Labidi psicoanaliza la sociedad de Túnez en Arab Blues

ICAL
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La película ofrece una mirada fresca y desenfadada a la mutación social que vivió el país tras la Primavera Árabe

Labidi psicoanaliza la sociedad de Túnez en Arab Blues

Atenta a las nuevas propuestas de las cinematografías de todo el mundo, la 64 Semana Internacional de Cine de Valladolid estrenó este domingo ‘Arab Blues’, el debut tras la cámara de la realizadora franco-tunecina Manèle Labidi. Se trata de una comedia desenfadada donde con un ritmo ágil y una protagonista inolvidable ofrece una mirada fresca y vitalista al Túnez contemporáneo y a la revolución social que viven sus gentes desde el estallido de la Primavera Árabe.

El peso absoluto de la película recae sobre los hombros de la joven pero experimentada actriz iraní Golshifteh Farahani, toda una veterana pese a sus 36 años, a quien hemos podido ver en superproducciones de Hollywood como ‘Red de mentiras’ o la última entrega de ‘Piratas del Caribe’, a la que los más cinéfilos recordarán por su trabajo en ‘A propósito de Elly’, de Asghar Farhadi, o en ‘Paterson’, de Jim Jarmusch.

Ella encarna a Selma, una joven tunecina que lleva desde los diez años viviendo en París y que decide regresar a su país para abrir su propio consultorio de psicoanálisis. Son varios los personajes que le preguntan qué ha ido a buscar en un lugar del cual todos quieren escapar, y aunque no se explicita en ningún momento, la probable respuesta es que es a ella misma a quien está buscando en ese viaje.

La película desprende un halo de positividad que emana desde la primera hasta la última secuencia, gracias a la música, el ritmo y la galería de personajes caricaturescos retratados con gran cariño por la cámara que van desfilando por el diván de la protagonista: una peluquera que tiene su propio salón de belleza, un fetichista que adora vestirse con ropa de mujer o un hombre con manía persecutoria son algunos de los seres (muy humanos) que se afanan por contar sus miserias y sus obsesiones a la protagonista.

Es así como la película establece un diálogo unidireccional entre la psicoanalista (alter ego del espectador) y las infinitas inquietudes de las gentes de un país silenciado tras décadas de dictadura, anclado entre los extremismos islamistas de oriente y la globalización cultural que propone occidente.

Selma emerge en ese crisol de personajes caóticos como una mujer fuerte y decidida, solitaria, fumadora y tatuada, que no necesita de la aprobación de nadie para luchar con ahínco por el sueño de su vida. Desde el inicio y hasta el final, el único hombre que la acompaña es un retrato de Sigmund Freud portando un fez, que hace las veces de mentor espiritual en su rocambolesco periplo hasta conseguir la autorización que un obstinado y enamoradizo policía le exige para mantener abierta su consulta.

“El humor es una parte inseparable de la cultura tunecina. No habría sido fiel a la energía que desprende el país sin no lo hubiera tratado en la película”, explica la cineasta en el dossier de prensa del film. Labidi no pudo desplazarse hasta Valladolid para defender el estreno en España de su trabajo, que hace escasas semanas se alzó con el premio del público de la sección Giornate degli Autori del Festival de Venecia.