Santiago González

CARTA DEL DIRECTOR

Santiago González

Director de El Día de Valladolid


Hay que acabar con esta tragedia que no cesa

30/01/2023

Querida Paloma y querida India. No tenía el gusto de conoceros, pero hoy quiero dedicar mi carta a lanzar un grito de rabia y un mensaje que impulse la lucha contra la violencia machista. Quizás no sirva para nada, a veces las palabras se leen o se escuchan como cuando sopla el viento en estos días de invierno: bien protegidos para que no nos afecte, nos enfríe, o no remueva nuestras conciencias. La tragedia que hemos vivido esta semana en Valladolid no puede volver a repetirse en ningún otro lugar de España. No sirve eso de que estamos haciendo lo que se puede… se tiene que poder hacer más, mucho más. Todo lo que sea necesario para que no muera ni una sola mujer más, ni una sola niña más a manos de desalmados que continúan con una mentalidad de las cavernas.
No quiero utilizar mis palabras para tratar de responsabilizar a nadie más que al auténtico asesino. No son culpables las administraciones públicas, ni las fuerzas de seguridad, ni los vecinos y ciudadanos de Valladolid. Aunque seguramente todos nosotros podríamos hacer algo más para acabar con esta lacra del siglo XXI más propia de la Edad de Atapuerca. La pérdida de vidas humanas es algo irreversible, que no se puede reparar con más años de cárcel para el culpable, ni con la solidaridad de la sociedad, ni con las declaraciones de los políticos, que siempre arriman el ascua a su sardina. Sin embargo, algo que hay que hacer… algo más.
Las soluciones no son fáciles, aunque quizás todos debemos aportar nuestro granito de arena. Desde luego, es inviable poner a un policía o guardia civil detrás de cada mujer amenazada o agredida, a pesar de que es imprescindible incrementar el número de agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado destinados exclusivamente a la lucha contra la violencia de género. En Valladolid solo hay 32 en estos momentos y eso es una cifra muy insuficiente. Tampoco arreglaríamos mucho poniendo la cadena perpetua (desde luego, no contemplo la pena de muerte en ningún caso, aunque en algunos momentos la rabia y la impotencia nos haga pensar en ello), las personas que cometen tales barbaridades no creo que se lo piensen por un mayor número de años en la cárcel. Y un mayor aislamiento y condena social, empezando por la propia familia de los agresores, no sé si echaría para atrás a alguno de estos asesinos, aunque desde luego deberían sentir en sus carnes el rechazo y la mirada de asco de toda la sociedad para siempre.
Nada servirá de consuelo para las familias y amigos de Paloma e India, pero sin duda todos lo daríamos por bueno si pudiéramos evitar más mujeres muertas a manos de aquellos que dijeron amarlas. ¿Qué puede tener en la cabeza alguien que mata a la persona con la que comparte su vida o aquella de la que dice estar enamorada? No puedo alcanzar a comprenderlo. Hay cosas que se escapan de una mente humana, porque rechazo siquiera llamar humanos a quienes cometen esos crímenes tan bárbaros.
Quiero concluir estas líneas, escritas desde la más absoluta tristeza, con un llamamiento a todos. A los políticos, para que trabajen juntos en la búsqueda de medidas más eficaces, especialmente para que desde el sistema educativo se enseñe a respetar a los demás y se empiece a poner en práctica una igualdad que luego se tiene que trasladar a la vida cotidiana. A las familias, para que den ejemplo a los hijos en las relaciones entre hombres y mujeres, donde siempre tiene que primar el cariño, el amor y el respeto. A las administraciones, para que pongan al servicio de las víctimas herramientas que permitan denunciar y garanticen su integridad física y la de sus hijos. Y finalmente a la sociedad, para que no admita insultos, coacciones, amenazas y agresiones hacia las mujeres y haga sentir el peso de la culpa sobre el único culpable.