El Sevilla, tras perder frente al Barcelona (3-0) en las semifinales de la Copa del Rey, vio esfumado su sueño de acceder a la que hubiera sido su quinta final copera en este siglo XXI por errores propios y méritos ajenos, los de un gran Barcelona, en un choque con acciones polémicas de las que se quejaron amargamente los andaluces. El varapalo sufrido en el Camp Nou es de gran magnitud y la desilusión, como reconocieron el técnico, Julen Lopetegui, y jugadores como Joan Jordán y el croata Ivan Rakitic, es enorme, aunque el conjunto hispalense, con su actitud en fases decisivas de la vuelta de esta semifinales, también puso de su parte involuntariamente para el desenlace final.
El cuadro del Nervión reclamó una segunda amarilla a Óscar Mingueza en el penalti desperdiciado por Lucas Ocampos y una posible pena máxima en la prórroga, ya con el 3-0 y que podría haberle dado el pase a la final, por manos del exsevillista Lenglet dentro del área que ni el árbitro murciano Sánchez Muñoz ni el VAR consideraron.
Con independencia del acierto o no en esas decisiones, pues la interpretación es libre y todo es muy discutible, aparte de que los errores propios ensombrecen a los hipotéticos desaciertos arbitrales, el sevillismo aún rumia la derrota y su enorme decepción, pues llegó al Camp Nou con un 2-0 favorable y acabó eliminado de manera cruel.

«Tragar veneno»

«Del árbitro, juzgad vosotros», dijo Lopetegui a la prensa tras el choque. «Las habéis visto igual que yo. Sabéis que si las juzgamos públicamente podemos ser sancionados. Sí que creo que es una jugada manifiesta de gol y requiere una amarilla. Y la de Lenglet se ha visto en el videomarcador también, pero insisto, no las ha visto y toca tragar veneno», indicó el vasco.