado, que es quien debe decidir y actuar.

La cuestión es si, con estas tres patas con intereses distintos y enfrentados, el PP puede aguantar hasta llegar al congreso ordinario del mes de julio que tendría que ser de unidad y no de contraposición entre dos modelos de partido que el nuevo líder tendría que recoser. Porque si algo ha puesto de relieve todo lo que envuelve el choque entre Casado y Ayuso, manifestado a través de las encuestas de urgencia realizadas desde que se cruzaron las imputaciones de espionaje y de corrupción, es que está en juego la credibilidad del primer partido de la oposición.

La consecuencia es que los dirigentes del PP asisten atónitos al trasvase de votantes desde su partido a Vox, que se le aproximaría mucho en intención de voto o le sobrepasaría en algunos casos. Pablo Casado ha tratado de marcar distancias con el partido de la ultraderecha, sin llegar a aceptar que se formara a su alrededor un cordón sanitario, y trata de dejarle fuera de los gobiernos -¡ay, la aritmética parlamentaria a la que se enfrenta Mañueco!- a la espera de las próximas elecciones generales. Ayuso, sin embargo, pide que no se tomen en consideración las admoniciones de la izquierda a los pactos con VOX, con cuyas posiciones políticas se encuentra cada vez más cerca.

En esta situación la clave es si Núñez Feijóo, considerado uno de los barones populares más centrados y moderados se haría cargo de un partido cuyos militantes se escoran cada vez más hacia la derecha, y si sería capaz de iniciar un nuevo viaje al centro y convertir al PP en la casa común del centro derecha. O si la pretendida reunificación del espacio liberal conservador tendrá en Díaz Ayuso la figura clave, con un componente ideológico y una forma de hacer oposición completamente distinta y más populista, que por lo que se aprecia en las encuestas es la que prefiere una buena parte de los votantes populares dispuestos a pasarse a Vox sin temor a que ese cambio pueda movilizar a la izquierda. Bien sea en un congreso extraordinario, como reclaman muchos barones, bien en el ordinario, el líder también tendrá que marcar el rumbo ideológico. El liderar "para qué", que dijo Aznar

El victimismo de Ayuso no oculta, sino que potencia sus verdaderas ambiciones que según sus portavoces pasan en un primer momento por la defenestración de Pablo Casado y de García Egea, mientras que Feijóo espera que los otros barones tiendan la alfombra roja, solo para él.